domingo, 26 de diciembre de 2010

En una lluvia de estrellas

Entre una lluvia de estrellas viene el amor
trae abiertas las alas y el corazón... bom bom
trepado por los techos repiqueteo
calzado de alpargatas alguien lo vio por ahí
Dicen que, que cuando llegue
le van a dar, le van a dar
Dicen que, que cuando llegue
le van a dar, le van a dar
Mucho palo pa' que aprenda
mucho palo pa' que aprenda a no volar a no volar
a no volar a no volar
Mucho palo pa' que aprenda
mucho palo pa' que aprenda
a no volar a no volar
trepado por los techos repiqueteo....

(Olimareños)

viernes, 24 de diciembre de 2010

Imaginación

Puedo comparar Iguazú y Colonia prácticamente en todo lo que sucede a nivel social, laboral y cultural. Iguazú fue parte de un litigio entre Argentina, Brasil y Paraguay, cuando Misiones era en realidad una tierra olvidada por los tres, pero codiciada por los tres. Brasil, desde sus inicios, siempre quiso expandir su imperio, y no le costaba ningún disimulo tan siquiera invadir cualquiera de las tierras que le rodearan. Por eso, idearon muchas maniobras –entre ellas la guerra de la Triple Alianza –para quedarse con miles de hectáreas de sus vecinitos, como gran parte del Pantanal y el norte paraguayo, y en otras movidas con pedazos de Bolivia, de Perú, de Ecuador, Colombia, Venezuela, las Guayanas, y claro, de Argentina y Uruguay también.
En esos años, Iguazú y parte de las Cataratas fueron salvadas para Argentina por un arbitraje de un presidente yanqui, llamado Hayes, a quien los paraguayos honraron poniéndole su nombre a calles, avenidas, y otras loas porque apreciaron que el gringo les favoreciera con varios pedazos, como Ciudad del Este, y prácticamente todo el Alto Paraná; mientras los brasileños ni lo nombran, y los argentinos, entre ellos los iguazuenses, ni siquiera lo saben, porque si hubiese dependido de los argentinos (porteños en realidad), hubiese dado lo mismo que Misiones fuera de Paraguay, Brasil o Taiwan. Claro que hoy que las Cataratas están como finalistas en la elección de las Nuevas Siete Maravillas Naturales del Mundo, cualquier argentino está muy orgushoso de que sean una maravisha argentina. Demás está explicarte que esa indiferencia sigue igual hoy, un poco disimulada porque ya no nos pueden esconder de Google Earth y porque representamos cerca de 1 millón de votos.
Acá en Colonia ocurrió y sucede casi idénticamente. Siempre fue un trofeo de guerra entre portugueses y españoles. Es que Colonia está estratégicamente ubicada, hoy entre Argentina y Uruguay, y antes entre el Virreinato del Río de la Plata y el Imperio de Brasil. Fue fundada por un portugués, Manuel de Lobos, allá por 1680 –cuando en Misiones los jesuitas ya hacían de las suyas –y luego pasaba de manos lusitanas a españolas dependiendo quién ganara la batalla. Así fue como llegó a los tiempos de don José Gervasio Artigas, sí el papá de nuestro Andresito, quienes aprovechando un poquito de patriotismo de los que se dedicaban a identificarse con escarapelitas y recitaban versitos de Rousseau y Voltaire en Buenos Aires, pudieron hacer que parte de las tierras charrúas se quedaran para el Uruguay, que también en Montevideo tenía a los chupamedias que esperaban que Buenos Aires les diga cuando tenían que orinar y cuando cagar. Y al igual que en Iguazú, un gran porcentaje de los colonienses no tiene idea de estos detalles de su historia, tanto que en las charlas con los turistas me llaman para que les cuente yo qué ocurrió antes.
Entonces, como Iguazú, Colonia siempre fue habitada por extranjeros golondrinas que venían con el séquito alcahuete del gobernante de turno, o por piratas, o por mercenarios que aprovechaban la estratégica ubicación para contrabandear o lucrar vendiendo lo que sea traído de las aguas de Río de Janeiro, las estancias gaúchas, o los petates de la gran aldea, Buenos Aires. (Te aseguro que cualquier semejanza en la descripción con la realidad actual entre Colonia e Iguazú, es pura casualidad).
Por fortuna, la península fundada como Colonia del Sacramento fue conservada de alguna forma, y hoy es Patrimonio Cultural Histórico de la Humanidad. Se la conoce como el barrio histórico, porque actualmente queda como una parte de la ciudad que creció vertiginosamente. Es precioso. Las callecitas adoquinadas, las casas portuguesas y españolas fácilmente identificables, las ruinas de un convento, y de la casa del gobernador, y la catedral, son simplemente atrapantes y son el principal atractivo turístico de Colonia.
Sólo que por mucho tiempo el turismo no representaba el ingreso principal de la ciudad, sino una empresa textil muy grande que funcionó hasta los primeros años 2000, y esto causó que los colonienses no consideraran la atención al turista como esencial. Entonces aún en estos días es preciso explicar que un turista no es alguien que viene una sola vez en la vida y no importa cómo se le trate sino que al contrario la buena atención pasa de boca en boca y termina siendo la mejor publicidad del destino. Además, los servicios públicos y en general siguen siendo pobres, con horarios inexplicables, y con necesidades básicas. Por ello es común no poder cobrar el sueldo porque los cajeros no fueron cargados durante el fin de semana; las oficinas del correo, migraciones, aduana, registros, bancos, y comercios en general no tienen postnets para los pagos con tarjeta, no tienen cambio de caja chica, no se esmeran por mejorar su servicio "porque los turistas vienen igual", y así. Quiero aclararte que estaba describiendo a Colonia, no a Iguazú. Bueno, en realidad a los dos.
Pero hay otro detalle en el que son iguales: son excepcionalmente bellos. Iguazú con su indescriptible selva y sus magníficas Cataratas, sus ríos, sus saltos, su tierra; y Colonia con su preciosa ciudad vieja, sus calles arboladas, su playa, su inmenso río, su historia, y sus impresionantes atardeceres, detrás de sus islas. También toman mate a rabiar, pero lo prohíben en los trabajos, como te conté la otra vez. La gente es amable, generosa, pero muy susceptible a lo que haga y diga el otro.
A veces pienso que a Iguazú le agregaría la tranquilidad de Colonia en donde, aunque no creas, se puede dormir con las puertas abiertas, dejar una zapatilla cara secarse al sol o a la luna sin que nadie la toque, dejar la moto estacionada donde sea con las llaves puestas y encontrarla ahí después de horas de ausencia; y a Colonia le daría la experiencia de la buena gente criolla de Iguazú en el turismo y la magnificencia de su naturaleza conservada.
Por otra parte, puedo describir de una sola vez a los dos para demostrar que cómo se trata el turismo desde el sector oficial es idéntico en las dos ciudades, en donde es mucho más importante respetar los tiempos políticos que las necesidades urgentes… Perdón, me entusiasmé contando hablando, como siempre. Es que la idea de la noche buena, el ambiente a fiesta, y las sensaciones me hicieron creer que me escuchabas atenta con esos ojos hermosos recorriéndome con una sonrisa sugerente, pero el mate caído, el espacio que sobra en la cama, y el silencio a nada, me hicieron notar que hablaba solo, que todo fue producto de mi imaginación.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Días sin vos – Decir, sin decir

