jueves, 29 de septiembre de 2011

Ya no leo más

“Ya no leo más”, me dijo, “no hace falta”.

Tiene doce años y estudia en una escuela pública en algún lugar de la provincia. Me contó que las tareas generalmente las hace un par de horas antes de ir a acostarse la noche anterior al día de entrega, porque “googleás lo que necesitás y listo”.

-Pero, ¿no les hacen leer algún libro?, ¿no se te complica después cuando tenés que explicar de qué se trata? –pregunté inocente.

-No, le verseás un poco sobre lo que viste en Internet y ya está…

Claro, pensé, es lo que hacíamos antes cuando leíamos un rato antes de pararnos a decir la lección oral, que según me contó este alumno, tampoco es que hoy uno se tiene que parar a decir la lección frente a todos.

-Eso es re viejo… ahora es todo por Internet, y responder en una hoja.

-¿Nunca se paran a decir una lección? –pregunté otra vez, acentuando mi ingenuidad.

-Sí, a veces cuando algún profesor se enoja, tenemos que pararnos ahí frente a todos, re bajón… pero zafás porque le verseás igual… pero los que no saben hablar se cagan…

No sabía cómo reaccionar, en serio. No sabía si reír por lo simpático de mi jovencito interlocutor o llorar por la realidad que me abofeteaba. La falta de preparación actual para expresar un pensamiento no es de mi desconocimiento, por mi experiencia de docente y comunicador.

Sabía y sufro la casi insostenible realidad que cachetea con adultos que apenas hilvanan una frase o una idea con buena dicción, e igualmente llegan a ser autoridad de un pueblo o dirigentes nacionales; y con verborrágicos que están convencidos que hablar mucho y con términos rebuscados es hablar bien, comunicar, y saber de lo que hablan.

Es decir, lo de “hablar mal” no es nuevo. Sólo que unas décadas atrás la vergüenza bloqueaba a los caraduras, que pensaban diez veces antes de salir delante de una cámara, sentarse frente a un micrófono radial, enseñar, o hacerse el político que sabe. Y esto quizás porque buscar información sobre algún tema era un trabajo un poco más arduo. Había que caminar hasta alguna biblioteca, leer cada página para encontrar el dato preciso, y luego escribir a “Birome” un resumen de lo leído.

-Ah, pero hoy hacemos también eso… ¡no podés ser tan viejo! Hoy cuidamos el medio ambiente, para qué vamos a hacer libros con papel que se saca de los árboles –me hizo reír mi amiguito.

-Es cierto –le dije –el tema es que ahora vos ponés las palabras que buscás en el buscador y el trabajo de “búsqueda y lectura” lo hace Internet, no vos.

-Y bueno… pero antes se lavaba la ropa a mano y ahora hay lavarropas… ¡modernizáte loco! –me hizo reír más.

-Pero eso no quiere decir que las personas saben lavar la ropa –le provoqué.

-Porque no hace falta, papá, por eso te dije que no leo más, ¡porque no hace falta!

Es verdad, reflexioné. ¡Qué boludo soy! ¡Cómo no me voy a dar cuenta! Hoy no es necesario leer libros tangibles o virtuales, buscar e investigar para saber realmente de un tema, porque para ser reconocido y lograr un cargo importante no hace falta. Con versear un poco con lo que viste en Internet ya está. ¡Cuánto tiempo perdí!

miércoles, 7 de septiembre de 2011

La gurisada y la política

Es común escuchar que a los adolescentes-jóvenes no les interesa la política. Lo dicen ellos mismos y los adultos lo reafirman acusándolos de desinteresados, indiferentes, vanos y superficiales.

Algunos, un poco más blandos, los excusan diciendo que por cómo está la política hoy no les puede interesar mucho. Otros, de esos que buscan culpables por todos lados, dicen que el desinterés de los chicos en realidad se basa en los malos ejemplos dados por los políticos. Hay también quienes gustan comparar con “antes” y dicen que la indiferencia juvenil es actual, y que “antes” no era así.

Diga quien lo diga es fácilmente notable que “hablar de política” no está en los primeros puestos del ranking de interés de los jóvenes. Ellos califican el tema como aburrido, complicado, sucio, abusivo, y dicen que la política está llena de ladrones y mentirosos. Y estos calificativos tan duros, disparados por la gurisada cada vez que alguien le habla del tema, hacen que pensemos en cómo sacan conclusiones de la política sin querer hablar y sin saber de ella.

De algún lado les llega información al respecto. De alguien escuchan sobre el tópico. Los simplistas hacen responsables directos a los medios de comunicación, mientras los complejos analizan un maraña social holística que cría en los jóvenes un anticuerpo contra la política a medida que crecen y se contaminan con su entorno.

Lo cierto es que aunque la ciencia, o el arte, que busca el bien común no interese a los jóvenes, éstos no pueden desligarse de ella. Cada vez que suena el despertador para ir a la escuela, deben entregar tareas, pagan el precio de las gaseosas, de la yerba para el tere, de las hojas para la carpeta, del pasaje del colectivo, se asustan por los secuestros, festejan el triunfo de algún partido de la selección de fútbol, y piensan en qué universidad estudiar, la política los rodea, los engulle, los digiere, los forma, los envuelve, les domina, y les atrapa en cuanto asunto a ellos se les ocurra tocar, aun cuando aseguren que no les guste hablar de “eso”.

Así al salir del cascarón escolar se sorprenden al notar que las políticas educacionales, económicas, deportivas, sociales, de transporte, de vivienda, de turismo, de consumo, y laborales, les acechaban desde que se levantaban para desayunar algún producto nacional o importado hasta cuando iban a bailar a algún boliche con happy hour.

Es así como llegan desnudos y desarmados a la edad de votar. Se arrastran hasta los cuartos oscuros –las mismas aulas en donde la política es una prohibición –y hacen ta-te-ti como en la prueba de elección múltiple de estudios sociales cuando le pedían que elijan de una lista de cuatro: Silvio Rodríguez, Ernesto Sábato, Charly García y Alberto Sileoni, para mostrar que sabían quién es el ministro de Educación nacional.

Eso es responsabilidad del estado (para no decir políticos), saltan rápido los adultos para excusarse ante la contundente realidad de que nunca hicieron al menos un intento para explicarle a la gurisada que ¡ellos mismos eligieron al estado!