Me toca vivir en estos
estupendos años de vertiginosa modernidad e increíble ignorancia.
Me toca ver cómo, aun
en los corazones más tranquilos, quieren acelerar la vida.
Me tocó recibir
información en gotitas de tinta condicionadas y me toca hoy hundirme en
correntadas de letras con información inútil.
Me tocó dar vuelta el
palo de la antena para que la única señal se vea mejor y hoy me toca apagar el
televisor, cansado de tantas señales basura.
Me toca ver dos bandos,
dos colores, dos posturas, y a los señores que dicen de qué lado están algunos
y en cuál deberían estar otros.
Me toca un país con
una gran mayoría persuadida junto a minorías complacidas, ambos pidiendo a
gritos la tolerancia sin tolerar a quien piensa de manera alternativa.
Me tocan años en los
que las charlas dependen de los canales de entretenimiento, mientras se repiten
en las radios, y las redes enredan los pensamientos.
Me tocaron días en los
que muy pocos publicaban poco porque pocos llegaban a entender mucho y me tocan
días en los en que muchos publican demasiado porque muchos entienden muy poco.
Me tocó vivir esta era
en la que aparecen cada vez más sofisticadas, rápidas, y eficientes
herramientas para hablarnos, que solo sirven para mostrarnos cuán elemental,
lenta, y deficientemente nos comunicamos.
Me tocó vivir una intensa
compañía en años de escasa conectividad y me tocan vivir días enteros conectado
en completa soledad.
Me tocó aprender que el silencio no es una pérdida de
tiempo y que la palabra puede acariciar el alma, y me toca comprobar cuánto
tiempo se pierde hablando del silencio y la calma.
Me tocaron días en los
que la sociedad buscaba en libros sus puntos de vista, y hoy me toca ver
naciones enteras dominadas por productoras y publicistas.
Me tocó ver a padres
ignorantes criar hijos tan educados, y hoy me toca ver hijos carentes con
padres tan ilustrados.
Me toca vivir la
desaparición del aplauso, el motor del alma de los pequeños y grandes artistas,
hasta lo veo agonizar, es que el público está ocupado mirándolos a través del celular.
Me tocó hablar cuando
no se hablaba y reaccionar desencajado, y hoy me toca callar por estar casi
siempre equivocado.
Me tocó perseguir
pensamientos, comparar opiniones, recorrí las lágrimas, amé la risa, y me
carcomió el rencor, para decir que lo único que permanece es el amor.
1 comentario:
Cuanta verdad junta, Estimado Hugo. Reflejas la realidad en tu pluma tan profunda, real y reflexiva. Un abrazo Hermano. José Javier Rodas
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