Adonde quiera que voy disfruto de los dichos y expresiones típicas que dan vueltas entre las conversaciones, vagando en el tiempo con una enorme carga cultural, que vive sin fin de boca en boca, de charla en charla.
Vos sabés que me gusta prestar atención a eso, y que cuando hablo uso algunas expresiones que robé andando por ahí, y sin darme cuenta me veo explicando con mucho gusto lo que quise decir.
Acá tienen muchísimos regionalismos que cada uno reconoce y decodifica naturalmente, no sólo por la costumbre de charlar con ellos sino también porque las palabras viven, aunque para algunos son simples códigos fríos y muertos, que sirven a su propósito y vuelan para desaparecer.
"¡No seas malo!" es una estas expresiones que utilizan constantemente cuando quieren expresar que no pueden creer algo que alguien hizo o que causó. Y como generalmente no se puede creer lo que algunos hacen o dicen, entonces la expresión aparece a menudo y transforma en "¡n’ sea maa!", algo que ocurre en muchos dichos populares del castellano, en los que algunas sílabas desaparecen o son tácitas.
A nosotros nos pasa con "ta’ loco vo’" o con "yaguá" que se convierte en un "yág!" cuando hablamos rápido, o con "itavýa" que se transforma "juíta!", y así sucede que los que nos escuchan piensan que estamos hablando en otro idioma, o que todas las palabras que usamos son de origen Guaraní. Debe ser difícil para alguien que se instala a vivir en Iguazú o en algún otro pueblo de Misiones, y se rehúsa a interpretar nuestro lenguaje. Quizás como lo es para cualquier misionero que no quiere entender el lunfardo de alguna otra provincia.
Así pasa que cuando queremos explicar algo y tenemos en frente un público diverso, utilizamos el castellano más "común" que podemos para ser comprendidos por todos. Pero el inconveniente aparece justamente cuando ni el español más conocido o simple cae en oídos que pretenden escuchar sólo lo que conocen y desprecian cualquier otra expresión.
Recuerdo que frecuentemente hablábamos de esto, y me gustaba contarte las veces que intenté mejorar la comunicación en los lugares en donde trabajé, y que desafortunadamente mi precario castellano, quizás el más común de todos, solía caer en oídos que hacían que entendían guaú, pero en el momento de aplicar lo compartido se hacían los ñembotavy y la comunicación seguía igual o peor. Entonces, si bien las formas son muy importantes, y la responsabilidad en la comunicación es compartida entre el emisor y el receptor, las expresiones, sean cual fueren, son las menos culpables, porque explicar lo que sea tiene miles de figuras y orígenes, y puede variar de kilómetro a kilómetro y de persona a persona en el mundo, al menos que se quiera expresar un "te amo", la única expresión universal que se dice sin decir.

