domingo, 26 de diciembre de 2010

En una lluvia de estrellas

Entre una lluvia de estrellas viene el amor
trae abiertas las alas y el corazón... bom bom
trepado por los techos repiqueteo
calzado de alpargatas alguien lo vio por ahí
Dicen que, que cuando llegue
le van a dar, le van a dar
Dicen que, que cuando llegue
le van a dar, le van a dar
Mucho palo pa' que aprenda
mucho palo pa' que aprenda a no volar a no volar
a no volar a no volar
Mucho palo pa' que aprenda
mucho palo pa' que aprenda
a no volar a no volar
trepado por los techos repiqueteo....

(Olimareños)

viernes, 24 de diciembre de 2010

Imaginación

Puedo comparar Iguazú y Colonia prácticamente en todo lo que sucede a nivel social, laboral y cultural. Iguazú fue parte de un litigio entre Argentina, Brasil y Paraguay, cuando Misiones era en realidad una tierra olvidada por los tres, pero codiciada por los tres. Brasil, desde sus inicios, siempre quiso expandir su imperio, y no le costaba ningún disimulo tan siquiera invadir cualquiera de las tierras que le rodearan. Por eso, idearon muchas maniobras –entre ellas la guerra de la Triple Alianza –para quedarse con miles de hectáreas de sus vecinitos, como gran parte del Pantanal y el norte paraguayo, y en otras movidas con pedazos de Bolivia, de Perú, de Ecuador, Colombia, Venezuela, las Guayanas, y claro, de Argentina y Uruguay también.
En esos años, Iguazú y parte de las Cataratas fueron salvadas para Argentina por un arbitraje de un presidente yanqui, llamado Hayes, a quien los paraguayos honraron poniéndole su nombre a calles, avenidas, y otras loas porque apreciaron que el gringo les favoreciera con varios pedazos, como Ciudad del Este, y prácticamente todo el Alto Paraná; mientras los brasileños ni lo nombran, y los argentinos, entre ellos los iguazuenses, ni siquiera lo saben, porque si hubiese dependido de los argentinos (porteños en realidad), hubiese dado lo mismo que Misiones fuera de Paraguay, Brasil o Taiwan. Claro que hoy que las Cataratas están como finalistas en la elección de las Nuevas Siete Maravillas Naturales del Mundo, cualquier argentino está muy orgushoso de que sean una maravisha argentina. Demás está explicarte que esa indiferencia sigue igual hoy, un poco disimulada porque ya no nos pueden esconder de Google Earth y porque representamos cerca de 1 millón de votos.
Acá en Colonia ocurrió y sucede casi idénticamente. Siempre fue un trofeo de guerra entre portugueses y españoles. Es que Colonia está estratégicamente ubicada, hoy entre Argentina y Uruguay, y antes entre el Virreinato del Río de la Plata y el Imperio de Brasil. Fue fundada por un portugués, Manuel de Lobos, allá por 1680 –cuando en Misiones los jesuitas ya hacían de las suyas –y luego pasaba de manos lusitanas a españolas dependiendo quién ganara la batalla. Así fue como llegó a los tiempos de don José Gervasio Artigas, sí el papá de nuestro Andresito, quienes aprovechando un poquito de patriotismo de los que se dedicaban a identificarse con escarapelitas y recitaban versitos de Rousseau y Voltaire en Buenos Aires, pudieron hacer que parte de las tierras charrúas se quedaran para el Uruguay, que también en Montevideo tenía a los chupamedias que esperaban que Buenos Aires les diga cuando tenían que orinar y cuando cagar. Y al igual que en Iguazú, un gran porcentaje de los colonienses no tiene idea de estos detalles de su historia, tanto que en las charlas con los turistas me llaman para que les cuente yo qué ocurrió antes.
Entonces, como Iguazú, Colonia siempre fue habitada por extranjeros golondrinas que venían con el séquito alcahuete del gobernante de turno, o por piratas, o por mercenarios que aprovechaban la estratégica ubicación para contrabandear o lucrar vendiendo lo que sea traído de las aguas de Río de Janeiro, las estancias gaúchas, o los petates de la gran aldea, Buenos Aires. (Te aseguro que cualquier semejanza en la descripción con la realidad actual entre Colonia e Iguazú, es pura casualidad).
Por fortuna, la península fundada como Colonia del Sacramento fue conservada de alguna forma, y hoy es Patrimonio Cultural Histórico de la Humanidad. Se la conoce como el barrio histórico, porque actualmente queda como una parte de la ciudad que creció vertiginosamente. Es precioso. Las callecitas adoquinadas, las casas portuguesas y españolas fácilmente identificables, las ruinas de un convento, y de la casa del gobernador, y la catedral, son simplemente atrapantes y son el principal atractivo turístico de Colonia.
Sólo que por mucho tiempo el turismo no representaba el ingreso principal de la ciudad, sino una empresa textil muy grande que funcionó hasta los primeros años 2000, y esto causó que los colonienses no consideraran la atención al turista como esencial. Entonces aún en estos días es preciso explicar que un turista no es alguien que viene una sola vez en la vida y no importa cómo se le trate sino que al contrario la buena atención pasa de boca en boca y termina siendo la mejor publicidad del destino. Además, los servicios públicos y en general siguen siendo pobres, con horarios inexplicables, y con necesidades básicas. Por ello es común no poder cobrar el sueldo porque los cajeros no fueron cargados durante el fin de semana; las oficinas del correo, migraciones, aduana, registros, bancos, y comercios en general no tienen postnets para los pagos con tarjeta, no tienen cambio de caja chica, no se esmeran por mejorar su servicio "porque los turistas vienen igual", y así. Quiero aclararte que estaba describiendo a Colonia, no a Iguazú. Bueno, en realidad a los dos.
Pero hay otro detalle en el que son iguales: son excepcionalmente bellos. Iguazú con su indescriptible selva y sus magníficas Cataratas, sus ríos, sus saltos, su tierra; y Colonia con su preciosa ciudad vieja, sus calles arboladas, su playa, su inmenso río, su historia, y sus impresionantes atardeceres, detrás de sus islas. También toman mate a rabiar, pero lo prohíben en los trabajos, como te conté la otra vez. La gente es amable, generosa, pero muy susceptible a lo que haga y diga el otro.
A veces pienso que a Iguazú le agregaría la tranquilidad de Colonia en donde, aunque no creas, se puede dormir con las puertas abiertas, dejar una zapatilla cara secarse al sol o a la luna sin que nadie la toque, dejar la moto estacionada donde sea con las llaves puestas y encontrarla ahí después de horas de ausencia; y a Colonia le daría la experiencia de la buena gente criolla de Iguazú en el turismo y la magnificencia de su naturaleza conservada.
Por otra parte, puedo describir de una sola vez a los dos para demostrar que cómo se trata el turismo desde el sector oficial es idéntico en las dos ciudades, en donde es mucho más importante respetar los tiempos políticos que las necesidades urgentes… Perdón, me entusiasmé contando hablando, como siempre. Es que la idea de la noche buena, el ambiente a fiesta, y las sensaciones me hicieron creer que me escuchabas atenta con esos ojos hermosos recorriéndome con una sonrisa sugerente, pero el mate caído, el espacio que sobra en la cama, y el silencio a nada, me hicieron notar que hablaba solo, que todo fue producto de mi imaginación.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Días sin vos – Decir, sin decir

Adonde quiera que voy disfruto de los dichos y expresiones típicas que dan vueltas entre las conversaciones, vagando en el tiempo con una enorme carga cultural, que vive sin fin de boca en boca, de charla en charla.
Vos sabés que me gusta prestar atención a eso, y que cuando hablo uso algunas expresiones que robé andando por ahí, y sin darme cuenta me veo explicando con mucho gusto lo que quise decir.
Acá tienen muchísimos regionalismos que cada uno reconoce y decodifica naturalmente, no sólo por la costumbre de charlar con ellos sino también porque las palabras viven, aunque para algunos son simples códigos fríos y muertos, que sirven a su propósito y vuelan para desaparecer.
"¡No seas malo!" es una estas expresiones que utilizan constantemente cuando quieren expresar que no pueden creer algo que alguien hizo o que causó. Y como generalmente no se puede creer lo que algunos hacen o dicen, entonces la expresión aparece a menudo y transforma en "¡n’ sea maa!", algo que ocurre en muchos dichos populares del castellano, en los que algunas sílabas desaparecen o son tácitas.
A nosotros nos pasa con "ta’ loco vo’" o con "yaguá" que se convierte en un "yág!" cuando hablamos rápido, o con "itavýa" que se transforma "juíta!", y así sucede que los que nos escuchan piensan que estamos hablando en otro idioma, o que todas las palabras que usamos son de origen Guaraní. Debe ser difícil para alguien que se instala a vivir en Iguazú o en algún otro pueblo de Misiones, y se rehúsa a interpretar nuestro lenguaje. Quizás como lo es para cualquier misionero que no quiere entender el lunfardo de alguna otra provincia.
Así pasa que cuando queremos explicar algo y tenemos en frente un público diverso, utilizamos el castellano más "común" que podemos para ser comprendidos por todos. Pero el inconveniente aparece justamente cuando ni el español más conocido o simple cae en oídos que pretenden escuchar sólo lo que conocen y desprecian cualquier otra expresión.
Recuerdo que frecuentemente hablábamos de esto, y me gustaba contarte las veces que intenté mejorar la comunicación en los lugares en donde trabajé, y que desafortunadamente mi precario castellano, quizás el más común de todos, solía caer en oídos que hacían que entendían guaú, pero en el momento de aplicar lo compartido se hacían los ñembotavy y la comunicación seguía igual o peor. Entonces, si bien las formas son muy importantes, y la responsabilidad en la comunicación es compartida entre el emisor y el receptor, las expresiones, sean cual fueren, son las menos culpables, porque explicar lo que sea tiene miles de figuras y orígenes, y puede variar de kilómetro a kilómetro y de persona a persona en el mundo, al menos que se quiera expresar un "te amo", la única expresión universal que se dice sin decir.

domingo, 19 de diciembre de 2010

Días sin vos – Cerca

Sabía del fam tour, claro, porque en todo el hotel se hablada de eso y nos preparábamos. Venían todos los operadores más importantes del Mercosur, y la empresa invirtió bastante como para impresionar, pero no sabía que venía ella. Por su puesto que este tipo de inversiones se hacen a grandes escalas porque es para grandes clientes. Sirve, lo hablábamos siempre, para abrir nuevos mercados, premiar a los que mejor venden, y hacerse conocido.
Este hotel, de verdad, es lindo, pero todavía desconocido e imperfecto, como todos o la mayoría. Así opinan todos los que lo conocen. Y te cuento que acá también se dan cuenta que no utilizan o no saben utilizar a la prensa adecuadamente para hacerse conocer, y eso causa, exactamente como en Iguazú, que aparezcan todo tipo de periodistas "especialistas en turismo", que ni siquiera saben la diferencia entre atractivo y destino. Así, este hermoso hotel es solamente conocido entre los que lo visitan y cuentan de él. A ella también me dijo que le gustó mucho. Pero hasta que hablamos pasó un poco de tiempo.
La tuve a metros primeramente, quise saludarla, pero se me escabulló. Entonces me acerqué con unos dulces para que supiera que estaba ahí, y le dejé un mensaje para que nos encontráramos al día siguiente en el área de piscina.
Cuando entré al otro día, estaba lamentando que el tiempo estuviese nublado y ventoso, y que la mayoría del grupo se retiraba temprano en la mañana, por lo tanto sería difícil que nos viésemos. Pero mientras ocupaba mi tiempo en otras tareas que no se pueden hacer en días de sol, me encuentro de frente con ella en el restaurante adonde había bajado a desayunar.
Un abrazo con sonrisas nos unió, que creo fue sincero, casi más que cualquiera de los de antes, y la brisa gris de afuera no impidió que nos diéramos diez minutos frente a frente para porqués y quizás, lamentos, aprobaciones y desaprobaciones, consensos y desacuerdos, sugerencias, y disculpas. Todo con el gran cariño de siempre, que en los memorables segundos sentados, y en los pasos de día nublado hasta el guiño de la luna, me hicieron decir: "Gracias, Patricia, por haberla traído unos instantes cerca".

