Colonia tiene plátanos en muchas de sus veredas; en la mayoría de las del centro principalmente. En verano están llenos de hojas verdes, y dan sombra a toda hora, como creo que muchos hemos soñado que así sea en Iguazú, y en muchas ciudades de la Argentina en donde el calor hace que algunos piensen cada vez más en lo que vale vender un aire acondicionado que en esperar que crezca un árbol.
La gente de aquí gusta de los plátanos, principalmente cuando alguien de afuera los elogia, pero para no despegarse del carácter plañidero latinoamericano, también se queja que en la maduración de los frutos con semilla, la brisa hace volar una especie polvillo que molesta a la respiración cuando exagera en cantidad.
Pero, por más que los plátanos también sean parte de la imperfección de esta vida, que juzgada por los humanos siempre necesita de un detalle para mejorar, son verdaderamente hermosos y útiles: quizás como lo pensó aquél idealista que propuso plantarlos, cuando todos criticaban que irían a tomar mucho tiempo en cumplir su propósito.
Fiorella, mi hija mayor, los conoce y sabe que se llaman plátanos. Cada vez que los ve los señala para decirme que es uno de ellos, y hasta puede reconocer las hojas. Ella nació en Iguazú, y tiene la exacta edad del amor, más las mismas características que hacen que me enamore de ella en cada palabra, en cada sonrisa, y en cada mirada.
Y quizás será la misma baba de padre que haga que escuche aquello que Fiorella a sus tres años y medio dice, no hablando lingüísticamente correcto, sino poniéndole poesía a lo que dice –una rareza, aun en los adultos más rectos.
Ella fue quien, a los dos años, dijo que un caballo tenía lentes cuando vio pasar a un equino con orejeras, y me hizo pensar en los humanos que nos confunden con sus lentes, cuando en realidad son sabelotodo con orejeras. Fiorella, quien también lleva el nombre en guaraní Araí, es quien goza de las pequeñas olas del río diciendo que juegan dibujando en la arena; y prefiere cantar El reino del revés, pidiéndola cada vez que quiere decir que en el reino del revés el río está arriba y el cielo abajo, un oso cabe en una nuez, y un ladrón es vigilante y otro es juez.
Ella fue la que miró hacia arriba esa tardecita para decirme que una nube estaba tapando el sol, y yo le expliqué que en realidad estaba oscureciendo, pero a ella le gustó más decir que el sol estaba bajando para que del otro lado suba la luna con sus compañeritas, las estrellas; y señaló que mientras tanto el viento despeinó el plátano que estaba sobre nosotros, como cuando la vida nos despeina el poco pelo que nos queda mientras el sol baja y la luna con las estrellas alumbran la noche sola sin sentir.
La gente de aquí gusta de los plátanos, principalmente cuando alguien de afuera los elogia, pero para no despegarse del carácter plañidero latinoamericano, también se queja que en la maduración de los frutos con semilla, la brisa hace volar una especie polvillo que molesta a la respiración cuando exagera en cantidad.
Pero, por más que los plátanos también sean parte de la imperfección de esta vida, que juzgada por los humanos siempre necesita de un detalle para mejorar, son verdaderamente hermosos y útiles: quizás como lo pensó aquél idealista que propuso plantarlos, cuando todos criticaban que irían a tomar mucho tiempo en cumplir su propósito.
Fiorella, mi hija mayor, los conoce y sabe que se llaman plátanos. Cada vez que los ve los señala para decirme que es uno de ellos, y hasta puede reconocer las hojas. Ella nació en Iguazú, y tiene la exacta edad del amor, más las mismas características que hacen que me enamore de ella en cada palabra, en cada sonrisa, y en cada mirada.
Y quizás será la misma baba de padre que haga que escuche aquello que Fiorella a sus tres años y medio dice, no hablando lingüísticamente correcto, sino poniéndole poesía a lo que dice –una rareza, aun en los adultos más rectos.
Ella fue quien, a los dos años, dijo que un caballo tenía lentes cuando vio pasar a un equino con orejeras, y me hizo pensar en los humanos que nos confunden con sus lentes, cuando en realidad son sabelotodo con orejeras. Fiorella, quien también lleva el nombre en guaraní Araí, es quien goza de las pequeñas olas del río diciendo que juegan dibujando en la arena; y prefiere cantar El reino del revés, pidiéndola cada vez que quiere decir que en el reino del revés el río está arriba y el cielo abajo, un oso cabe en una nuez, y un ladrón es vigilante y otro es juez.
Ella fue la que miró hacia arriba esa tardecita para decirme que una nube estaba tapando el sol, y yo le expliqué que en realidad estaba oscureciendo, pero a ella le gustó más decir que el sol estaba bajando para que del otro lado suba la luna con sus compañeritas, las estrellas; y señaló que mientras tanto el viento despeinó el plátano que estaba sobre nosotros, como cuando la vida nos despeina el poco pelo que nos queda mientras el sol baja y la luna con las estrellas alumbran la noche sola sin sentir.
12 comentarios:
Sos un maestro Hugo sinceramente. Impresionantee como escribis, o no se si es que solo a mi me gusta tanto. Veo que no. Te cuento que me resisti a responder algunos comentarios de lo que escribiste antes que este pero desp me di cuenta que Tacuara tiene que ser para personas que entiendan las letras, y el amor. Claudia.
Me encantó!! una inspiracion tras otra, aunque me hiciste pensar en algunas, pero eso es porque soy medio bruta jaja MJ
Muy bueno Hugo. Andres
Excelente blog! Ernesto Bs As
NO te creo tacuara, vos estas en la noche solo porque queres si no estarias donde sabes que tenes que estar!
Laura
Pasé por tu blog y me encantó. Gisela
Que fantasioso que sos. Te gusta fabular con tus cuentitos boludos, hombre sufrido si los hay. Te comento que tu gran amor ya tiene amiguito nuevo y no es un muerto de hambre, la verdad se lo merece, esa si que labura, aprende huguito, el.que hace daño a las mujeres termina mas dañado
Proverbs 4:23
Above all else, guard your heart, for it is the wellspring of life.
Si la verdad me alegro por tu amor que ahora tiene alguien que por lo menos la iguala en todo lo que es y no es un don nadie como vos! Ojala que sea feliz con su nuevo amor y vos anda buscando otras cosas para escribir que ni eso haces bien!
Te puedo preguntar quien te odia tanto, Hugo? Gise
Maestro, no se deje llevar por animos de mujer. Claudia
jejej me acordé cuando me contaste eso de los anteojos, super inteligente y graciosa como yo,(lo de graciosa digo) que ahora pienso dos veces antes de posar para las fotos, igual sigo haciendo payasadas, aunque sean sin sentido. Es lindo y tierno leerte porque te siento cerca, me gustan las flores de Colonia y me gusta tanto Iguazú y se que a vos también porque no te olvidas de ella. No te creo maestro, ni nada de eso, solo un poeta que escribe cosas del alma. No estés triste, yo estoy con cada reflejo de la luna con cada rayo del sol y te acompaño cada mañana en las piedras blancas y te espero cada tarde, ahi sentada como esos dias de amor. IMY
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