domingo, 19 de diciembre de 2010

Días sin vos – Cerca

Sabía del fam tour, claro, porque en todo el hotel se hablada de eso y nos preparábamos. Venían todos los operadores más importantes del Mercosur, y la empresa invirtió bastante como para impresionar, pero no sabía que venía ella. Por su puesto que este tipo de inversiones se hacen a grandes escalas porque es para grandes clientes. Sirve, lo hablábamos siempre, para abrir nuevos mercados, premiar a los que mejor venden, y hacerse conocido.
Este hotel, de verdad, es lindo, pero todavía desconocido e imperfecto, como todos o la mayoría. Así opinan todos los que lo conocen. Y te cuento que acá también se dan cuenta que no utilizan o no saben utilizar a la prensa adecuadamente para hacerse conocer, y eso causa, exactamente como en Iguazú, que aparezcan todo tipo de periodistas "especialistas en turismo", que ni siquiera saben la diferencia entre atractivo y destino. Así, este hermoso hotel es solamente conocido entre los que lo visitan y cuentan de él. A ella también me dijo que le gustó mucho. Pero hasta que hablamos pasó un poco de tiempo.
La tuve a metros primeramente, quise saludarla, pero se me escabulló. Entonces me acerqué con unos dulces para que supiera que estaba ahí, y le dejé un mensaje para que nos encontráramos al día siguiente en el área de piscina.
Cuando entré al otro día, estaba lamentando que el tiempo estuviese nublado y ventoso, y que la mayoría del grupo se retiraba temprano en la mañana, por lo tanto sería difícil que nos viésemos. Pero mientras ocupaba mi tiempo en otras tareas que no se pueden hacer en días de sol, me encuentro de frente con ella en el restaurante adonde había bajado a desayunar.
Un abrazo con sonrisas nos unió, que creo fue sincero, casi más que cualquiera de los de antes, y la brisa gris de afuera no impidió que nos diéramos diez minutos frente a frente para porqués y quizás, lamentos, aprobaciones y desaprobaciones, consensos y desacuerdos, sugerencias, y disculpas. Todo con el gran cariño de siempre, que en los memorables segundos sentados, y en los pasos de día nublado hasta el guiño de la luna, me hicieron decir: "Gracias, Patricia, por haberla traído unos instantes cerca".