sábado, 18 de diciembre de 2010

Días sin vos – Sin nada

El silencio siempre me trae las palabras del viento, que son arena y adoquines viejos de una ciudad que nunca se muere. También son las horas que llegan veloces entre atenciones, sonrisas de buenos días y buenas tardes, caprichos complacidos y no, y direcciones a todos y para todos.
El rumor de la mente que deletrea tu nombre traza el día de la nada, mientras la casa sola espera la rutina del mate que tampoco tiene nada. Sillones azules sobre desubicada alfombra roja que acompaña la vida, como la única que acarrea sueños, pero que no vuela por estar atrapada bajo los pies y la soledad.
Letras cruzadas de ensueños perdidos, razones de preguntas interminables, infinita mirada que camina el corazón con la sed que antes pudo ser feliz con gotitas de amor. Así se pierde la señal una vez pedida, porque el cielo está lejos y tiene un color desconocido. El tiempo no corre ni tiene sabor a espera, porque ya no hay espera prometida. Ya no hay ventanas abiertas, todas tienen persianas cerradas, trancadas por reclamos y condiciones, que dejan el aliento con bocanadas a recuerdos de ruta, abrazos de sol, caricias de luna, miradas amanecidas en noches enamoradas, roces risueños de mates incomparables, y ríos de nunca más serán, porque quieren viajar a encontrarse en un cauce diferente, como si sus aguas se transformarán en más dulces en otras cataratas perdidas para suavizar rocas que quizás tengan el tesoro buscado, que este pedazo de madura nunca pudo ofrecer, y dejó sus aguas sin nada.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Días sin vos – Tu piel, mi piel

Dicen que me odian, porque sólo necesito treinta minutos bajo el sol para quedarme morocho, negro para ellos acá. Aunque te cuento que Uruguay tiene muchas personas de origen afro, con un color impresionante, pero más bien en la zona de Montevideo o en los departamentos de su alrededor, en donde la mayoría de ellos deambuló en la época de la conquista y luego la colonia. Se movían más bien en la zona del puerto, y en las estancias del sur del Brasil, y en algunas cercanas a la zona de la capital oriental.
Sin embargo, en Colonia, en todo el departamento y acá en Colonia del Sacramento, la capital del departamento, tiene más bien personas de origen europeo, quienes llegaron en varias inmigraciones de finales del siglo XIX y principios del XX. Igual que en Argentina, miles de italianos, franceses, suizos, alemanes, y españoles, llegaron para instalarse en estas increíblemente ricas tierras agroganaderas. Así que la mayoría es de piel y ojos claros, aunque hoy ya se ven también muchos criollos con la mezcla de colores indescriptibles.
El tema es que como nuestro sector requiere que estemos mucho tiempo bajo la mirada del gran astro, algunos sufren la reacción en su piel mientras otros disfrutamos que nos mire todo lo que quiera. Afortunadamente también gozamos de una brisa constante, desde el inmenso río que trae tus aguas, y con eso los que tenemos la pigmentación del amor de pieles Mbya e ibérica, nos deleitamos viendo la bendición Divina que nos regaló un dorado color barro que aparece ante un simple guiño del sol.
Extraño mucho tu piel. Esa que conozco en cada pliegue, en cada milímetro, en cada roce. Añoro su sabor a mango y su cálida recorrida hasta los atajos más escondidos de mi piel. Suspiro hondo ante el deseo de su dulce humedad de durazno mientras me encierro negándome a dejar ir su frescura de ciruelas. Siempre amaré su suavidad de manzana, sus sabrosos bocados de uva, su sorpresa de yaboticaba, su picardía de nísperos, su complejidad de araticú, y su deseo de sandía.
La extraño porque la amé de mil maneras, la saboreé con ansias, la mastiqué con ganas, la engullí deseoso, la mordí apasionado, la sentí enamorado siendo tuya de sabor a fruta dulce y muy mía de color barro. Te confieso que sueño encontrarla una tarde bajo la misma mirada del sol, y transformar el atisbo de un rayito en una contemplación eterna de la estrella que me diga que tu piel es alegremente mi piel.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Días sin vos – Amar

Cuando voy al trabajo en la mañana me gusta escuchar el silencio que tiene el recorrido por la calle Carlos Maurente, avenida Mihanovich, y finalmente Rambla de las Américas hasta el hotel. Las primeras horas del día generalmente son frescas, pero el sol primaveral regala un toque cálido que permite una remera y una bermuda, mientras el lento pedaleo acaricia la piel hambrienta. Al llegar, tomo tiempo para seguir disfrutando de los dedos del aire que trae el río muy cerca del sector de piscina, con la hermosa cancha de golf a la derecha y la playa a la izquierda.
Cada hotel tiene un horario más hermoso que todos los otros. Vos seguramente tenías un horario preferido allá en Cataratas. En este caso cuando estuve en recepción me embelesaba con el atardecer, que aun en los días de máxima ocupación parecía detenerse en tonos naranjas, rojos, dorados, y hasta violáceos, que atravesaban el lobby principal sedando todo lo que tocaban como la mano de un ángel. Hoy, afuera, en el sector piscina, también me atrapa el ocaso, pero las primeras horas de la mañana tienen una mirada lejana de brisa verde con lago y río, que los pajaritos adornan alegres, invitando arena, agua, y cielo. El día puede ser nublado, ventoso, soleado, frío o caluroso, pero el alba siempre tiene el roce de la paz, que hace guiñar al nuevo día que comienza, como un cómplice que ofrece una salida a lo hecho en la jornada anterior.
Lo que pasó, pasó. Lo que fue, ya fue. Nadie lo puede cambiar. Es verdad. Y un inicio inédito, como un nuevo día, hace esperar la oportunidad que siempre se pide. Por eso seguramente el Creador hizo que la luna barrunte al sol y sueñe los dedos de este en un mimo nuevo. Por eso también seguimos viviendo, por eso seguimos empezando. Y por eso seguramente la vida nos repite que este momento será pasado en pocas horas, y las que vienen tendrán la luna y el sol que dibujen estas, porque justamente lo que pasó nadie puede cambiar.
Quizás por eso, también, en algún momento Bob repitió lo de Malcom "Don’t know your past, don’t know your future". Ellos insistían a los suyos a que conozcan de dónde venían, para saber quiénes eran, y adonde iban. Así pasa también con nosotros en Misiones. Vos más que nadie sabés cómo me pongo con aquellos que no conocen nuestra historia, o con aquellos que dicen saberla para lucrar con ella, o con los que se apresuran a conocer la historia de otro lugar despreciando el origen de "itavy’a", "ñembotavy", "guaú", o "ja ka’ayiú". Alguna vez te dije –como tantas cosas –que justamente esta indiferencia hacia nuestro pasado es la verdadera razón por la que tanto nos cuesta tomar las riendas de nuestro futuro y decidir que en vez de ofrecer bifes de chorizo y tango, tenemos que ofrecer reviro, chipa guazú, mate, polkita rural, chotis, y gualambao.
Nada puede cambiar el pasado. Coincido. Hay que conocerlo, tomarlo, aceptarlo, sufrirlo, superarlo, rasgarlo, para crear el futuro, porque ignorarlo y despreciarlo hace que los errores siempre sean los mismos, por más perdón que pidamos y hagamos que nada sucedió. Es verdad que la tierra se seca luego de las lluvias, y que el viento en un momento para, pero su paso cambia la fisonomía de montañas, que nunca olvidan que por allí pasó el agua y el aire.
Yo también pedí perdón, ¿sabías? Pedí mil veces perdón, y propuse mil veces que sigamos adelante, porque lo que pasó, pasó y nadie lo puede cambiar. Ya está, hay mucho por vivir. Yo fui el que aceptó cada uno de los eternos reproches del pasado, los cambió, y nunca más sucedieron, ¿sabías? Yo fui el que escuchó cada uno de los infinitos reclamos, que se renovaban sin tregua, y hoy sigo sin tener derecho a ningún planteo. Yo fui el que sugirió millones de veces y de mil maneras que se mire el resto del cielo limpio, y no la única nube que había, ¿sabías? Yo fui el que en interminables horas de mimos y roneos repitió hasta el cansancio que era mejor elegir las mismas fuerzas y positivismo que hoy desparramás cuando ya no estoy.
Y yo soy ese mismo del pasado que evidentemente no fue escuchado en ningún decibel, y que no tiene ningún tipo de derecho porque soy egoísta, y me creo perfecto, además no tengo la experiencia psicológica para aparecer en horas vulnerables y hacer alarde de comprender la vida, porque sinceramente no tengo idea de ella. Pero puedo asegurar que estoy lleno de tranquilidad delante de mis días pasados, porque jamás puse la excusa de tratar a una persona como se me dé la gana, porque total no me tiene que entender solo me tiene que amar. Yo soy el que intentó construir el pasado, y creyó demostrar amor ¿sabías? Yo sigo siendo el que nunca merece un espacio como el privilegio de los demás quienes sobre no sé qué criterio sí demostraron amor, compañía incondicional, y apoyo. Yo sigo siendo el que construyó desde la primera mirada inconfundible un pasado de amor, que creó un futuro que nunca te dejará de amar.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Días sin vos – Lluvias y mates

Cuando llueve, el sector de piscina no ofrece servicio. Hoy amaneció lloviendo suave, y el aire me trajo tus manos mientras apagaba el despertador y remoloneaba en los infaltables minutitos antes de levantarme. Las sábanas no son las mismas ni tampoco la ventana que nos regalaba la caricia del sol cuando los abrazos se alargaban hasta el amor, y el mate tampoco se convierte en beso después del primer sorbo espumoso.
El camino hasta la pequeña cocina improvisada ya no tiene repentinos interrupciones de pasión, ni toqueteos risueños, es mas bien un recorrido automático antes que nada para que controle el sueño dentro del baño y ocupe el silencio solitario de la primera cebada sin nadie. Hoy la lluvia cantaba tu nombre con cada gotita, y dibujaba en una tierra extraña, negra, la sugerencia de reviro y siesta entreverada en roneos infinitos.
Edegar tiene turno noche, y llega del hotel cuando yo me levanto, entonces se transforma en mi compañía matera muy desigual a tu figura que llamaba al abrazo a mis espaldas mientras escribía. Él llega cansado y yo sólo existo, así que solo la brisa hace ruido con algún que otro pájaro que siempre alegra la vida. Pero hoy, no estaba él, y la lluvia apagó la brisa y traía de lejos algún hornero feliz por el barro que le provee Dios justo a tiempo. Me vestí sin el mate, y decidí llevarlo al trabajo, por más que en el hotel esté prohibido como en la época de la conquista cuando inclusive la iglesia lo había condenado y excomulgaba a los criollos que lo tomaban. Sólo que esto de hoy es peor que entonces, porque es comprensible que los siempre básicos españoles no entiendan lo del mate, pero que un criollo prohíba a otro criollo tomar el mate que él mismo no puede soportar su ausencia es prohibir justamente aquello que lo hace único y de lo cual se siente orgulloso promocionándolo donde quiera que va.
Me acuerdo que te conté la vez que tuve una no pequeña discusión en el Colegio Americano porque no nos dejaban tomar mate a los docentes, pero nos ofrecían una cafetera eléctrica y todos los elementos para que tomáramos café cuando quisiéramos. Dije en aquella oportunidad, mientras explicaba las razones para llevar mate a pesar de la prohibición, que paradójicamente como la vida misma del argentino, podemos aceptar y hasta incentivar la costumbre del café brasileño o colombiano o cubano o el que sea, y considerar bueno y hasta elegante que se pare a tomar el té inglés o hindú o chino o el que sea, y prohibir algo tan nuestro como el mate, poniendo como excusa razones imbéciles como "el mate reúne a la gente y lleva tiempo tomarlo, por eso genera que no se trabaje", como si el café o el té no hicieran exactamente lo mismo.
Lo más llamativo de nuestra actitud es que las mismas personas que lo prohíben en sus instituciones o simplemente los que condenan el hecho de tomar mate en el trabajo, son los primeros en promocionar la cultura del mate cuando andan por el extranjero y se sienten orgullosos de ser parte del mate.
Así que llevé el equipo de mate al hotel, y mientras realizaba las tareas pendientes en el depósito y hacía guardia para atender a los que tentados por el intermitente sol, venían a aguantar el viento de lluvia en alguna reposera de la piscina. A los demás compañeros les dije que no vinieran, y me quedé pendiente yo. Pude adelantar algo del proyecto de reciclaje que propuse en el primer periodo mío acá, y ordené el mobiliario de servicio mientras pensaba que algún día se sabrá la verdad del por qué tampoco consideraste dejar ganar a la lluvia y el mate para que bañaran la relación de paz. Pero eso no me toca explicarlo a mí. Seguramente, alguien diferente podrá recibir la bendición de ser considerado y disfrutar la paz a tu lado con lluvias y mates.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Días sin vos – Jefe del sol

