Sí, es mujer. Si usted no piensa lo mismo, entonces explíqueme cómo, por ejemplo, el argentino puede apoyar vehementemente la preparación académica, porque cree que a partir de ésta se forman sociedades civilizadamente democráticas y a la misma vez reclame protestando a favor de ella cortando calles, quemando gomas, tirando piedras, y atrasando el inicio de clases, que dice defender a costa de lo que sea. O dígame cómo es capaz de aconsejar a su hijo que el estudio es la puerta hacia el éxito, y que cuando más preparado esté mejor le va a ir, y mientras le aconseja le cuenta sobre un simple albañil local que resolvió un problema en una construcción que ingenieros civiles de la capital no supieron hacerlo; y que un chofer de turismo llegó a ser gerente de ventas en una agencia y ni siquiera terminó la secundaria; y que un guía baquiano sabe mucho más que uno recibido en la “universidá”, porque lo importante es tener vocación con la gente y no un tremendo currículum lleno de títulos y cursos; y que el país siempre salió adelante con gente práctica y no con doctores teóricos, como por ejemplo un presidente que era un coronel del ejército y sacó a la Argentina de la pobreza y uno que era doctor en leyes años después la dejó en ruinas.
O quizás usted pueda aclararme -si piensa que el argentino no es mujer- por qué se siente orgulloso hablando con un extranjero sobre la capacidad que tenían los próceres que fundaron este país, y a la misma vez confronta con datos impresionantemente exactos la versión que le enseñó a su hijo “esa maestra trucha de la escuela”, en donde el nene aprende de la santidad de nuestros padres de la patria. Y por si fuera poco felicita a los vecinos que mandaron a su hijo a estudiar “afuera”.
O tal vez usted sepa cómo hace un argentino para quejarse copiosamente de su país en una conversación en el bar de la esquina, en donde segundos después se agarra a las piñas con un paraguayo que se atrevió a difamar a la Argentina, diciendo que es un país lleno de chantas y corruptos.
O por ventura usted sabrá hacerme entender -si considera que el argentino no tiene nada de hembra- cómo razona éste cuando condena a los estadounidenses, llamándolos capitalistas explotadores, y a la misma vez llena los periódicos y las charlas radiales elogiando al pueblo que tuvo la capacidad intelectual y cultural de elegir como presidente por primera vez en su historia a un negro (de nombre árabe encima), después de años de conocido racismo y ataques terroristas por parte de los de Medio Oriente; y por si no queda claro, echa a las patadas a un empleado que se atreva tan siquiera a mencionar que elegirá a un delegado gremial porque su patrón argentino no le paga lo que corresponde, y para colmo mitad en blanco y mitad en negro.
O por ahí usted pueda esclarecerme -si aún piensa que el argentino no es fémina- cómo hace para tirarle una alfombra roja cuando atiende en una excursión al mismo yanqui que condenó ayer por imperialista demoníaco, y a la misma vez no quiere atender a un grupo de hermanos argentinos, por ratas miserables que no dejan ni un mango.
O afortunadamente usted pueda hacer que mis pobres neuronas ignaras comprendan -si es que todavía dice que el argentino no es femenino- cómo hace para no idolatrar a René Favoloro, a quien apenas conoce, porque prefiere inmortalizar y si es posible canonizar a un personaje ficticio, ladrón, pendenciero, prófugo, y asesino como Martín Fierro o su símil gaucho Gil.
Y quizás cambie de opinión, si usted logra hacerme entender cómo hacemos mis queridos compatriotas y yo, después que aceptamos las reglas de la democracia, que elige por mayoría a los gobiernos, y una vez elegido, vivimos pensando en cómo desestabilizarlo y derrocarlo; además es un misterio cómo podemos vivir en un país en donde “así no se puede vivir”.
Discúlpeme, pero hasta que no encuentre una explicación coherente, voy a seguir pensando que el argentino es mujer. Y al opinar así no es que sea machista y quiera atacar a las féminas, porque al fin y al cabo éstas son sinceras y aceptan que “ni ellas se entienden”, como me confesaron algunas, y además tienen el orgullo de lograr sus objetivos. Pero el argentino, definitivamente es mujer, porque no sabe lo que quiere.