sábado, 18 de diciembre de 2010

Días sin vos – Sin nada

El silencio siempre me trae las palabras del viento, que son arena y adoquines viejos de una ciudad que nunca se muere. También son las horas que llegan veloces entre atenciones, sonrisas de buenos días y buenas tardes, caprichos complacidos y no, y direcciones a todos y para todos.
El rumor de la mente que deletrea tu nombre traza el día de la nada, mientras la casa sola espera la rutina del mate que tampoco tiene nada. Sillones azules sobre desubicada alfombra roja que acompaña la vida, como la única que acarrea sueños, pero que no vuela por estar atrapada bajo los pies y la soledad.
Letras cruzadas de ensueños perdidos, razones de preguntas interminables, infinita mirada que camina el corazón con la sed que antes pudo ser feliz con gotitas de amor. Así se pierde la señal una vez pedida, porque el cielo está lejos y tiene un color desconocido. El tiempo no corre ni tiene sabor a espera, porque ya no hay espera prometida. Ya no hay ventanas abiertas, todas tienen persianas cerradas, trancadas por reclamos y condiciones, que dejan el aliento con bocanadas a recuerdos de ruta, abrazos de sol, caricias de luna, miradas amanecidas en noches enamoradas, roces risueños de mates incomparables, y ríos de nunca más serán, porque quieren viajar a encontrarse en un cauce diferente, como si sus aguas se transformarán en más dulces en otras cataratas perdidas para suavizar rocas que quizás tengan el tesoro buscado, que este pedazo de madura nunca pudo ofrecer, y dejó sus aguas sin nada.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Días sin vos – Tu piel, mi piel

Dicen que me odian, porque sólo necesito treinta minutos bajo el sol para quedarme morocho, negro para ellos acá. Aunque te cuento que Uruguay tiene muchas personas de origen afro, con un color impresionante, pero más bien en la zona de Montevideo o en los departamentos de su alrededor, en donde la mayoría de ellos deambuló en la época de la conquista y luego la colonia. Se movían más bien en la zona del puerto, y en las estancias del sur del Brasil, y en algunas cercanas a la zona de la capital oriental.
Sin embargo, en Colonia, en todo el departamento y acá en Colonia del Sacramento, la capital del departamento, tiene más bien personas de origen europeo, quienes llegaron en varias inmigraciones de finales del siglo XIX y principios del XX. Igual que en Argentina, miles de italianos, franceses, suizos, alemanes, y españoles, llegaron para instalarse en estas increíblemente ricas tierras agroganaderas. Así que la mayoría es de piel y ojos claros, aunque hoy ya se ven también muchos criollos con la mezcla de colores indescriptibles.
El tema es que como nuestro sector requiere que estemos mucho tiempo bajo la mirada del gran astro, algunos sufren la reacción en su piel mientras otros disfrutamos que nos mire todo lo que quiera. Afortunadamente también gozamos de una brisa constante, desde el inmenso río que trae tus aguas, y con eso los que tenemos la pigmentación del amor de pieles Mbya e ibérica, nos deleitamos viendo la bendición Divina que nos regaló un dorado color barro que aparece ante un simple guiño del sol.
Extraño mucho tu piel. Esa que conozco en cada pliegue, en cada milímetro, en cada roce. Añoro su sabor a mango y su cálida recorrida hasta los atajos más escondidos de mi piel. Suspiro hondo ante el deseo de su dulce humedad de durazno mientras me encierro negándome a dejar ir su frescura de ciruelas. Siempre amaré su suavidad de manzana, sus sabrosos bocados de uva, su sorpresa de yaboticaba, su picardía de nísperos, su complejidad de araticú, y su deseo de sandía.
La extraño porque la amé de mil maneras, la saboreé con ansias, la mastiqué con ganas, la engullí deseoso, la mordí apasionado, la sentí enamorado siendo tuya de sabor a fruta dulce y muy mía de color barro. Te confieso que sueño encontrarla una tarde bajo la misma mirada del sol, y transformar el atisbo de un rayito en una contemplación eterna de la estrella que me diga que tu piel es alegremente mi piel.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Días sin vos – Amar