Hubo una oportunidad cuando tenía nada más que 24 años en la que me tiraron a la arena con siete leones que eran mozos. Cuando digo mozos no me refiero a jóvenes precisamente, sino más bien a trabajadores gastronómicos de años. Fue en la concesionaria del Parque Nacional Iguazú, en el restaurante La Selva. Vos lo sabés. Me viste trabajando ahí cuando fuiste a almorzar alguna vez, y por alguna razón que nunca supiste explicarme, te esforzaste por evitarme.
En ese lugar estuve a cargo del salón por unos meses, y creo que aprendí muchísimo más de lo que pude enseñar. Fue un lapso en el que con poca edad, poca experiencia, poca aptitud, tuve que dirigir a personas mayores que yo y con muchas más lunas que yo. De esa experiencia puedo asegurar que aprendí mucho de todos, inclusive de los más jóvenes, principalmente el trato con las personas. Pero además de las infinitas anécdotas de cada uno. No es novedad que se aprende mucho escuchando a la gente, aun a quienes no aparenten preparación ni tengan instrucción académica.
Recuerdo que este tema siempre fue uno de los que más hablamos, y coincidíamos en la mayoría de los puntos. Más en la razón que dice que alguien preparado no necesariamente es educado.
En esto pienso cada día que trabajo en este puesto, a cargo del desempeño de un sector que tiene nueve personas. Y me acuerdo de aquellos años en el parque, en donde además de trabajar prácticamente con la misma situación, tuve que aprender a callarme y escuchar. Cada uno enseña algo para hacer o para no hacer.
Hoy no sé mucho, pero tengo que enfrentar un puesto de mando que al igual que el anterior que me tocó vivir, tiene como principal base el buen trato, la constancia, y el respeto hacia los subalternos, jerárquicos, y huéspedes, por más idiotas que estos sean. El sector no tiene más secreto que una buena atención al huésped y la constante comunicación con todos los miembros del equipo. Cada huésped, como vos lo sabés muy bien por haber trabajado años en hotelería, tiene su exigencia aparte, y una vez bien atendido puede disfrutar de su estadía. Que falten detalles del servicio no debe ser excusa para no ofrecer una buena atención. El reto es hacer que el equipo atienda bien a pesar de todo.
En los días de buen sol, atendemos a más de doscientas personas, dándole servicio gastronómico y atención general en la zona de la piscina. Los días nublados son mucho más tranquilos, pero igualmente difíciles para mí porque tengo que tener al grupo ocupado. Afortunadamente Dios permite que todo vaya bien.
Cada vez que nos tocan días lindos, la mayoría de los huéspedes disfruta, aunque siempre existe una minoría que encuentra la vida dura, por mirar la única pequeña nube que aparece en el inmenso cielo. Por suerte cuando les hacemos mirar el resto del firmamento, todos pueden ver que es profundo y grandemente bello.
Acá también pienso mucho en vos. No sólo porque extraño contarte todo esto en esas charlas envueltas en cálidas caricias, sino porque hasta cargué música nuestra en el mp3 que suena todo el día en el área de piscina. Así que bajo un límpido cielo, nubes plomizas, o una suave lluvia, sigo recordándote en cada segundo, intento interpretarte, trato de conocerte aún, y sigo amándote, aunque haya huéspedes que también me reclamen que el día no está despejado, como si fuese jefe del sol.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Días sin vos – Solo

Hoy se cumplen quince días desde aquella tarde del 26 de noviembre en la que los minutos no se estiraban porque estaban atrapados en el nudo entre palabras imposibles, enredadas entre el amor lleno de bronca, resentimiento, odio.
Dormí todo el camino hasta el cruce de Piray. Ahí me esperaba mi padre, pacientemente. Yo sabía que él estaba ahí, le había avisado la hora que llegaba, y tenía la garantía que me esperaría. Siempre lo hizo, en cualquier circunstancia, y esta no iba a ser la excepción porque más que yo tuviera 31 años, estuviese lleno de amor y lo hubiese llorado amargamente como un niño que fue herido con lo que siempre soñó, y está solo.
Él sabía que yo había llorado, porque además de su vasta experiencia los ojos me delataban. Pero nunca me dijo nada al respecto, sólo me preguntó cómo estaba y si ya había cenado. Entre hombres es una especie de código no entrar inmediatamente en las emociones. En general se bromea sobre el tema primero, y luego, si se da la oportunidad, se habla, se abraza, y se llora en secreto.
Mi madre me abrazó fuerte cuando llegué, y su instinto la empujó a preguntarme si ya había comido. Luego revisó mi valija por si había ropas sucias, y me entregó una toalla limpia para que me bañara y pusiera cómodo. Estaba en casa.
Pero, no era mi casa. Ese lugar es hoy un refugio, en donde me doy cuenta que con la inmejorable compañía de mis padres y mi hermana menor, estoy solo. Y eso, claro, me trae tu nombre en cada mirada, en cada suspiro. Para ahogarte, aproveché cada minuto de mi estadía allí para crear una zapatera de madera reciclada, un velador de una horma de zapato y una lámpara de un ventilador de techo viejo, y un palo de amasar. Todo a mano, con las herramientas de tallado y mil materiales recuperados, que siempre acompañan mis horas como lo único que tengo.
Les tomé fotos, y le pedí a mi hermana, Gaby, que me sacara mientras los hacía, para mostrarte cuando quieras, para que me creas y para que veas que no hablo al pedo sino que también hago. Pero no voy a incluir las fotos esta vez, porque sinceramente quiero sentir que me creés sin ver. De todas maneras, las tengo para mostrarte en persona.
Mi madre se enfermó en esos días por un eterno problema de vesícula, que esta vez fue secundado por un pedazo de lechón y un vori vori hecho por ella misma. “Ooh mitá Paraguay, república o muerte”, le dije y por enésima vez me acordé de tu risa al escucharte decir eso. Se internó en el Eldorado, y mi padre no se separó un segundo de ella. Mis hermanas se turnaban para ir a verla, y yo quedé mayormente en la casa, solo. También, en algunas tardes fui a verla para hacerle reír con otros comentarios, que afortunadamente obtuvieron reacciones positivas, inclusive de la señora con neumonía que me pidió que parara porque la tos de la risa iba a empeorarle. Nunca sé cómo hacer sólo lo que hace bien.
En esos días me respondieron un mail del hotel acá en Colonia, para ofrecerme el cargo de jefe del sector de piscina con un tentador sueldo. Lo acepté inmediatamente y tuve que viajar. Junté mis cosas –ropa, algunos libros, y la inseparable herramienta de tallado –y me largué a la ruta con nada más que las ganas locas de ver a mis hijas.
Otra vez me dormí casi todo el camino, pero cada segundo me trajo cada segundo al lado tuyo en todos los viajes que hicimos: cada mate, cada foto, cada mirada, cada beso, cada lugar que vimos, cada espacio que compartimos como gusto, cada silencio, cada caricia, cada picardía, cada suspiro, me trajo cada letra de tu nombre.
Al llegar al puerto de Buenos Aires pude subirme al barco que salía en quince minutos, porque por fortuna no había muchos pasajeros. Allí otra vez vi las aguas del Río de la Plata que trae tus aguas, y me vio flotar tres horas para llegar a la ciudad en donde solo tenía ropa, libros, y herramientas.
Nadie me esperó. Me subí a un taxi y me presenté en el hotel. A todos preguntaba si conocían algún lugar en donde me alquilarían sin recibir un depósito o adelanto, hasta que me acordé de Edegar –no es un error de tipeo, se llama así, Edegar –el que me caló la moneda que quiero creer todavía cuelga de tu cuello, cerca de tu corazón. Así que me acercaron hasta la casa en donde él alquilaba y allí le pregunté si todavía quería algún compañero para compartir el alquiler. Con una sonrisa me aceptó sin nada. Entonces acerqué la valija y la mochila, me bañé y esperé hasta las diez de la noche para que me permitieran ver a mis hijas.
Fiorella se tiró a mi cuello, riéndose y gritándome: “¡Volviste, papá, volviste!” y entonces solté el llanto y te amé con todas mis fuerzas, porque su reacción me hizo acordar a tu pasión. Sin embargo, Aymará no me reconoció, no quiso que la tocara, y sacó la carita cuando le iba a dar un beso, y entonces te odié con todas mis fuerzas, porque cada segundo que desgarraba mi alma para entregártela el Carpinchito se olvidaba de mí. Nunca supe si alguna vez comprendiste la dimensión de esto.
Así pensaba esa misma noche, en la que me acosté en la improvisada cama de la casa de Edegar, en donde no estaba tu piel de mango, ni tus caricias de sol. Estaba como estoy ahora regalándote estos trazos: solo.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Días sin vos

No es que mis letras te pertenezcan, es que mis manos son tuyas y lejos de vos quieren recorrer los días que no serán en rasgos que siempre fueron, y en líneas que nunca morirán.
Acá te regalo, como en aquellos balbuceos del Tacuara enamorado, los pasos de estos días sin vos, sin el dulce aroma de tu piel de mango y su roce de lluvia calma. Los rasgos te dirán en qué rumbo caminan mis ojos, bajo que luna busco tus besos, en qué arena sueñan mis pies, después de haberlas desperdiciado en las playas que tanto añoramos.
Con los trazos irán mis horas viviendo con la garganta carente del mate que siempre tuvo sabor a mañana de amores y ocasos de ternura. Irán a buscarte para rodearte de anécdotas conocidas por risas sinceras de origen gurí, de color verde, de color rojo.
Espéralos sin ansias, espéralos deseando, espéralos en silencio, espéralos sin apurarlos, llegarán seguros, sin importar tu soledad o compañía, llegarán aunque no los creas, aunque no los quieras, te buscarán para contarte que ya no será, que fueron sin comparación los rasgos del pincel del amor los que no pudieron hacer lo suficiente, te encontrarán para narrarte que es, hoy, lo que será siempre, sólo espéralos para regalarles tu mirada recorriéndolos, como recorrimos siempre nuestros ojos, aun cuando ningún ojo lo viera.

viernes, 22 de octubre de 2010

Un burro en Río



Mientras quemaba el tiempo en una de las mejores playas del mundo, se me ocurrió hacer un rostro con la arena. Con todo mi esfuerzo traté de imitar la cara que tenía en mente, pero me salió una similar a las de los Incas o Aztecas, o quien sabe quien, con el perdón de esos grandes artistas históricos, que nada tienen que ver con mi burrada.

