Para combatir esa
maldita injusticia entre los que tienen mucho y los que no tienen nada; para
hacer sentir la verdadera necesidad de aquellos que siguen esperando las
soluciones prometidas; para dejar de mirar de lejos las transmisiones de la
lucha sintiéndonos jueces de nuestros prójimos.
¡Ojalá saqueen todo!
Para que dejemos de
repetir las opiniones de quienes deciden en qué hacernos pensar todos los días;
para que empecemos a razonar con criterio propio sin esperar influencias y
presiones; para que los dirigentes y empresarios dejen de hablar de problemas económicos
desde sillones dorados y panzas llenas.
¡Ojalá saqueen todo!
Para que los jóvenes observen cómo los adultos
buscamos responsabilidad en el resto, mientras les enseñamos a hacerse
responsables por sus actos; para que de una vez notemos que nada tienen que ver
las leyes y el gobierno de turno con las actitudes explotadoras de los
progresistas hipócritas y trabajadores irresponsables.
¡Ojalá todos nos
transformemos en saqueadores!
¡Para entrar sin
permiso al lugar más privado que pueda tener un ser humano y saquear todo! Para
animarnos a robar públicamente lo que robamos en privado y con pocos testigos;
para lanzarnos a arrebatar con las mismas energías que utilizamos para juzgar;
para atrevernos a salir saquear de los corazones todo odio y rencor, toda culpa
y tristeza, toda ira y desamor, toda necesidad e incomprensión.
¡Ojalá saqueemos todo!
Para olvidarnos un
momento de las teclas y las pantallas, y volvamos a las caricias y a las
miradas; para que apaguemos las señales televisivas y corramos al abrazo de
quien nos necesita; para que las redes ya no sean redes sino hilos de paz.
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