Cuando voy al trabajo en la mañana me gusta escuchar el silencio que tiene el recorrido por la calle Carlos Maurente, avenida Mihanovich, y finalmente Rambla de las Américas hasta el hotel. Las primeras horas del día generalmente son frescas, pero el sol primaveral regala un toque cálido que permite una remera y una bermuda, mientras el lento pedaleo acaricia la piel hambrienta. Al llegar, tomo tiempo para seguir disfrutando de los dedos del aire que trae el río muy cerca del sector de piscina, con la hermosa cancha de golf a la derecha y la playa a la izquierda.
Cada hotel tiene un horario más hermoso que todos los otros. Vos seguramente tenías un horario preferido allá en Cataratas. En este caso cuando estuve en recepción me embelesaba con el atardecer, que aun en los días de máxima ocupación parecía detenerse en tonos naranjas, rojos, dorados, y hasta violáceos, que atravesaban el lobby principal sedando todo lo que tocaban como la mano de un ángel. Hoy, afuera, en el sector piscina, también me atrapa el ocaso, pero las primeras horas de la mañana tienen una mirada lejana de brisa verde con lago y río, que los pajaritos adornan alegres, invitando arena, agua, y cielo. El día puede ser nublado, ventoso, soleado, frío o caluroso, pero el alba siempre tiene el roce de la paz, que hace guiñar al nuevo día que comienza, como un cómplice que ofrece una salida a lo hecho en la jornada anterior.
Lo que pasó, pasó. Lo que fue, ya fue. Nadie lo puede cambiar. Es verdad. Y un inicio inédito, como un nuevo día, hace esperar la oportunidad que siempre se pide. Por eso seguramente el Creador hizo que la luna barrunte al sol y sueñe los dedos de este en un mimo nuevo. Por eso también seguimos viviendo, por eso seguimos empezando. Y por eso seguramente la vida nos repite que este momento será pasado en pocas horas, y las que vienen tendrán la luna y el sol que dibujen estas, porque justamente lo que pasó nadie puede cambiar.
Quizás por eso, también, en algún momento Bob repitió lo de Malcom "Don’t know your past, don’t know your future". Ellos insistían a los suyos a que conozcan de dónde venían, para saber quiénes eran, y adonde iban. Así pasa también con nosotros en Misiones. Vos más que nadie sabés cómo me pongo con aquellos que no conocen nuestra historia, o con aquellos que dicen saberla para lucrar con ella, o con los que se apresuran a conocer la historia de otro lugar despreciando el origen de "itavy’a", "ñembotavy", "guaú", o "ja ka’ayiú". Alguna vez te dije –como tantas cosas –que justamente esta indiferencia hacia nuestro pasado es la verdadera razón por la que tanto nos cuesta tomar las riendas de nuestro futuro y decidir que en vez de ofrecer bifes de chorizo y tango, tenemos que ofrecer reviro, chipa guazú, mate, polkita rural, chotis, y gualambao.
Nada puede cambiar el pasado. Coincido. Hay que conocerlo, tomarlo, aceptarlo, sufrirlo, superarlo, rasgarlo, para crear el futuro, porque ignorarlo y despreciarlo hace que los errores siempre sean los mismos, por más perdón que pidamos y hagamos que nada sucedió. Es verdad que la tierra se seca luego de las lluvias, y que el viento en un momento para, pero su paso cambia la fisonomía de montañas, que nunca olvidan que por allí pasó el agua y el aire.
Yo también pedí perdón, ¿sabías? Pedí mil veces perdón, y propuse mil veces que sigamos adelante, porque lo que pasó, pasó y nadie lo puede cambiar. Ya está, hay mucho por vivir. Yo fui el que aceptó cada uno de los eternos reproches del pasado, los cambió, y nunca más sucedieron, ¿sabías? Yo fui el que escuchó cada uno de los infinitos reclamos, que se renovaban sin tregua, y hoy sigo sin tener derecho a ningún planteo. Yo fui el que sugirió millones de veces y de mil maneras que se mire el resto del cielo limpio, y no la única nube que había, ¿sabías? Yo fui el que en interminables horas de mimos y roneos repitió hasta el cansancio que era mejor elegir las mismas fuerzas y positivismo que hoy desparramás cuando ya no estoy.
Y yo soy ese mismo del pasado que evidentemente no fue escuchado en ningún decibel, y que no tiene ningún tipo de derecho porque soy egoísta, y me creo perfecto, además no tengo la experiencia psicológica para aparecer en horas vulnerables y hacer alarde de comprender la vida, porque sinceramente no tengo idea de ella. Pero puedo asegurar que estoy lleno de tranquilidad delante de mis días pasados, porque jamás puse la excusa de tratar a una persona como se me dé la gana, porque total no me tiene que entender solo me tiene que amar. Yo soy el que intentó construir el pasado, y creyó demostrar amor ¿sabías? Yo sigo siendo el que nunca merece un espacio como el privilegio de los demás quienes sobre no sé qué criterio sí demostraron amor, compañía incondicional, y apoyo. Yo sigo siendo el que construyó desde la primera mirada inconfundible un pasado de amor, que creó un futuro que nunca te dejará de amar.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Días sin vos – Lluvias y mates