Y hablando de burro, confieso que mientras le daba los últimos toques a mi arte, me sentía satisfecho y orgulloso, pero me dí cuenta tarde que había caído en la misma asnada del burro flautista. Sí, ese de la fábula, el que mientras pastaba tranquilamente un día, resopló y sin querer hizo brotar un sonido a la flauta que se encontraba debajo del pasto que comía. Entonces, de tan orgulloso por su hazaña, alardeaba entre sus compañeros de la granja que era un virtuoso flautista. Claro, después no pudo demostrarlo cuando todos le pidieron que tocara una melodía, porque al intentarlo sólo le salió un rebuzno que resonó en toda la chacra.

Al darme cuenta que yo había caído en lo mismo me dio mucha vergüenza, porque aunque no le conté a nadie de mi orgullo de artista, lo había pensado, y eso es peor. Así fue que recordé las muchas casualidades que hicieron que en su momento le pegara con alguna predicción, un análisis, una chilena en el partido del barrio, o un caño al mejor defensa que conocía; y después andaba creído que era un gran analista, que jugaba al fútbol como Ronaldinho. Pero claro cuando tenía que sostener lo que decía me salía un rebuzno que sonaba en toda la aldea.

Sin embargo, después de mi reflexión, no me sentí tan mal, porque creo haber aprendido a no decir o aparentar lo que no soy o no puedo sustentar después con mi trabajo y acciones; y además porque en esta gran granja humana no soy el único burro flautista. Me ha tocado, como le habrá tocado ver a usted mi querido lector, a una gran cantidad de asnos alardeando tocar la flauta como el de Hamelín, diciendo que en su repertorio existe una lista de melodías sin fin, pero cuando llega la hora de la verdad, les sale un rebuzno que les deja pagando como Tribilín.

jueves, 7 de octubre de 2010

Mirar atrás


Es interesante notar cómo en algunas culturas, como la nuestra –la argentina –el estilo de vida se basa en el concepto que todo tiempo pasado fue mejor. Antes había mejores médicos, mejores vecinos, mejor educación, mejores programas, mejores actividades, mejores festejos, y mejores personas. En consecuencia, lo de hoy es toda una basura, y lo que nos espera en el futuro es aún peor.

Así elegimos vivir en un triste hoy porque ya pasó el tiempo bueno de ayer, y lo que viene mañana lamentablemente va a dejarnos más tristes. Por eso, tal vez, cada nuevo día es un pesar, un lamento, un lapso que no tiene nada bueno, y sufrimos a medida que pasan las horas porque está todo mal y tenemos que pasarla así, sin más remedio.

Recuerdo que de pequeño, allá por la década de los ‘80, escuchaba a mi madre hablar con mis tías diciendo “¡Qué bárbaro cómo la juventud está perdida, usan la ropa toda rota, desteñida, y tienen esos jopos todos despeinados, y pelo largo los varones!”, y la tía interlocutora agregaba “No sé cómo no les da vergüenza, antes no era así, antes por lo menos se peinaban prolijitos con gomina, y se ponían la camisa adentro del pantalón, ahora sí que escuchan esa música rápida y andan con flecos por todos lados, adónde vamos a ir a parar”.

Y mientras, yo que escuchaba la charla frente al espejo tratando de que mi pelo chuzo tome la misma forma que el peinado de Gustavo Ceratti o el lacio de Axel Rose, me imaginaba un futuro lleno de asesinos, drogadictos, enfermos, alcoholizados, ladrones, asaltantes, y sin tranquilidad para ir a comprar un kilo de pan a los almacenes porque en el camino te iban a matar por el vuelto.

Con ese pensamiento, yo decidía salir a las calles de Piray con cara de malo (para no decir cara de culo), no saludaba a nadie, desconfiaba de todos –aunque los conociera a todos en el pueblo y ellos me conocieran a mi desde que usaba pañales –y entraba taciturno y de ceño fruncido a las despensas, compraba una galletita sin decir una palabra, la escondía entre mi campera de jean desteñido nevado y mi remera, y salía caminando rápido por si don Cena o don Ayala querían robarme y matarme por el vuelto. Yo ya me preparaba para el horrible futuro que me esperaba unos años más tarde.

Hoy, 20 años después de aquella conversación de mi madre y mis tías, ellas siguen tomando mate plácidamente en Piray, don Cena ya descansa en paz, don Ayala se mudó, el pueblo continúa con las mismas tranquilas calles, pero ahora algunas de asfalto, hay cómodas plazas nuevas, escuelas recientemente inauguradas, se abre un nuevo acceso impresionante desde la Ruta 12, los barrios son mucho más populosos, hay dos enormes fábricas, nadie fue asesinado, el gran porcentaje del pueblo es gente sana y trabajadora, pero en las charlas de mi madre, mis tías, mis vecinos, y compaisanos, el pasado era mucho mejor, el presente es un sufrimiento, y que Dios nos libre del futuro que nos espera.

Observando, también pude notar que mi progenitora, mis parientes, mis vecinos y mis compueblanos, tienen sus gemelos en toda la Argentina, y también, claro, acá en Iguazú. Y todos coinciden en esa contradicción de que todo tiempo pasado fue mejor, pero antes se sufría más y los jóvenes de hoy no saben nada. De la misma manera son similares en la confusión cuando señalan que no hay que detenerse a mirar el pasado y “meterle para adelante”, pero hay que escuchar a los mayores porque ellos tienen más experiencia.

Quizás por estas contradicciones, los argentinos tenemos esta forma de ser: celebramos el pasado porque era mejor, pero porque sufríamos más; lamentamos el presente porque todo está perdido, pero disfrutamos de sus comodidades; y vivimos con cara de malos (para no decir…) porque esperamos ansiosos las mejoras del horrible futuro que nos espera.

Habrá que mirar atrás, entonces, pero razonando que debemos agradecer a los mayores el esfuerzo que realizaron para darnos este presente, que es mejor que el pasado que ellos sufrieron sin las comodidades de hoy, y con el ejemplo de ellos, malo o bueno, con errores o no, celebremos con una sonrisa este mejor presente que nos traerá un mejor futuro, porque es verdad eso que nadie sabe adonde va si no sabe de donde viene.

sábado, 25 de septiembre de 2010

Una burbuja


Creo que existe una diferencia entre la ignorancia de los ojitos de los niños que disfrutaban de la inauguración de su espectacular escuela en el barrio 1 de Mayo, y la de los ojos de los adultos que estaban allí también. Y probablemente sea así porque la vida va transformando la mirada a medida que pasan los años, en los que vemos demasiado o muy poco. Pero hay una elección.

En el caso de los niños: ellos sólo disfrutaban del momento, que les proporcionaba la oportunidad de tener una escuela nueva, soñada, impresionante, más linda que la tuya, la más linda de todo el mundo. Ellos no reconocían a todos los señores de traje que hablaban por los micrófonos, sólo a la seño Luly que estaba con el guardapolvo, y estaba contenta y linda, como las otras seños que escuchaban bajo el sol con ellos, y al señor Do Amaral, papá de unos compañeritos.

Tampoco entendieron mucho de lo que se escuchaba por los parlantotes que daban miedo cuando hablaban fuerte o tocaban las bandas de los soldados. Pero ¡qué capo el almohadoncito azul y el agua fresca en botellita!, que se acordaron de proveer, como los excelentes organizadores que son los ángeles rojos, que ese día estaban de blanco, como ellos, con sus nuevos guardapolvos de insignia nueva.

Ellos sólo disfrutaban de las ocasiones para observar algo gracioso, y hablar y reír con los compañeros. Se sentaban cuando les decían que se sienten, y cuando les avisaron de nuevo, se pararon en silencio para prometer cuidar la escuela, como les hicieron practicar antes que venga el gobernador. Ellos sólo estaban contentos con la escuela nueva -que ahora tiene computadoras y todo- la música, los papis, el agua fresca, las empanadas, las gaseosas, y la increíble sensación de estudiar en un lugar grande, limpio, lindo, con flores, juegos, y hasta mástiles de hierro, que reemplazaron a la vieja tacuara.

Y esta ignorancia infantil es comprensible, natural, y hasta hermosa. Sólo porque el niño disfruta, vive, y sueña lo que el mundo de los grandes le permite.

¡Pero cuán diferente es la ignorancia que nos pertenece a los que ya no somos niños!

La mirada cambia en los ojos desconfiados, que se esconden detrás de excusas del sistema que los propios ojos adultos crean, para decir que saben sin saber, escuchar sin entender, y asistir para estar no para celebrar. Estos ojos conocen a algunos hombres de traje, y entienden lo que ellos dicen por los micrófonos, pero ignoran lo que escuchan. Estos ojos adultos eligen estar allí para ser vistos por los ojos del escenario que sin decirlo exigen verlos.

Estos ojos brillan cuando escuchan sus nombres y aplauden cuando los ven. Estos ojos hablan sin decir, porque ignoran lo que dicen. Estos ojos observan quien acompaña a quien, quien sonríe a los flashes junto a quien, quien viste como quien, y quien los mira mientras ellos miran. Estos ojos no gustan otro tipo de inauguraciones en donde no los vean, y no les importa aparecer para mirar aun cuando en otros eventos jamás se los vea. Estos ojos miran buscando que los miren sin observar que los niños los observan. Estos ojos miran con una ignorancia diferente porque eligen no saber. Estos ojos sólo miran hasta las paredes de la burbuja donde viven.

martes, 31 de agosto de 2010

Un avioncito de cartón


Recuerdo que desde muy pequeño gustaba imaginar todo tipo de situaciones, y con ello tenía fortalezas y debilidades. Me encantaba tirarme en la cama y armar figuras con las manchas o nudos de los machihembres del cielorraso, y una vez armadas las imágenes creaba cuentos a partir de ellos. También me fascinaba, sentado en la ventana, observar la gente que pasaba, repetía sus nombres, e imaginaba que era invisible y que los acompañaba adonde ellos iban. Desde la ventana también me atraía mucho observar la lluvia y las marcas que dejaba en el patio de casa, mitad barro colorado, mitad pasto. Yo era pequeñísimo, y corría flotando en las corrientes de los surcos, y ayudaba a las hormiguitas para que no se ahoguen, acercándoles palitos, ramitas, algo de plástico, o simplemente mi espalda.
Tanto sentía este papel de salvavidas, que mientras fantaseaba sentado en la ventana, me secaba el agua del rostro después de haber zambullido para ayudar a los animalitos y volteaba hacia todos lados simulando respirar agitado para encontrar otra posible víctima y nadar apresurado para salvarla. Esto lo hacía siempre estando solo, y casi siempre en horario de la siesta, que en Piray, y en todo Misiones, tiene el aire de misterio silencioso, lleno de ángeles.
Sin embargo, cuando estaba acompañado solía reprimir estos delirios, porque al contarlos una vez logré sólo obtener el apodo de “loquito” cuando era niño, y “pavo” cuando era un gurí adolescente. Y había veces que los apodos tenían su fundamento firme en mi distracción ante las instrucciones en la escuela o en alguna orden impartida por parte de mis padres, que ante mis gritos por las noches se levantaban desesperados para salvarme del “celeste”, una especie de monstruo, mezcla de sombra y cielo que veía por la ventana.
Pero además de esas debilidades, gozaba de la fortaleza de poder narrar y redactar cualquier tipo de cuento o historia en mi favorita clase de lengua o literatura, y por recorrer los mismos libros mil veces la memoria me ayudaba, recordando añosos datos sin haberlos anotado, y los decía por más que para los otros seguía siendo un loquito mentiroso hasta que se comprobaba lo contrario.
Con el paso del tiempo, dejé de ser un loquito mentiroso y pavo, y pasé a ser un delirante marihuanero y un volado total. Y esto hizo que las imágenes e historias de mi mundo fueran borrándose poco a poco, hasta hacerme preferir la realidad cruda, y con ella también fue borrándose mi sonrisa y aparecieron surcos dolorosos en mi frente, y tensos músculos fruncidos entre mis cejas. Por suerte sólo duraron unos años hasta que una clase de metodología de enseñanza en la licenciatura que hoy me ampara, la profesora nos iluminó con este tema justamente, demostrándonos que la inclemente realidad adulta aniquila la infinita y hermosa imaginación infantil, con reflexiones realistas que nada tienen que ver con su mundo.
Es así que hoy, lamentablemente, no contamos con muchos niños que prefieran los libros, porque ellos significan estar castigados lejos de la televisión, que debo contar también, en casa de mis padres nunca hubo. Gracias papá y mamá. No porque ella sea totalmente mala e inútil, sino porque no ayuda al precioso mundo de los niños. Por eso, cuando mi hija Fiorella (Fío o Apocorrorro, para mí) de tres años me dijo que va a venir a visitarme en su avioncito de cartón hasta la compu donde estoy, y que atrás con un cinturón chiquititito va a venir sentada mi otra hija Aymará (Carpinchito o Apocososo, para mí), y que yo tenía que salir a esperarle en una moto, para agarrar el avioncito que pasa, yo sólo sonreí y le pregunté de qué color es su avión y que va a tener pintado afuera para que yo lo reconozca.
Es que no quise cambiarle de tema y decirle que era una loquita mentirosa o pavota, porque me hubiese perdido la parte en que ella me explicaba que el avioncito de cartón va a tener pintada una bandera afuera y va a decir “te amo, papi”.

