domingo, 13 de junio de 2010

Objetivo

Confieso que utilicé el término objetivo como título para ser un poco diplomático, porque en realidad quise expresar “lo que queremos” o “lo que perseguimos”.
Es un tema que me atrapa más por lo interesante del camino para llegar al objetivo que como objetivo. Quiero decir que es notable que como seres humanos –y a la vez argentinos, latinoamericanos –nos es difícil definir qué es lo que realmente queremos y buscamos. Y por tal razón sufrimos la consecuencia de chocarnos en la búsqueda del camino para llegar a la meta, aunque en realidad ni siquiera sabemos adónde vamos.
Quizás por ello elegimos contradecir por contradecir, nos oponemos por oponernos, y nos sentimos orgullosos de lo que hacemos, por más que no sepamos explicar cuál es el verdadero objetivo de lo que hacemos.
Bajo este concepto, es muy común escuchar decir “yo no le creo nada a ese, si yo le conozco, él e’ de Iguazú, ¿qué lo que se hace ahora?” sin ni siquiera haber escuchado lo que el iguazuense dijo o al menos haberse dado la oportunidad de pensar en el tema. Y por otro lado, también se pueden oír “reflexiones” con otro tipo de acentos: “sho creo que acá son todos ignorantes, y están equivocados”, y tras esto un sin fin de argumentos que en su vuelta terminan demostrando quién es el ignorante en realidad.
Pero, creo que el problema no es de uno o de otro, es que ninguno de los dos sabe qué es lo que quiere. Ni siquiera sabemos por qué lo contradecimos, pero por las dudas, y para demostrar “que hablamos lindo”, le decimos que están totalmente equivocados.
Esto provoca que en nuestro país las personas que “saben” son las que pueden recitar fechas, nombres y apellidos, y datos de una estadística de Bangkok, pero jamás pueden explicar por qué y para qué los saben, aunque el uso que le dan es para contradecir a alguno que pueda atentar contra su sabiduría rezando más fechas y nombres que ellos.
Esto, estoy convencido, es porque no sabemos qué es lo que queremos. Porque de lo contrario, sabiendo adónde vamos, podríamos al menos criticar al que yerra el camino.
Así es como en nuestra ciudad –Iguazú –tenemos cinco magníficos planes de reurbanización, ninguno de ellos se utilizó en su momento, y hoy se hacen mejoras por decisión del gobierno de la provincia; simplemente porque nunca supimos qué tipo de ciudad queremos: ni los locales ni los de la provincia. Ahora bien, todos sabemos de los planes, las fechas en que se presentaron, quienes los propusieron, y a cada uno de ellos los criticamos, porque “bueno, siempre hay que criticar al gobierno”.
A nivel nacional, somos iguales. Desde que empezamos a esbozar los primeros indicios de nación libre no sabíamos si queríamos ser libre totalmente o liberarnos solo de España, y para eso coqueteábamos con Inglaterra y con Francia, y decimos que lo hicimos porque en ese momento nos convenía. Sin embargo, entre conveniencia y conveniencia, nunca supimos qué era lo que queríamos y hasta hace poco seguíamos dependiendo de los tres. Pero claro, nunca dejamos de criticarlos por lo imperialistas que son y por la frialdad con que nos tratan.
Así, por no saber adónde vamos ni qué queremos, cada vez que podemos les copiamos su sistema de educación, sus finanzas, y hasta su forma de vestir, para luego afirmar que somos argentinos, pero aclarando con orgullo, tan pronto se nos dé la oportunidad, que somos descendientes de italianos, alemanes, suizos, belgas, y mozambiqueños.
Quizás por eso, por no saber qué tipo de ciudad queremos, por no saber qué país nos gusta y queremos, por no saber adónde vamos, no nos decidimos si gritar o llorar, por las dudas criticamos con un comentario anónimo al que escribió esta opinión. Al fin y al cabo, ese es nuestro objetivo.