Cuando llueve, el sector de piscina no ofrece servicio. Hoy amaneció lloviendo suave, y el aire me trajo tus manos mientras apagaba el despertador y remoloneaba en los infaltables minutitos antes de levantarme. Las sábanas no son las mismas ni tampoco la ventana que nos regalaba la caricia del sol cuando los abrazos se alargaban hasta el amor, y el mate tampoco se convierte en beso después del primer sorbo espumoso.
El camino hasta la pequeña cocina improvisada ya no tiene repentinos interrupciones de pasión, ni toqueteos risueños, es mas bien un recorrido automático antes que nada para que controle el sueño dentro del baño y ocupe el silencio solitario de la primera cebada sin nadie. Hoy la lluvia cantaba tu nombre con cada gotita, y dibujaba en una tierra extraña, negra, la sugerencia de reviro y siesta entreverada en roneos infinitos.
Edegar tiene turno noche, y llega del hotel cuando yo me levanto, entonces se transforma en mi compañía matera muy desigual a tu figura que llamaba al abrazo a mis espaldas mientras escribía. Él llega cansado y yo sólo existo, así que solo la brisa hace ruido con algún que otro pájaro que siempre alegra la vida. Pero hoy, no estaba él, y la lluvia apagó la brisa y traía de lejos algún hornero feliz por el barro que le provee Dios justo a tiempo. Me vestí sin el mate, y decidí llevarlo al trabajo, por más que en el hotel esté prohibido como en la época de la conquista cuando inclusive la iglesia lo había condenado y excomulgaba a los criollos que lo tomaban. Sólo que esto de hoy es peor que entonces, porque es comprensible que los siempre básicos españoles no entiendan lo del mate, pero que un criollo prohíba a otro criollo tomar el mate que él mismo no puede soportar su ausencia es prohibir justamente aquello que lo hace único y de lo cual se siente orgulloso promocionándolo donde quiera que va.
Me acuerdo que te conté la vez que tuve una no pequeña discusión en el Colegio Americano porque no nos dejaban tomar mate a los docentes, pero nos ofrecían una cafetera eléctrica y todos los elementos para que tomáramos café cuando quisiéramos. Dije en aquella oportunidad, mientras explicaba las razones para llevar mate a pesar de la prohibición, que paradójicamente como la vida misma del argentino, podemos aceptar y hasta incentivar la costumbre del café brasileño o colombiano o cubano o el que sea, y considerar bueno y hasta elegante que se pare a tomar el té inglés o hindú o chino o el que sea, y prohibir algo tan nuestro como el mate, poniendo como excusa razones imbéciles como "el mate reúne a la gente y lleva tiempo tomarlo, por eso genera que no se trabaje", como si el café o el té no hicieran exactamente lo mismo.
Lo más llamativo de nuestra actitud es que las mismas personas que lo prohíben en sus instituciones o simplemente los que condenan el hecho de tomar mate en el trabajo, son los primeros en promocionar la cultura del mate cuando andan por el extranjero y se sienten orgullosos de ser parte del mate.
Así que llevé el equipo de mate al hotel, y mientras realizaba las tareas pendientes en el depósito y hacía guardia para atender a los que tentados por el intermitente sol, venían a aguantar el viento de lluvia en alguna reposera de la piscina. A los demás compañeros les dije que no vinieran, y me quedé pendiente yo. Pude adelantar algo del proyecto de reciclaje que propuse en el primer periodo mío acá, y ordené el mobiliario de servicio mientras pensaba que algún día se sabrá la verdad del por qué tampoco consideraste dejar ganar a la lluvia y el mate para que bañaran la relación de paz. Pero eso no me toca explicarlo a mí. Seguramente, alguien diferente podrá recibir la bendición de ser considerado y disfrutar la paz a tu lado con lluvias y mates.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Días sin vos – Jefe del sol

