domingo, 23 de junio de 2013

¡¡Ya pe votáma!!

Sin imaginar tan siquiera lo que ocurría en verdad, correteaban con alborozo alrededor de una inmensa parrillada los peones de varias estancias, en los años cuando más o menos ya comenzaban a saber de qué lado era Misiones y donde terminaba Corrientes.

Esta vez no había carneada en masa ni era el cumpleaños de algún patrón sino que era la época de la votación, y eso significaba festejar con una gran asado el orgullo de ser  argentino, y un trabajador peón, libre, con derechos y deberes que hacen grande a la nación.

Así les animaba con su discurso el patrón que les juntaba para avisarles que había llegado el día de hacerse respetar con el voto, que es su decisión, y que cada uno estaba invitado con su familia a celebrar la gran ocasión.

Cada cual, con orgullo, llegaba esa tardecita al rancho para contar a la familia sobre la invitación, y empezaba una correría para preparar la bombacha blanca, el vestido, la alpargata,  y la bota con espuelón, y había que avisar al que no estuvo, organizar la faenada, sazonar el vaquillón, juntar la leña, asegurar por lo menos una guitarra y un acordeón, apuntalar la mesa larga, y preparar el terreno para el fogón.

Quienes llevaban en la espalda más de una votación, como los que hoy hablan sin ruborizarse dando grandes consejos, antes eran los que mandaban coordinando la organización. Era un orgullo inigualable para cada peón hacer la fila frente a una mesita para entregar su libreta cívica con emoción. El que era extranjero, todavía sin los papeles pero igualmente trabajador, miraba con envidia y atención cómo uno a uno se acumulaban los documentos en un cajón.

En una carreta con techo, bien limpia, el mismísimo patrón iba a llevar esa caja cargada hasta el centro de votación. Más de uno, de los que allí estaban, sin siquiera comprender la situación, y viendo cómo se iba su documento en aquél carretón, pensaba que algún día iba a contar la primera vez que votó.

Así empezaba  nuevamente la espera. Al otro día había que tener el asado listo para cuando llegara el patrón. La noche pasaba sin apuro, y con las primeras luces del sol, ya empezaba a moverse la estancia, mientras lejos en el pueblo ya se había decidido el destino de la nación.  

Cerca del mediodía, cuando veían en la distancia parado en el estribo de la carreta al patrón, todos se paraban para formar un semicírculo de recepción, y cuando escuchaban: ¡¡¡¡ya pe votáma!!!!, que significa “ya votaron” en guarañol, comenzaban a soltar el sapucái general de emoción.

Se formaba la fila para recibir de nuevo la documentación, y cada cual al ver en su libreta el sello de la votación, pegaba un alarido ¡¡¡ooohh mitá el patrón!!!, sin imaginar siquiera a quien habían votado o cuál fue su decisión.

Cualquier coincidencia con la actualidad, es pura imaginación.