
A veces se me ocurre que se aprende más de alguien que no sabe nada que de alguien que sabe demasiado. Digo, porque escuchar o ver -observar- a una persona que “domina” un tema en específico o que “habla de lo que sea” tiene el mismo resultado que escuchar o ver a alguien “que no sabe nada”, y en ocasiones éste enseña mucho más que aquél. Resulta lo mismo, decía, porque el que se explaya en todos los temas existentes con aire de seguro con una humildad que esfuma cuando le argumentás en contra, y el que habla sin cazar un fulbo de nada, demuestran a la misma vez que ambos viven en una nube de flatos. Sin embargo, el que no sabe nada tiene una especie de ángel que le ayuda a por lo menos servir de mal ejemplo. El otro, el que domina todo -guaú- , ni siquiera sirve de mal ejemplo, porque para bueno es malísimo, y para malo está el otro. Se me ocurrió esto porque, sin querer, en estos días escuché decir a un niño de 11 años que no lee los diarios porque no tiene idea de qué es un fiscal, un diputado, un concejal, un legislador, y porque no sabe qué hacen ni qué tienen que hacer. Y por otro lado me escucho a mí y a mis colegas periodistas que dominamos todo, y a los propios legisladores, concejales, y fiscales, que dominan más, y a algunos oyentes súper inteligentes y críticos, que además de conocer todo saben la solución de todo, y descubro que el niño en unos pocos segundos me enseñó más que todo el resto. Confieso que al escuchar al niño decir lo que dijo me embargó una tristeza muy grande, pero no por el niño ni su reflexión, sino por la culpa que me toca como mayor: recién ahora me doy cuenta adónde permitimos que lleven al niño a donde va. ¡No sabe qué es ni qué hace o tiene que hacer un funcionario del estado! Sé que habrá algún lector que dirá: “pero no tiene por qué saberlo”, “depende de la edad que tenga no tiene por qué ocuparse de eso”, “para qué enseñarle, si no sirve de nada”, o “mejor que no lo sepa, así es más feliz”, o quizás “sí, se le enseña, sólo que a los chicos no les interesa”. Y qué tiene que ver esto con el tema de aprender más de los que no saben nada que de los que saben mucho. Bueno, justamente que entre todos los adultos que dominamos los temas del universo no supimos ni sabemos enseñar al niño lo que tiene que saber, y de paso sufrimos nuestra propia inteligencia, dejando que los que no saben nada dirijan nuestro pueblo, ciudad, provincia y país. Y parecerá contradictorio, pero los que dicen saber mucho son los mismos que nos dirigen hoy, y encima elegidos por nosotros, los sabios sabelotodo. Así es como sucede que el niño dirá de memoria la tabla periódica y todo el proceso informático, y nosotros diremos: ¡cómo sabe ese nene, qué inteligente!, mientras en el Concejo Deliberante de nuestra ciudad aprueban otro estúpido proyecto para gastar nuestra plata, y ni el niño ni nosotros nos enteramos. ¡Qué inteligentes que somos!