sábado, 21 de febrero de 2009

Que no se escuche lo que usted hace en el baño


Si está en su casa, que se escuche todo, y mientras más ruidos haga mejor. El cuidado, para que no se escuche lo que hace en el baño, debe empezar cuando se dan diferentes circunstancias que pueden dañar su imagen para siempre. Una de ellas son las visitas. Aunque no es necesario explicar que mientras más cercanos sean los huéspedes, menos preocupado debe estar, igualmente hay que tener en cuenta que entre éstos puede haber algún detective amateur especialista en sonidos de ultra-toilette. Por ello, ante la presencia de tales o en el caso de estar en una residencia ajena, lo mejor es evitar ir al baño o utilizar -en el caso afortunado que haya- un excusado más privado, en donde se puede exteriorizar sin ningún tipo de restricciones. Sin embargo, se sabe que existen momentos en los cuales la situación es extremadamente incontenible, que en general, como una especie de castigo por no controlar la gula, aparecen repentinamente, con un aviso más parecido a un alerta de peligro inminente que a una simple observación, y casi siempre sin posibilidad de lograr la privacidad. Ante estos casos, lo mejor es mantener la calma, y la posición original en el momento del alerta. Si está sentado, bajo ninguna razón se levante apresurado, menos si se encuentra en un sofá que requiera algún tipo de esfuerzo para incorporarse. Recuerde que siempre es bueno seguir las estrategias de las féminas, que con su capacidad preventiva para toda ocasión, optan por sentarse en la puntita del sofá al lado del apoya brazos, o simulan no poder levantarse para recibir la ayuda de un caballero dispuesto a tomarla de la mano y realizar el esfuerzo por ellas. Obviamente, si usted resulta ser ese caballero y está en la misma situación, simule no notar el pedido de ayuda y evite un doble accidente.
Lo más recomendable es no dar señales de la necesidad, tomando distancia del lugar más concurrido. Este alejamiento debe suceder antes que aparezcan los movimientos reflejos, como sacudones de piernas, ojos aguados, rostro sonrojado, manos sudorosas y sonrisita forzada con seño fruncido en forma de lástima. Llegado el momento insoportable, haga la pregunta “¿puedo usar el excusado, por favor?”, utilizando ademanes modestos y tranquilos, como si solamente necesitase el retrete rutinariamente. Una sonrisa franca siempre es aconsejable, o un bostezo con sonido de cansancio no está demás, para dar la sensación que sólo necesita refrescarse el rostro para despertarse.
Ya con el permiso para pasar, intente a toda costa no ser acompañado hasta la entrada y mucho menos hasta adentro, ni siquiera para que le muestren “como se tira el agua”. Diga que va a estar bien, y que cualquier cosa avisa. Una vez adentro, ¡no se olvide!, el primer golpe de vista debe ser hacia el lugar en donde se ubica el preciado papel higiénico. Si no lo ve, pídalo inmediatamente. En el caso de ser tímido o el tiempo apremie, busque alternativas mientras se alivia de la carga. Puede ser una revista, de las que se suelen dejar al lado del inodoro para promover la lectura, el boleto del colectivo (de los de larga distancia) o de avión que tiene en el bolsillo, o la primera página de presentación del libro de autoayuda que se olvidaron allí. Impídase usar su pañuelo, alguna toalla, la cortina de la ducha, o cualquier elemento textil que requiera un enjuague posterior. En fin, cuando ya está ubicado en el lugar soñado, exprésese tranquilamente, pero no se dé a conocer todo de una vez, vaya soltando lo acumulado de a poco, acompañando la salida con el hojeo de lo que lee o una tos repentina, que puede aumentar su frecuencia en el caso que la despedida sea vehemente. Haga lo que haga, que no se escuche afuera lo que usted hace en el baño. Una vez aliviado, revise y haga desaparecer cuidadosamente cualquier detalle que pueda delatar su última comida. No se olvide de utilizar todos los sentidos, especialmente el olfato. Si descubre que su paso por el toilette no pasará desapercibido ni por una congestión nasal, no salga sin esparcir algo de algún desodorante -de ambiente o antitranspirante- y al lavarse las manos hágalo con abundante espuma del jabón tocador. Al reincorporarse al ambiente de la sala, y si el contexto lo permite, sonría hablando en tono seguro y audible sobre el artículo de la revista de belleza que acaba de leer, y comente graciosamente sobre las algas marinas que tienen en su dieta las deportistas chinas. Luego siéntese, y haga contacto visual con cada uno de los presentes, como si nada hubiese ocurrido. Porque recuerde: usted sigue siendo quien era bajo el pacto de silencio que hay en este país, en donde lo más importante es cuidar la imagen, por más que se sepa que usted utiliza el sanitario para pegarse un baño, echarse un buen cago, un meo, o autosatisfacerse como cualquier criatura humana de este mundo.

3 comentarios:

Johi dijo...

Es increible la capacidad de escritura que seguis teniendo mi amigo.... y muy de vos ese final tan fino para que no queden dudas de lo que hablabas... jajajaja!!!! CAPO!

Gachy dijo...

La imagen de "limpieza"....Genial Hugo!!!

aristeo dijo...

jaja muy bien sobretodo el final tan etico y espesifico buena por esa