martes, 17 de agosto de 2010

Misionero come chipa

A esta altura prefiero las declaraciones y actitudes de consenso y unidad, pero cuando llega el día en el que recordamos a don José, éste me obliga a la reflexión defensiva, que entre mis sueños quiere llegar a los filamentos más profundos de mis hermanos.

Y me pregunto si dentro de los ojos que lleguen a estos trazos habrá alguien que comprenda, que don José fue y es misionero, aunque los límites de hoy pongan a Yapeyú dentro de nuestra vecina Corrientes. Los mismos rasgos, hoy ya amarillentos, de aquel funcionario público que registró su llegada a este mundo como cualquier otro lo eterniza como hijo de las Misiones. ¿Por qué habría de negársele su origen al Libertador? ¿Acaso lo haríamos así con el irlandés que peleó a nuestro lado en aquella época, por más que su apellido Brown, indique que nada tenía de criollo americano? ¿O caso contrario al belga Cortázar, que prefería ser argentino; o al oriental Quiroga que se hizo hijo de la tierra roja?

Hoy ya no importan sus orígenes, dirían los tibios al recordar la obra de cada uno, pero a la vez vociferan grandes elogios de ínfimos logros rioplatenses, que hacen pasar a través de la historia como si fuese que los días solo hubiesen existido en las pampas. Disculpen, pero Andresito me provoca a ser agresivo recordándome que mientras él siendo indígena misionero dominaba el español y el guaraní en el habla y en la escritura, allá debajo sólo se revolcaban entre su pobre castellano mezclado con frías anglosajonías afrancesadas, que hasta hoy se atreven a llamar cultura argentina.

Se habrán olvidado quizás que mientras ellos disputaban si la bandera debía ser celeste o roja, el monte misionero ya había impreso el primer libro en toda Latinoamérica, y llevaba un siglo con sistema sociopolítico basado en la producción y exportación de la yerba mate, que dentro del suelo argentino elige nacer en su proceso natural sólo en la tierra roja.

¿Qué pasó después?, preguntarán los ignotos carapálida de siempre, a quienes habrá que domarlos haciéndoles leer algunos rasgos de barro colorado, que le sacarán las dudas que la explotación guaú –sí, guaú, así digo yo –de los aborígenes en los 1600-1700 es hasta casi una caricia comparada con la explotación que hoy viven y sufren ellos por parte de otros carapálidas.

Y que por más esfuerzo que hicieron para ignorarnos hasta 1953, año en que nos dieron el titulito de provincia, en estos pocos años nos transformamos en una de las economías más importantes del país, en primer destino turístico nacional, principal productor y proveedor de yerba, tabaco, y madera, y todo esto conservando el 50% de la incomparable naturaleza que nos regaló el Todopoderoso.

Perdón por mi agresividad, pero don Ramón me incita desde su Posadeña Linda, su Mensú, Los Gurises, y su Canción al Iguazú, a que apriete mis dientes y se me conmuevan los tuétanos junto a la melodía de Mi Pueblo, Mi casa, La soledad, del indiscutible Chango. Y desde sus letras, sin nada que envidiar a nadie, me empujan al frente Zamboni, Capaccio, Toledo, Areco, el tocayo Amable, y acá no más Moreyra, Stéfani, y el desconocido Julio Ferreira, que sin licenciaturas, títulos honoríficos, premios por doquier, sin viajes al piratón del norte, ni a la Europa, organizó, cambió, dio nombre, trabajo, y dignidad a 40 cirujas basureros y sus familias que fueron escuchados y honrados por el mismo gobierno nacional y el Banco Interamericano de Desarrollo, para transformar el nauseabundo patio de atrás de la ciudad en una planta de transferencia de más de 8 millones de pesos, aportando al medio ambiente mucho más que los inútiles verborrágicos carapálidas. Sí, y lo hizo siendo morocho misionero, sin todos los dientes, hablando perfecto castellano, guaraní, y portugués, mientras comía chipa.

martes, 27 de julio de 2010

Facemen

“Hoy estoy con todo” –me dijo un compañero de trabajo, apretándome el brazo y saltando. Y a juzgar por la felicidad, que era muy evidente en el brillo de sus ojos y en su amplia sonrisa, parecía haber logrado un premio importante o haber conocido el amor de su vida. Todo era posible, y yo disfrutaba con su felicidad, sin importar la razón que la había provocado.
Pero confieso que aunque me hacia el desinteresado, como cura en la playa, me mataba la intriga, hasta tal punto que ya no sabía qué decirle para que me cuente por qué estaba tan feliz. Sin embargo, él parecía no tomar cuenta de mi deseo de saber y seguía agrandando su logro con cada salto, grito, y carcajada.
“Bueno –pensé –debe ser algo muy importante, que en algún momento se le escapará y voy a enterarme”.
Al final de unos cuantos minutos de festejo de parte de él y disimulo mío, saltó a la luz de su boca sonriente que ¡por fin consiguió el Facebook de la chica que le gusta!
Al escuchar eso, mi yo interno vetusto y avejentado, lo rechazó de plano como cuando veía a todo el mundo celebrando y hablando del msn y sus virtudes. Pero el otro yo interno, porque según me dicen los que saben que mi signo es Géminis, tengo varios yo, me decía que hoy tener el Facebook de alguien es muy, pero muy importante. Más cuando se trata de alguna persona que significa mucho para nosotros.
Entonces le pregunté qué había visto, qué le pareció, qué me podía contar, más porque –les confieso acá entre nosotros en este blog que no lee nadie –que yo no tengo idea de Facebook y su funcionamiento que por querer saber lo que me contaba el compañero.
Es de saber que el compañero se explayó con que vio fotos impresionantes, que ya comentó en su muro, que más o menos ya sabe en qué momento está conectada, y que puede decirle todo lo que siente cuando quiere, compartir fotos propias que ya estuvo subiendo, y que además leyendo su perfil supo qué le gusta, y cuáles son sus amigos más cercanos, y cuál es su circulo de amigas.
“Eso es muy importante”, reflexioné con uno de mis yo, no me acuerdo con cuál, porque la tecnología permite conocer todos esos datos de una persona, y de las que están ligadas a ella sin necesidad de ni siquiera hablar con tal persona.
¡Hablar!, ¡hablar!, claro ¡hablar! De pronto me acordé, y le pregunté a mi compañero quién es la chica que tanto le gusta y si había podido hablar con ella. Y me dijo que sí, que habló con ella la tarde anterior, por el Chat del FACE, y que lo trató re bien y que más o menos a esa hora se conecta siempre.
“¿Y me vas a decir quién es?”, insistí sin vergüenza.
“Claro, es María Celeste”, me dijo.
“¿María Celeste?”, pregunté anonadado. “¡¿María Celeste del Spa?!, ¿la que trabaja en el hotel con nosotros en el spa?”
“¡¡¡Sí!!!”, me dijo contento, sin notar quizás que siempre la tuvo a metros por varios años inclusive, y que hasta podía sentir su aroma si quisiera, y sin tener la dirección de su Facebook. Pero, mi compañero estaba feliz y no iba a arruinarle su contento diciéndole mi conclusión. Él había añorado tenerla en la computadora por mucho tiempo, y ahora la tenía cuando quería, y podía decirle lo que quisiera sin que se noten sus nervios de encare como se nos notaba a nosotros, los obsoletos, vetustos, y anticuados hombres, que no le llegan ni a los tobillos a los Facemen de hoy.

domingo, 13 de junio de 2010

Objetivo

Confieso que utilicé el término objetivo como título para ser un poco diplomático, porque en realidad quise expresar “lo que queremos” o “lo que perseguimos”.
Es un tema que me atrapa más por lo interesante del camino para llegar al objetivo que como objetivo. Quiero decir que es notable que como seres humanos –y a la vez argentinos, latinoamericanos –nos es difícil definir qué es lo que realmente queremos y buscamos. Y por tal razón sufrimos la consecuencia de chocarnos en la búsqueda del camino para llegar a la meta, aunque en realidad ni siquiera sabemos adónde vamos.
Quizás por ello elegimos contradecir por contradecir, nos oponemos por oponernos, y nos sentimos orgullosos de lo que hacemos, por más que no sepamos explicar cuál es el verdadero objetivo de lo que hacemos.
Bajo este concepto, es muy común escuchar decir “yo no le creo nada a ese, si yo le conozco, él e’ de Iguazú, ¿qué lo que se hace ahora?” sin ni siquiera haber escuchado lo que el iguazuense dijo o al menos haberse dado la oportunidad de pensar en el tema. Y por otro lado, también se pueden oír “reflexiones” con otro tipo de acentos: “sho creo que acá son todos ignorantes, y están equivocados”, y tras esto un sin fin de argumentos que en su vuelta terminan demostrando quién es el ignorante en realidad.
Pero, creo que el problema no es de uno o de otro, es que ninguno de los dos sabe qué es lo que quiere. Ni siquiera sabemos por qué lo contradecimos, pero por las dudas, y para demostrar “que hablamos lindo”, le decimos que están totalmente equivocados.
Esto provoca que en nuestro país las personas que “saben” son las que pueden recitar fechas, nombres y apellidos, y datos de una estadística de Bangkok, pero jamás pueden explicar por qué y para qué los saben, aunque el uso que le dan es para contradecir a alguno que pueda atentar contra su sabiduría rezando más fechas y nombres que ellos.
Esto, estoy convencido, es porque no sabemos qué es lo que queremos. Porque de lo contrario, sabiendo adónde vamos, podríamos al menos criticar al que yerra el camino.
Así es como en nuestra ciudad –Iguazú –tenemos cinco magníficos planes de reurbanización, ninguno de ellos se utilizó en su momento, y hoy se hacen mejoras por decisión del gobierno de la provincia; simplemente porque nunca supimos qué tipo de ciudad queremos: ni los locales ni los de la provincia. Ahora bien, todos sabemos de los planes, las fechas en que se presentaron, quienes los propusieron, y a cada uno de ellos los criticamos, porque “bueno, siempre hay que criticar al gobierno”.
A nivel nacional, somos iguales. Desde que empezamos a esbozar los primeros indicios de nación libre no sabíamos si queríamos ser libre totalmente o liberarnos solo de España, y para eso coqueteábamos con Inglaterra y con Francia, y decimos que lo hicimos porque en ese momento nos convenía. Sin embargo, entre conveniencia y conveniencia, nunca supimos qué era lo que queríamos y hasta hace poco seguíamos dependiendo de los tres. Pero claro, nunca dejamos de criticarlos por lo imperialistas que son y por la frialdad con que nos tratan.
Así, por no saber adónde vamos ni qué queremos, cada vez que podemos les copiamos su sistema de educación, sus finanzas, y hasta su forma de vestir, para luego afirmar que somos argentinos, pero aclarando con orgullo, tan pronto se nos dé la oportunidad, que somos descendientes de italianos, alemanes, suizos, belgas, y mozambiqueños.
Quizás por eso, por no saber qué tipo de ciudad queremos, por no saber qué país nos gusta y queremos, por no saber adónde vamos, no nos decidimos si gritar o llorar, por las dudas criticamos con un comentario anónimo al que escribió esta opinión. Al fin y al cabo, ese es nuestro objetivo.

