Nos molesta el aumento
de precios, pero seguimos comprando. Y no nos instruimos para saber quiénes son
los responsables verdaderos del aumento. Así también nos molestan mucho los
chismes, pero seguimos creyendo y escuchando a los chismosos.
En una oportunidad, hace
varios años, mi padre quiso comprar un hermoso canasto de tacuapí que un
aborigen ofrecía a la vera de la ruta, y al ver que el precio había aumentado
respecto de unos días atrás, le pregunta al nativo por qué, y éste le responde “oyupí
la nafta” (subió la nafta, en guaraní). Ante tal respuesta, mi padre rió con
ganas y compró el canasto igualmente, no sin antes regatearle un poco el precio,
que el mbyá no quiso bajar mucho.
Y aunque el ejemplo
puede resultar simpático, es realmente un reflejo exacto de una de las perfectas
excusas que escuchamos los consumidores finales históricamente en la Argentina,
cuando tenemos que comprar en los almacenes, despensas, kioskos, y supermercados
o cargar el tanque del auto, especialmente acá en Iguazú. Por eso el aborigen dio esa excusa, porque a
él también le dieron esa explicación en el almacén.
A esa famosa excusa “subió
la nafta”, se sumó después “subió el dólar” y así nos aumentaron siempre los
precios al nivel de 100, 200, 300, y acá en Iguazú hasta el 400% más, y nosotros
entendíamos a los comerciantes porque realmente subió la nafta y el dólar,
hasta que después de pagar tan caro todo, empezamos a leer un poco, preguntar
otro poco, y supimos que no todos los productos tienen que ver con la nafta
(como el canasto del mbyá) y que tampoco todos los precios tienen que ver con
el dólar.
Sin embargo, los
comerciantes siguen vendiendo sin parar, y al parecer cada vez más, en un país
al que todos –sí todos, incluyendo los comerciantes y empresarios –critican y
describen como un desastre, y en el que no hay movimiento, y apenas se vive día
a día.
Algo no se comprende:
los comerciantes abren un negocio, contactan un productor, un distribuidor, “pagan
los impuestos”, el flete, y ponen el precio, pero ¿quién les compra? Y por otra
parte, si los que compran lo hacen por necesidad y no tienen opción de compra
en otro lado, ¿pagan lo que sea en el lugar que sea y van a comprar obligados
al mismo lugar sin quejarse o dejar de comprar?
Claro que molesta que
haya un gobierno inepto que no sepa garantizar la producción y distribución sin
aumentos, pero eso nada tiene que ver con que el comerciante que te saluda en
el mismo pueblo todos los días, te mienta en la cara (o escondido) aumentando
los precios al porcentaje que se le ocurra para ganar mucho más poniendo como
excusa la nafta, el dólar, el gobierno, la lluvia, y el agua de Cataratas.
En el caso específico
de Iguazú, también molesta que nos traten de estúpidos haciéndonos creer que el
comerciante, además de pagar al distribuidor debe pagar la tasa de abasto (un
engendro inventado por el asesor legal de este gobierno municipal Harry Foos,
en la época del intendente Filippa, de quien fue amigo y luego enemigo), como
si no supiésemos que todos los grandes comerciantes no pagan esa tasa y “arreglan”
a su manera, y los que sí la pagan después lo incluyen en el precio final de
los productos, y la terminamos pagando todos nosotros.
O en el caso de la
famosa nafta que de repente “desaparece” de nuestra ciudad cuando hay alguna
información que puede afectar su distribución, y “aparece” repentinamente con un
precio más alto, como si no supiésemos que la esconden para especular y
venderla después con aumento para ganar unos míseros centavos más a costa de
nuestro trabajo. Y con esto no tiene nada que ver el gobierno, sea cual fuere,
los responsables de estos aumentos de precio descontrolados son los dueños,
empresarios, comerciantes, distribuidores, como usted quiera llamarlos, que
especulan con nuestra necesidad y nos venden a precios exagerados.
¿Quiero decir que el
comerciante no debe ganar? No, no digo eso. Digo que debe ganar lo justo,
poniendo un precio al que pueda acceder el consumidor sin que tenga que
quejarse que el sueldo no le alcanza. No es muy difícil entenderlo. Digo que
tiene que mantener sus clientes (compatriotas, no enemigos) respetándolos, y no
mintiéndoles en la cara sin importarle que toda la economía se vaya al demonio.
Lo peor de todo esto
es que nos molesta muchísimo que los comerciantes especuladores nos mientan
pero ¡nosotros le seguimos comprando! Igual que nos molestan muchísimo los
chismes que inventan de nosotros, pero los chismosos nunca desaparecen sino que siguen
aumentando, ¡porque nosotros les seguimos escuchando!
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