Hubo una oportunidad cuando tenía nada más que 24 años en la que me tiraron a la arena con siete leones que eran mozos. Cuando digo mozos no me refiero a jóvenes precisamente, sino más bien a trabajadores gastronómicos de años. Fue en la concesionaria del Parque Nacional Iguazú, en el restaurante La Selva. Vos lo sabés. Me viste trabajando ahí cuando fuiste a almorzar alguna vez, y por alguna razón que nunca supiste explicarme, te esforzaste por evitarme.
En ese lugar estuve a cargo del salón por unos meses, y creo que aprendí muchísimo más de lo que pude enseñar. Fue un lapso en el que con poca edad, poca experiencia, poca aptitud, tuve que dirigir a personas mayores que yo y con muchas más lunas que yo. De esa experiencia puedo asegurar que aprendí mucho de todos, inclusive de los más jóvenes, principalmente el trato con las personas. Pero además de las infinitas anécdotas de cada uno. No es novedad que se aprende mucho escuchando a la gente, aun a quienes no aparenten preparación ni tengan instrucción académica.
Recuerdo que este tema siempre fue uno de los que más hablamos, y coincidíamos en la mayoría de los puntos. Más en la razón que dice que alguien preparado no necesariamente es educado.
En esto pienso cada día que trabajo en este puesto, a cargo del desempeño de un sector que tiene nueve personas. Y me acuerdo de aquellos años en el parque, en donde además de trabajar prácticamente con la misma situación, tuve que aprender a callarme y escuchar. Cada uno enseña algo para hacer o para no hacer.
Hoy no sé mucho, pero tengo que enfrentar un puesto de mando que al igual que el anterior que me tocó vivir, tiene como principal base el buen trato, la constancia, y el respeto hacia los subalternos, jerárquicos, y huéspedes, por más idiotas que estos sean. El sector no tiene más secreto que una buena atención al huésped y la constante comunicación con todos los miembros del equipo. Cada huésped, como vos lo sabés muy bien por haber trabajado años en hotelería, tiene su exigencia aparte, y una vez bien atendido puede disfrutar de su estadía. Que falten detalles del servicio no debe ser excusa para no ofrecer una buena atención. El reto es hacer que el equipo atienda bien a pesar de todo.
En los días de buen sol, atendemos a más de doscientas personas, dándole servicio gastronómico y atención general en la zona de la piscina. Los días nublados son mucho más tranquilos, pero igualmente difíciles para mí porque tengo que tener al grupo ocupado. Afortunadamente Dios permite que todo vaya bien.
Cada vez que nos tocan días lindos, la mayoría de los huéspedes disfruta, aunque siempre existe una minoría que encuentra la vida dura, por mirar la única pequeña nube que aparece en el inmenso cielo. Por suerte cuando les hacemos mirar el resto del firmamento, todos pueden ver que es profundo y grandemente bello.
Acá también pienso mucho en vos. No sólo porque extraño contarte todo esto en esas charlas envueltas en cálidas caricias, sino porque hasta cargué música nuestra en el mp3 que suena todo el día en el área de piscina. Así que bajo un límpido cielo, nubes plomizas, o una suave lluvia, sigo recordándote en cada segundo, intento interpretarte, trato de conocerte aún, y sigo amándote, aunque haya huéspedes que también me reclamen que el día no está despejado, como si fuese jefe del sol.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Días sin vos – Solo