martes, 11 de mayo de 2010

Mierda oficialista

Cuando pequeño, recuerdo que mi padre avisaba a mi tío Elbio que era el turno de éste comprar el diario Clarín, allá en Puerto Piray, en donde ellos habían llegado a un acuerdo para adquirir intercaladamente este diario de tirada nacional para informarse. Consecuentemente, era el medio de información de mi casa, y además con él hasta practicábamos lectura en voz alta, parados frente a mi viejo, que con mucha pericia y humor, nos hacía leer como si fuésemos locutores de radio. Era muy divertido escuchar a mi hermano Marcelo leer con voz impostada todas las noticias, imitando exactamente a los locutores de las radios más escuchadas, inclusive hasta superando a algunos de estos. Yo quería leer como mi hermano y me divertía, pero ignoraba qué estaba leyendo, quién lo había escrito, y con qué propósito. Hoy creo que mi padre y mi hermano también lo ignoraban, por más que después hablaban de lo leído como si fuesen expertos en la materia.
Ahora, hace unos meses, después de haber casi culminado la carrera de periodismo, haber aprendido cómo se genera y se produce la noticia, haber conocido a muchas personas con diferentes ideales, haber mirado el país desde afuera siendo extranjero en varios otros países, y haber aprendido a leer –no como los locutores ni como mi hermano –sino como ciudadano de un país al que me debo y estoy muy orgulloso de pertenecer, me topo de frente con que por muchos años mi padre, mi tío, mi hermano, yo y otros millones de argentinos fuimos utilizados, mentidos, y tratados como ignorantes conejillos de India, a través de artilugios mediáticos de un grupo monopólico tan bajo como los mismos corruptos que ellos critican.
¿Y qué quiero decir con esto? Quiero decir que, aunque muchos no lo crean, con este gobierno nacional, su gestión, proyectos de leyes, postura, y por sobre todo su comunicación, me he enterado quiénes eran los que escribían el diario con el que yo me divertía leyendo junto a mi padre, mi tío y mi hermano. Resulta que una de las principales dueñas de este diario, hoy convertido en un “grupo”, es Ernestina Herrera de Noble, a quien se le acusa haber adoptado a dos hijos de víctimas de la última dictadura militar, y quien se niega, y pide a sus hijos adoptivos que se nieguen a la prueba de ADN, exigido en la causa judicial a la que deben responder. Como si esto fuese poco, existen números publicados en la plena dictadura apoyando al gobierno de facto, sin la excusa de los aprietes del momento, sino como decisión propia del “grupo”.
Si todavía esto resulta mínimo, el jefe director ejecutivo de este diario, Héctor Magnetto, ha sido fotografiado hace pocos teniendo una audiencia, como si fuese un amigo, con el presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Lorenzetti, con un objetivo muy fácilmente deducible: “che, que no salga esta nueva ley de Comunicación Audiovisual, porque nos mata el negocio”. ¿Y qué –dirán muchos –acaso no puede pensar diferente y estar en contra de la ley? Sí, por su puesto que puede pensar diferente y estar en contra de la ley, pero no debe hacer lobby para evitar que se aplique una ley aprobada históricamente por mayoría absoluta de ambas cámaras del Congreso de la Nación, y menos aún exigir a sus “periodistas independientes” de TN, Canal 13, Radio Mitre, TyC, Diario Olé, La Voz del Interior, y Los Andes, por nombrar algunos, a que piensen y difundan lo mismo para proteger los intereses económicos del “grupito”, y en contra del gobierno de turno que los enfrentó desde el conflicto con el campo, en el que el grupito decidió apoyar a los ruralistas “por pura convicción”, cuando después salió a la luz la intención de sabotear al gobierno con el voto no positivo de nuestro ambiguo vicepresidente Julio Cobos.
Sin embargo, debo confesar que aunque me dolió darme por enterado de que el diario con el que jugaba a ser locutor era de esta calaña, más me dolió que ciertos colegas, por quienes profesaba un profundo respeto y admiración, también estuviesen metidos en este embrollo de “manejo” de información que más me hace sentir como un maltratado intelectual que como un lector interesado en la investigación periodística.
También por la comunicación de este gobierno nacional, me enteré que la señora periodista Magdalena Ruíz Guiñazú, era nada más y nada menos que la encargada de prensa del ministro de Economía de la Nación en la época de la dictadura, José Martínez de Hoz, a quien elogiaba por sus grandes decisiones y medidas, que dejaron al país en la banca rota más grande de la historia que hasta hoy la estamos pagando, y por si fuese poco, hoy en su programa de Radio Mitre –propiedad del “grupito” –hace de las suyas en las entrevistas a altos funcionarios del gobierno, como cuando quiso minimizar la visita del primer ministro ruso, Dimitri Medvedev, quien llegó como visita oficial de su país a la Argentina después de 100 años, al entrevistar al ministro de relaciones exteriores, Jorge Taiana, y éste la desnudó dándole el parte oficial de lo dicho por el ruso, con quien se firmaron varios acuerdos bilaterales. O como cuando, de la misma manera, fue parte de la “movida del grupito” para desacreditar y minimizar la visita a nuestro país de la secretaria de estado de los Estados Unidos, Hillary Clinton, quien elogió la economía argentina, y su postura frente al FMI. O como cuando el “grupito” ocultó la importancia dada por Barak Obama a la presidente Cristina Fernández, diciendo que es una de las principales líderes del mundo, cuando ésta visitó su país, invitada por él.
Así también me dolieron mucho las actitudes del colega Luís Majul y Ernesto Tenembaum, a quienes admiraba y respetaba sinceramente, hasta que se unieron a este “grupito de recreo de escuela” para desacreditar al gobierno con sus “investigaciones” que más tienen de chismes de barrio que de datos concretos, y se largan con sus “habría”, “podría”, “sería”, y “se sabe”, generando más dudas sobre su manera de expresarse y sus intenciones, que sobre quienes denuncian. Por eso rechacé de plano la oferta de leer el libro “¿Qué les pasó?”, de Tenembaum, y “El dueño” de Majul, porque para escribir y expresarnos en “podría ser” y “dicen qué” está Doña Rosa y Don José.
Hoy, quizás por dolor, quizás por bronca, quizás por triste, miro y me informo con varios canales, varias radios, varios diarios, pero en especial miro la Televisión Pública Canal 7, su programa 6,7,8 que sinceramente me abrió un panorama nunca antes visto por mí, y me hizo conocer que el inocente y audaz diario que tenía en mis manos cuando jugaba al locutor en mi infancia era en realidad una yarará cusú. Además, apoyo la nueva ley de Comunicación Audiovisual porque asegura que todas las voces –sí, todas, inclusive la del “grupito” –se escuchen y se lean sin miedo que te dejen de hacer notas y a censurar en tus canales de televisión y en tus programas de radio, como hace el Grupo Clarín con la actriz Florencia Peña, sí, la de Botineras y de Casado con Hijos, porque ella se manifestó a favor de la nueva ley de Comunicación, y porque en sus ideas apoya a este gobierno.Con esto no quiero decir que todos los gobiernos son iguales. Hoy felicito la postura del gobierno nacional, critico algunas gestiones del gobierno de Misiones, pero lo felicito en general, y con el municipal soy crítico pero apoyo las buenas acciones. También celebro la madurez del Ministro de Economía, Amado Boudou, quien asiste a programas del “grupito” y responde con total franqueza, lo mismo que el Jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, y el Ministro del Interior, Florencio Randazo, de quienes creo el gobierno provincial y municipal debería aprender, y sin considerarme a favor de ellos, miro a la estructura de la oposición a nivel nacional, provincial, y municipal, prefiero ser una mierda oficialista.
Que disfruten este tema tan oficialista http://www.youtube.com/watch?v=Y2i4BiYHGak

miércoles, 5 de mayo de 2010

Un consejo para mi hija 2

Querida hijita mía, ¿te acordás que al principio no entendiste lo que papi te aconsejó aquella primera vez, pero después resultó una verdad contundente en tu vida? Bueno, hoy tengo otras cosas para decirte, que van a ayudarte mientras vayas creciendo.
En un principio te había dicho que busques ser amiga de los compañeritos que lleven ropas de marca, lindas cartucheras, mochilas, y celulares nuevos; hoy mantengo esa postura, porque veo que te fue bien, y vos pudiste ir progresando en tu inserción en la sociedad culta y honrada de nuestra ciudad, y habituándote a las sanas costumbres de juntarte con gente pudiente y no con gente que no tiene donde caerse muerta.
Pero todavía hay más para aconsejarte, mi amor, porque papi quiere que a vos te siga yendo bien en esta vida tuya que recién comienza.
Recuerdo que no hace mucho tiempo vos le preguntaste a papi por qué estaba tristón. ¿Te acordás? Bueno, yo esa noche no quise decirte cómo eran las cosas porque estábamos mirando Botineras, es decir, estábamos ocupados en algo mucho más importante. Pero ahora que están pasando el noticiero en todos los canales, quiero aprovechar para contarte qué es lo que me puso triste, y así aconsejarte para que vos nunca estés triste.
Resulta que papi vino mal del trabajo porque los señores que son jefes de papi no querían pagarle un poco más de plata por el trabajo que hace. Pero no es porque los señores son malos, sino porque papi cuando tenía tu edad era un bobo. Sí, un bobo boludo.
Te explico: cuando yo era chiquito, como vos, no tuve la suerte de tener un papá que me dijera las cosas como son, porque mi papá también era bobo, y quizás más boludo que yo. Él me decía cosas estúpidas como que yo tenía que estudiar para conseguir un título universitario y con ese título, que es un papelito no más, iba a conseguir buenos trabajos con buenos jefes que me iban a pagar bien. Pero, como te habrás dado cuenta, mi papá no sabe nada de la vida, nunca supo nada, porque yo hice lo que él me dijo, e inclusive hice más, porque no conseguí un título, ¡conseguí dos!, y no saqué buenas notas, como él me decía, ¡terminé en el cuadro de honor!, pero cuando me fui a buscar el buen trabajo que me dijo mi papá, encontré uno que no era bueno, y tampoco tenía buenos jefes.
Bueno, en realidad los jefes de papi son buenísimos, muy amables, y humanos. Humanos quiere decir que son cariñosos y que están pendientes que a papi no le falte nada, porque ellos saben que la plata que ellos le dan a papi, se utiliza para comprarte la leche, la ropita para la escuela, los pañales para tu hermanita y pagar la luz, el agua, y el cable, que bueno, vamos a ver si más adelante podemos pagar.
Pero, como papi fue bobo y ocupó su tiempo para estudiar y conseguir esos títulos de porquería, no se ocupó de hacer amigos importantes, tomar café con los que tienen plata, y sacarse fotos con gente que sí sabe de la vida, y cuando eran chiquitos no estudiaban sino copiaban; en vez de hacer bien las tareas las hacían a medias; en vez de prestar atención y respetar a los profesores, faltaban y se reían; y hoy que tienen trabajo, en vez de cuidar las cosas de la empresa como el bobo de tu padre, las malgastan, las rompen, y también se ríen, pero ganan mucho más que papá.
Así que vos no seas boba como papi. No estudies, no hace falta. No seas respetuosa, no vas a ganar nada. Porque eso que dicen las leyes “a mayor responsabilidad, mayor remuneración”, es mentira, eso es para que los bobos estudien. Acordáte, papi te lo dice por tu bien, porque no quiere que andes triste, llorando como una miserable para que te paguen las horas demás que trabajás, como si fuese un favor, y te aumenten 400 pesos.