O quizás usted pueda aclararme -si piensa que el argentino no es mujer- por qué se siente orgulloso hablando con un extranjero sobre la capacidad que tenían los próceres que fundaron este país, y a la misma vez confronta con datos impresionantemente exactos la versión que le enseñó a su hijo “esa maestra trucha de la escuela”, en donde el nene aprende de la santidad de nuestros padres de la patria. Y por si fuera poco felicita a los vecinos que mandaron a su hijo a estudiar “afuera”.
O tal vez usted sepa cómo hace un argentino para quejarse copiosamente de su país en una conversación en el bar de la esquina, en donde segundos después se agarra a las piñas con un paraguayo que se atrevió a difamar a la Argentina, diciendo que es un país lleno de chantas y corruptos.
O por ventura usted sabrá hacerme entender -si considera que el argentino no tiene nada de hembra- cómo razona éste cuando condena a los estadounidenses, llamándolos capitalistas explotadores, y a la misma vez llena los periódicos y las charlas radiales elogiando al pueblo que tuvo la capacidad intelectual y cultural de elegir como presidente por primera vez en su historia a un negro (de nombre árabe encima), después de años de conocido racismo y ataques terroristas por parte de los de Medio Oriente; y por si no queda claro, echa a las patadas a un empleado que se atreva tan siquiera a mencionar que elegirá a un delegado gremial porque su patrón argentino no le paga lo que corresponde, y para colmo mitad en blanco y mitad en negro.
O por ahí usted pueda esclarecerme -si aún piensa que el argentino no es fémina- cómo hace para tirarle una alfombra roja cuando atiende en una excursión al mismo yanqui que condenó ayer por imperialista demoníaco, y a la misma vez no quiere atender a un grupo de hermanos argentinos, por ratas miserables que no dejan ni un mango.
O afortunadamente usted pueda hacer que mis pobres neuronas ignaras comprendan -si es que todavía dice que el argentino no es femenino- cómo hace para no idolatrar a René Favoloro, a quien apenas conoce, porque prefiere inmortalizar y si es posible canonizar a un personaje ficticio, ladrón, pendenciero, prófugo, y asesino como Martín Fierro o su símil gaucho Gil.
Y quizás cambie de opinión, si usted logra hacerme entender cómo hacemos mis queridos compatriotas y yo, después que aceptamos las reglas de la democracia, que elige por mayoría a los gobiernos, y una vez elegido, vivimos pensando en cómo desestabilizarlo y derrocarlo; además es un misterio cómo podemos vivir en un país en donde “así no se puede vivir”.
Discúlpeme, pero hasta que no encuentre una explicación coherente, voy a seguir pensando que el argentino es mujer. Y al opinar así no es que sea machista y quiera atacar a las féminas, porque al fin y al cabo éstas son sinceras y aceptan que “ni ellas se entienden”, como me confesaron algunas, y además tienen el orgullo de lograr sus objetivos. Pero el argentino, definitivamente es mujer, porque no sabe lo que quiere.
2 comentarios:
Supongo que todos tenemos algo de esto y que todos nos quejamos y no nos damos cuent, solo nos quejamos del otro sin vernos a nosotros mismos. El argentino es especial...
Soy argentino. Y creo que el 80 % de nosotros al leer esto podría decirte que sos un paragua resentido.
Pero si ese 80% alguna vez se grabara al hablar estoy completamente seguro que te daría toda la razón.
Somos muy pocos los que conocemos nuestra verdadera historia.
A mi particularmente me da mucha tristeza a veces ser tan conciente de nuestra realidad, y cuando digo nuestra me refiero al pueblo argentino, al cidadano común, no al letrado, no al culto sino al tipo que se levanta todos los días a lucharla teniendo la esperanza de que esto algun día va a cambiar; pero si vemos un poco de historia sabremos que siempre fuimos, somos y seremos una especie rara y completamente ilogica.
Si algun día usaramos la cabeza un poco más que la lengua, creo que ese día dejaremos de ser lo que somos... simplemente argentinos. Un abrazo desde Buenos aires.
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