sábado, 24 de abril de 2010

Machos virtuales

No pude evitar reírme al escuchar a dos mujeres hablando de hombres. Es que hace un tiempo, aquí en este mismo blogcito, me atreví a escribir que “No hay hombres”, porque es algo que las féminas reclaman hoy, pero en esta oportunidad las mujeres que hablaban cerca mío parecían contradecir a sus pares diciendo que sí hay hombres y que sí se encuentran machos, bien machos, pero virtuales. Reales no.
¿Cómo es eso?, me pregunté acercando un poco más mi oído curioso. Según la mujer, que en principio hablaba con un muchacho, evidentemente gay, porque lo decía con orgullo, los hombres de hoy son muy machos a la hora de chatear, enviar mensajitos, enviar mails románticos, y dejar posteos en Facebook, pero cuando están frente a frente con la mujer que tanto adoran virtualmente no saben qué hacer ni qué decir, y así se convierten en grandes maricones, después de ser tan galanes detrás de la computadora.
¿Será tan así?, dudé con mi orgullo machista. Y quise buscar excusas, pero los que conversaban no me dieron tregua. Porque ahora eran tres los que hablaban del tema. La muchacha que se agregó al grupo aseguró que en un momento se enamoró perdidamente de un poeta que la sorprendía todos los días y a cada momento a través de su Facebook y el Chat, y quiso salir con él. Entonces, como también tuvo que aceptar la fémina, hizo uso de sus estrategias para que el poeta la invitara a salir. Sin embargo, según la enamorada, tuvo que utilizar prácticamente todas las técnicas posibles para que el macho virtual entendiera que quería salir con él, hasta que prácticamente tuvo que decirle directamente “quiero salir a cenar con vos, ¿entendés?”.
¡No!, dije, me niego a creer esto, es una infamia. Nosotros los hombres no somos así, no arrugamos, somos machos y enfrentamos a todas y en donde sea. Pero, cuando buscaba mi argumento, hasta con ganas de meterme en la conversación, la otra muchacha, contó que algo parecido sucedió con ella y un macho virtual que no supo qué decir ni qué hacer cuándo la tuvo frente a frente en un ascensor, después que ella le asegurara que gustaba de él.
¡Imposible!, me dije una vez más, no es cierto. El hombre tendría algún drama y no quería hablar en ese momento. O era un poco tímido al principio, pero después le estampó un beso contra la pared del elevador. Pero no, el muchacho que estaba con ella, no me dejó seguir excusándonos a nosotros. Él dijo que era verdad, y que también tenía pruebas. Contó que en su ámbito –recordemos que avisó que era gay –los hombres son más hombres que los machos virtuales. Y que cuando quieren decirte algo, te lo dicen de frente y sin rodeos. Y que lo peor es que los machos virtuales, llaman maricones mujercitas a estos que se atreven a decirte de frente lo que piensan en el momento justo y en donde sea. Entonces, me puse a dudar. Es verdad, a veces a los gays, a quienes tratamos de maricones mujercitas te dicen de frente lo que piensan y en donde sea, y nosotros “los hombres” no. Será porque en vez de decir que nos cagamos de decir las cosas de frente, buscamos excusas diciendo que “bueno hay que buscar el momento justo, y que no siempre se puede decir todo, y que en nuestro país no hay seguridad, por eso para cuidarse es mejor utilizar un apodo”. ¡Qué casualidad!, me dije, ¡como los machos virtuales que comentan en La Voz de Cataratas!

jueves, 15 de abril de 2010

La madurez argentina

A un mes de cumplir 200 años como país, los argentinos podemos decir que hemos crecido en tamaño –en el litigio por los límites con Chile nos añadimos algunas montañas –y en número también, porque de los 300 iniciales hoy somos más de 40 millones, y podemos decir con orgullo que hemos logrado alcanzar muchos premios que nos distinguen entre nuestros pares en el mundo.
Sin embargo, dos centenarios parecen no haber alcanzado para que maduremos lo suficiente y nos tratemos como personas crecidas en todos los sentidos. Hoy la peleíta, estilo vedettes de verano, entre el gobierno y el Grupo Clarín, La Nación, y América T.V. que encuentra puntos que rozan el humor de niños, nos hace pensar que en cuanto a información se refiere hemos vivido en un jardín de infantes casi toda una vida, y en cuanto a gobernabilidad, todavía no hemos aprendido a sentarnos a hablar de frente sin tapujos y con tranquilidad con nuestros opositores. Si no, no tendríamos una presidenta que elegiría la inauguración de unas pasarelas en un Parque Nacional del sur para hablar de los artículos que se publican en su contra, y como excusa, hace un esfuerzo por conectar el logro de la construcción de las pasarelas como metas alcanzadas por un gobierno al que critican.
Lo mismo pasa en otros ámbitos, un poco más populares, como en el fútbol. Los jugadores profesionales, Martín Palermo y Román Riquelme, demostraron su madurez, cuando contra Arsenal, su equipo que ostentaba el anteúltimo puesto en la tabla de posiciones volvió a la victoria, y con varios años de experiencia en la espalda de cada futbolista, no se abrazaron para festejar el gol que protagonizaron los dos. Celebro, para ser justo, la actitud de Palermo que fue a buscarlo a su compañero, y recibió la espalda de Riquelme, a quien siempre critiqué y voy a criticar esa actitud de nenito caprichoso, que nada tiene que ver con sus aptitudes de jugador. Peor fue el pésimo show brindado por los técnicos Caruso Lombardi y el Turco Asad, quienes en la misma fecha se insultaron frente a miles de personas y a las cámaras, olvidándose quiénes son.
De la misma manera, el toma y dame del jefe de Gabinete de la Nación, Aníbal Fernández, y el vicepresidente Julio Cobos, a quienes todavía no vi sentados frente a frente debatiendo como quienes son, pero si los vi armando páginas de Facebook para denunciarse mutuamente y hablar el uno del otro como doña Rosa y doña Catalina, una de otra, en sus propias esquinas en el barrio, o como los Spallanzani en su radio favorita en Iguazú culpando al intendente Filippa hasta del mal tiempo, y este haciéndole oídas en un discurso de inauguración, casualmente como la presidenta de todos los argentinos… y argentinas, perdón, no quiero que la primera mandataria se ofenda.
Sinceramente me hacen recordar cuando dentro de mi mente solo tenía a mi compañerito de preescolar a quien la maestra le prestaba más atención que a mí, y yo hablaba mal de él aun cuando estaba solo en el baño. Sólo que hoy con un poco más de años encima, me causa vergüenza y cuando tengo alguna diferencia con alguien lo llamo y le digo lo que pienso, y no pido la presencia de cámaras de prensa para me escuchen hasta los niños a quien después les digo que tienen que ser democráticos y aceptar con madurez que otro piense lo contario, porque ya tenemos 200 años de vida.

jueves, 25 de marzo de 2010

¡Guacha a los padres!

Los mendocinos encontraron la manera de enfrentar el problema de los gurises menores retobados que no tienen control ni se puede controlarlos. No es que descubrieron la pólvora, les digo, pero fueron los primeros que se animaron a poner en papel lo que muchos, pero muchos argentinos hace tiempo pensamos, y queremos que suceda: castigar a los padres de los gurises.
En otras palabras, hacer responsables a los responsables. Para esto, algunos legisladores mendocinos presentaron un proyecto de ley que establece multas y trabajo social forzado a los padres de los menores que ingresan ilegalmente a los clubes nocturnos bailables, toman y compran bebidas alcohólicas, se ratean de las escuelas, o hacen lío en las calles.
La multa puede llegar a 3 mil pesos, dependiendo en qué delinquen los gurises, y el trabajo social obligatorio puede variar desde pintar una escuela hasta cortar pasto en las veredas, todo bajo la fuerte custodia que corresponde, y bajo la pena de cárcel por no cumplir con alguna de las penas.
Esto, como dice la ley, lo deben cumplir los padres a quienes corresponde la responsabilidad de la educación moral de los jóvenes. Según se sabe, el proyecto de ley no prevé un juicio previo sino que bajo la prueba de delincuencia en el acto (in fraganti), el menor es detenido hasta que el padre o tutor venga a retirarlo, y allí se le notifica la pena que debe cumplir el padre del infractor.
Perfecto. Nada mejor que eso.
Simplemente excepcional, porque el gurí está bajo la custodia de sus progenitores o tutores desde que tiene cero años. Es decir, todo lo que es cuando tiene cinco, ocho, doce, quince, y diecisiete, es total responsabilidad de los que los tuvieron como hijo o hija desde que vio la luz de este mundo por primera vez y no sabía lo que era una play, una wii, una tele, un celular, o un Black Berry. Entonces, el argumento actual que afirma: “no sé qué hacer con el nene, está incontrolable”, o “la nena se tira cada día un vago diferente y bueno es así, los tiempos cambian”, o “hoy es diferente, los chicos vienen más vivos”, o “el nene violó a la vecinita con su amiguito, jajajaj, ¡qué terrible que es!” o “una birrita no le hace mal a nadie, dejále que tome” o “el se fuma su fasito como todos, ¿qué tiene de malo?” o “no seamos milicos, che, hoy estamos de mente más abierta” o “¿para qué le voy a enseñar que haga todo lo bueno si después el compañerito de la escuela le enseña todo lo malo?” o “yo lo eduqué bien pero la sociedad lo cambió”, no tiene ninguna validez, sencillamente porque si hoy no podés hacer nada con tu nene es porque nunca lo hiciste y dejaste que te domine y haga lo que quiera desde que tiene cero años, y si tu nene mató al otro chocándole con la moto cuando tenía dieciséis años es porque vos le compraste la moto y le dejaste andar como un animal por la calle.
Es verdad lo que dicen los defensores de los derechos humanos: el menor no tiene la culpa de haber sido maleducado. La tienen los padres. Ojalá los mendocinos nos den el ejemplo y aprueben la ley. ¡Guacha a los padres!

viernes, 12 de marzo de 2010

Iguazú, un desagüe tapado

“No hay que tenerle miedo a la crisis de la demanda” –dijo el gobernador a Lavozdecataratas en el Radisson Montevideo, después de ofrecer su discurso de presentación del Destino Misiones ante los agentes de viaje y prensa orientales. Ocurrió que, aunque no podríamos estar más de acuerdo con este concepto expresado por el mandatario, Lavozdecataratas le planteó una de las necesidades más importantes que aparece como consecuencia del progreso: la mano de obra.
“El inversor se adapta a la crisis de la demanda, el problema es cuando no hay demanda, cuando tus hoteles están vacíos y tus restaurantes no tienen gente, por eso vinimos a provocar demanda”, continuó Closs su respuesta, dando también una fuerte carga de verdad a la que nos tiene acostumbrados este gobernante, que a diferencia de muchos otros anteriores, y actuales también, denota conocimiento sobre turismo a la hora de hablar. Y en realidad no es que él haya descubierto la fórmula mágica ni que tenga la verdad absoluta, sino simplemente es notable que su gestión, equivocada o no, al menos hace lo que predica.
Sin embargo, nuestro inquieto espíritu periodístico, por más que sea favorable a la búsqueda de la demanda practicada por el gobierno provincial y concuerde con la afirmación que el inversor se adapta a la demanda, insistió inquiriendo sobre la responsabilidad del estado en la previsión de mano de obra a través de la educación más allá de las largas escuelas técnicas, principalmente en oficios que suplan al mantenimiento de los hoteles, restaurantes, y comercios que, afortunadamente, hoy están llenos en Iguazú, pero que a la vez sufren una cada vez más notable escasez de mano de obra calificada para su sostenimiento edilicio.
Y es verdad, señor gobernador, el inversor se adapta a la crisis de la demanda: en el caso de Iguazú pagando 50 pesos el simple cambio de una lámpara o 500 pesos la pintura de cinco metros cuadrados, si es que se tiene la fortuna de conseguir un electricista y un pintor calificados justo en el tiempo y forma que se los precise. Pero no creemos que usted se refiera a esta adaptación que el inversor –y todos los vecinos de nuestra ciudad –deben sufrir, porque en Iguazú quizás la demanda turística sea más vertiginosa que en el resto de la provincia, sino que creemos que aún no le han informado cuán difícil es conseguir en la capital del turismo un solo albañil confiable, un carpintero realmente capacitado, un plomero que arregle y no rompa peor las tuberías, o un técnico en refrigeración que esté disponible cuando el calor no puede hacer esperar a los turistas ni a los vecinos.
Ante este planteo usted nos dijo: “la salida es proveer capacitación rápida de tres o cuatro meses en oficios y el control de calidad, pero todo llega a su tiempo”, y otra vez estamos de acuerdo, pero, aunque sonemos impacientes, no creemos que es hora de esperar, porque apoyamos la idea de la prevención y no la de la cura. Disculpe, es que el tiempo al que hace referencia ya llegó a Iguazú, y tal vez ya sea tarde para algunos que no logran recuperar lo invertido inicialmente porque deben invertir cada mes casi el mismo monto capacitando a sus mozos para que atiendan las mesas y a la vez destapen desagües, sin decir el pago de la demanda de un turista al que se le cayó encima una ventana mal puesta, y sin dar detalles del caso fatal de electrocución ocurrido en nuestra ciudad.
Al mismo tiempo, sin embargo, queremos aclarar que no hacemos responsable absoluto al estado en este problema, y mucho menos a su gestión que ha apostado y progresado en la búsqueda de la demanda turística, pero sí reclamamos “la responsabilidad compartida” tan mentada por usted en cada intervención ante la misma gente que lo eligió y ante el inversor que se beneficia con la creciente demanda. Y también es porque creemos que Iguazú llena de solamente técnicos y licenciados en turismo puede terminar siendo una ciudad sumamente amable e intelectual, con paredes mal pintadas, cortos circuitos, desagües tapados y olor a caca.

sábado, 13 de febrero de 2010

Gracias gordito


En un momento dado, cuando el día parece terminar con el mundo, este gordito hawaiano, Israel Bruddah Iz Kamakawiwo’ole (1959-1997), me hizo soñar con los sueños que una vez soñé, y me hizo recordar que todo lo que me atreví a soñar algún día se hizo realidad, y lo que hoy sueño, también lo será.
Gracias, gordito. Te veo en aquel lugar, allá sobre el arco iris, en donde no hay edad, ni tiempo, y la apariencia de morocho obeso, y negro pelado, no interesan, porque más valen la suave voz y los simples acordes del amor.

Que disfruten: http://www.youtube.com/watch?v=0ltAGuuru7Q

Somewhere over the rainbow

Somewhere over the rainbowWay up high
And the dreams that you dreamed of
Once in a lullaby I
Somewhere over the rainbowBlue birds fly
And the dreams that you dreamed of
Dreams really do come true ooh ooooh
Someday I'll wish upon a star
Wake up where the clouds are far behind me ee ee eeh
Where trouble melts like lemon drops
High above the chimney tops thats where you'll find me oh
Somewhere over the rainbow bluebirds fly
And the dream that you dare to,why, oh why can't I? I

En algún lugar sobre el arco iris

En algún lugar sobre el arco iris
Allá en lo alto
Y los sueños que alguna vez soñaste
Con una suave canción
En algún lugar sobre el arco iris
Vuelan pájaros azules
Y también los sueños que soñaste
Los sueños sí se hacen realidad
Quiero despertar algún día que sobre una estrella
Donde las nubes estén muy lejos detrás de mí
Donde los problemas se disuelven como gotas de limón
Muy alto, más allá de los topes de las chimeneas, me vas a encontrar
En algún lugar sobre el arco iris, donde vuelan pájaros azules
Como los sueños que alguna vez te atreviste a soñar, ¿por qué no?, ¿por qué no podría yo?

domingo, 7 de febrero de 2010

Otras Cataratas


En todo este incomparable planeta azul, por su 70 por ciento de agua, existen miles de cataratas que suenan trayendo historias de corriente arriba, y generan en todas la superficies que tocan moldes distintos, a veces causando destrozos, otras inundando, y en ocasiones causando pánico. Yo prefiero quedarme con esta voz, de estas cataratas, que me enseñaron que con las caricias se moldea mejor, aunque por momentos duelan.
Es así como decido comparar de qué manera suelen contarse las historias, los cuentos, la información.
“Como el agua –un día me dijo mi abuelo –que es la piedra más blanda, cualquiera puede elegir como moldear la roca”. Era muy chico para entender la reflexión, pero por suerte nunca la olvidé, quizás porque la única virtud que me regaló Dios es la memoria, y tampoco es tan buena que digamos. Sin embargo, el recuerdo alcanzó para que las palabras de ese paraguayo medio guaraní medio criollo me retumbaran una y otra vez, hasta que un día me encontró pensando en ella en el balcón del Mbiguá, del circuito superior del Área Cataratas.
Allí creo haber entendido, al mirar apoyado en las barandas que dan hacia las rocas antes que el líquido se desplome, que el agua puede ser la mano más suave de un artista pacientemente enamorado, que da forma a su arte en la dura roca hasta que a la vista aparezcan sus rasgos delicados sin asperezas, sin puntas agresivas, con sólo finas curvas que hacen olvidar el peligro y llaman a la sensualidad. Y a la vez, fuera de control, la misma agua, puede transformarse en un violento agresor que solo destruye a su paso, trayendo oscuros sedimentos arrancados sin consideración de inocentes islas, bordes, riberas, costas, árboles, y almas, que antes soñaban con el tierno paso de agua clara.
De la misma manera ocurre en nuestra vida cuando nos toca elegir qué tipo de agua ser: la del artista enamorado o la del violento agresor. Es por eso que a la hora de contar historias, cuentos, información, datos, o simples anécdotas, debemos recordar que dependiendo de qué manera desplacemos nuestra agua hecha palabras en nuestra voz, vamos a lograr como resultado una obra de arte o un terrible desastre. Y esto no significa disfrazar o no las verdades, porque eso sería cambiar de líquido, es con la misma agua que se llega a las caricias o a los golpes, todo depende del que decide cómo usarla.
Así también nosotros resolvemos qué cataratas entre las miles que hay en el mundo queremos seguir, preferir, ver, escuchar, o leer, porque al fin y al cabo terminamos siendo lo que consumimos, y a lo que más tiempo dedicamos le debemos luego nuestra forma de ser.
Yo, aunque tenga mucho que aprender de la roca más blanda, y habiendo vivido y experimentado la propia tierra de las cataratas, prefiero quedarme con esta voz, de estas cataratas, que me enseñaron que con las caricias se moldea mejor, aunque por momentos duelan.

sábado, 30 de enero de 2010

Artistas de baños públicos


Hace un buen tiempo, sin mucha inspiración que avalara mi argumento, me lancé a la búsqueda de la definición de aquellos que eligen expresarse anónimamente en donde quiera que se les brinde la oportunidad. Y después de haberlos observado, atónitamente por momentos, y hasta imitado en ciertas ocasiones, decidí señalarlos, por la cantidad de obras encontradas en estos ineludibles rincones, como artistas de baños públicos. Aunque debo reconocer, que con el avance tecnológico, hoy también se expresan en espacios virtuales.
Son, y lo digo odiando las generalizaciones, esa clase de artistas que deambula cargando bolígrafos, lápices, correctores, o algún elemento cortante que le permita exponer su obra en cualquier tipo de superficie. Estas herramientas, obedeciendo al estricto anonimato, no son fácilmente visibles, excepto que alguna de ellas pueda pasar desapercibida como una más utilizada por todos. En especial, y aunque sus habilidades varían desde la escritura hasta el dibujo y la escultura, se distinguen por hacer público pensamientos escuetos que involucran a terceros de cualquier edad, sexo, raza, religión, cultura, y especie. Esto, así como otras características, denota la amplia preparación de estos peritos de toilettes en todos los temas: ciencias, y pensamientos existentes en este universo, en los demás conocidos, y los que restan conocer.
Tal es su erudición que me he topado, mientras sentado despedía algún amigo entrañable, con frases tan envidiablemente inspiradas y a la misma vez denunciantes, como “Hugo puto” o “Filippa chorro”, que delatan sin más preámbulo que una vuelta de puerta, que estos creadores sanitarios gastan eternas horas de lectura y estudio sociológico para definir con una palabras a cualquier persona.
Como es costumbre, he buscado vanamente en las primeras oportunidades, la firma del creador en algún rincón de la obra, hasta que aprendí que tan impresionantes declaraciones no deben llevar ninguna identificación porque, según me confesó uno de ellos, la creación debe brillar sola.
Lo mismo sucede, me comentaron otros de estos artistas, con los que tan gentilmente ofrecen servicios por otros u otras, anunciando “Soy Hugo, me gusta el sexo con hombres, llamáme” y tan generosamente publican el número telefónico del interesado o “Soy Brenda, y quiero sexo con varios a la vez”, y también el número, el msn, y el mail. Lo único interesante de este último caso es explicar cómo Brenda pudo llegar hasta ese lugar del baño de hombres para ofrecer su servicio. Claro, en mi caso, por ser mucho menos erudito que estos artífices, entendí por la explicación de ellos, que algún artista anónimo de alma gentil lo hizo por ella, inclusive con algún retrato promocional de Brenda. Los demás, quizás menos caballeros, se dedican a añadir frases publicitarias de la oferente, como “linda putita” o “no te vas a arrepentir, no sabés cómo se mueve”. Todos sin firma del autor, claro.
Así también ocurre con aquellos que deciden rubricar su obra, me explicaba un experto. Y es porque se expone con un pseudónimo, que a la vez casualmente es el nombre de otro artista. Empíricamente aparecería como “Daniel qué rica estaba anoche tu mujer”, Claudio. Entonces, me alumbraban, Daniel es el real y Claudio también, pero el artista inspirado sigue siendo anónimo, como los otros que adhieren comentarios célebres a lo denunciado, como “la tuya también Claudio” o “por qué no se agarran entre todos”, y líneas por el estilo.De esta manera pasa también con los artistas que prefieren explayarse con temas menos escabrosos y de sentido sexual, y se diferencian publicando sus obras y brillantes pensamientos en sitios virtuales. Estos, aunque se inclinan más por la política, la economía, la sociedad y hasta las ciencias, igualmente respetan el anonimato “para que su obra brille sola” o firman con pseudónimos populares como “vecino”, “NN”, “Observador”, “Casca”, “El ojo detrás de la montaña”, “Platero y yo”, “Yo”, “Platero”, “Escapellato”, simplemente para que sus inspiraciones, obras, relatos, cuentos, y hasta amenazas le provoquen cierta sonrisita aprobadora cuando se reúna con sus colegas virtuosos a hablar del tema, igual que cuando nos reíamos a hurtadillas en el recreo de la escuela porque habíamos escrito en la puerta del baño “el director se la come”. ¡Qué satisfacción tan distinguida, que solo los artistas de baños públicos podemos sentir!