Hoy se cumplen quince días desde aquella tarde del 26 de noviembre en la que los minutos no se estiraban porque estaban atrapados en el nudo entre palabras imposibles, enredadas entre el amor lleno de bronca, resentimiento, odio.
Dormí todo el camino hasta el cruce de Piray. Ahí me esperaba mi padre, pacientemente. Yo sabía que él estaba ahí, le había avisado la hora que llegaba, y tenía la garantía que me esperaría. Siempre lo hizo, en cualquier circunstancia, y esta no iba a ser la excepción porque más que yo tuviera 31 años, estuviese lleno de amor y lo hubiese llorado amargamente como un niño que fue herido con lo que siempre soñó, y está solo.
Él sabía que yo había llorado, porque además de su vasta experiencia los ojos me delataban. Pero nunca me dijo nada al respecto, sólo me preguntó cómo estaba y si ya había cenado. Entre hombres es una especie de código no entrar inmediatamente en las emociones. En general se bromea sobre el tema primero, y luego, si se da la oportunidad, se habla, se abraza, y se llora en secreto.
Mi madre me abrazó fuerte cuando llegué, y su instinto la empujó a preguntarme si ya había comido. Luego revisó mi valija por si había ropas sucias, y me entregó una toalla limpia para que me bañara y pusiera cómodo. Estaba en casa.
Pero, no era mi casa. Ese lugar es hoy un refugio, en donde me doy cuenta que con la inmejorable compañía de mis padres y mi hermana menor, estoy solo. Y eso, claro, me trae tu nombre en cada mirada, en cada suspiro. Para ahogarte, aproveché cada minuto de mi estadía allí para crear una zapatera de madera reciclada, un velador de una horma de zapato y una lámpara de un ventilador de techo viejo, y un palo de amasar. Todo a mano, con las herramientas de tallado y mil materiales recuperados, que siempre acompañan mis horas como lo único que tengo.
Les tomé fotos, y le pedí a mi hermana, Gaby, que me sacara mientras los hacía, para mostrarte cuando quieras, para que me creas y para que veas que no hablo al pedo sino que también hago. Pero no voy a incluir las fotos esta vez, porque sinceramente quiero sentir que me creés sin ver. De todas maneras, las tengo para mostrarte en persona.
Mi madre se enfermó en esos días por un eterno problema de vesícula, que esta vez fue secundado por un pedazo de lechón y un vori vori hecho por ella misma. “Ooh mitá Paraguay, república o muerte”, le dije y por enésima vez me acordé de tu risa al escucharte decir eso. Se internó en el Eldorado, y mi padre no se separó un segundo de ella. Mis hermanas se turnaban para ir a verla, y yo quedé mayormente en la casa, solo. También, en algunas tardes fui a verla para hacerle reír con otros comentarios, que afortunadamente obtuvieron reacciones positivas, inclusive de la señora con neumonía que me pidió que parara porque la tos de la risa iba a empeorarle. Nunca sé cómo hacer sólo lo que hace bien.
En esos días me respondieron un mail del hotel acá en Colonia, para ofrecerme el cargo de jefe del sector de piscina con un tentador sueldo. Lo acepté inmediatamente y tuve que viajar. Junté mis cosas –ropa, algunos libros, y la inseparable herramienta de tallado –y me largué a la ruta con nada más que las ganas locas de ver a mis hijas.
Otra vez me dormí casi todo el camino, pero cada segundo me trajo cada segundo al lado tuyo en todos los viajes que hicimos: cada mate, cada foto, cada mirada, cada beso, cada lugar que vimos, cada espacio que compartimos como gusto, cada silencio, cada caricia, cada picardía, cada suspiro, me trajo cada letra de tu nombre.
Al llegar al puerto de Buenos Aires pude subirme al barco que salía en quince minutos, porque por fortuna no había muchos pasajeros. Allí otra vez vi las aguas del Río de la Plata que trae tus aguas, y me vio flotar tres horas para llegar a la ciudad en donde solo tenía ropa, libros, y herramientas.
Nadie me esperó. Me subí a un taxi y me presenté en el hotel. A todos preguntaba si conocían algún lugar en donde me alquilarían sin recibir un depósito o adelanto, hasta que me acordé de Edegar –no es un error de tipeo, se llama así, Edegar –el que me caló la moneda que quiero creer todavía cuelga de tu cuello, cerca de tu corazón. Así que me acercaron hasta la casa en donde él alquilaba y allí le pregunté si todavía quería algún compañero para compartir el alquiler. Con una sonrisa me aceptó sin nada. Entonces acerqué la valija y la mochila, me bañé y esperé hasta las diez de la noche para que me permitieran ver a mis hijas.
Fiorella se tiró a mi cuello, riéndose y gritándome: “¡Volviste, papá, volviste!” y entonces solté el llanto y te amé con todas mis fuerzas, porque su reacción me hizo acordar a tu pasión. Sin embargo, Aymará no me reconoció, no quiso que la tocara, y sacó la carita cuando le iba a dar un beso, y entonces te odié con todas mis fuerzas, porque cada segundo que desgarraba mi alma para entregártela el Carpinchito se olvidaba de mí. Nunca supe si alguna vez comprendiste la dimensión de esto.
Así pensaba esa misma noche, en la que me acosté en la improvisada cama de la casa de Edegar, en donde no estaba tu piel de mango, ni tus caricias de sol. Estaba como estoy ahora regalándote estos trazos: solo.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Días sin vos

No es que mis letras te pertenezcan, es que mis manos son tuyas y lejos de vos quieren recorrer los días que no serán en rasgos que siempre fueron, y en líneas que nunca morirán.
Acá te regalo, como en aquellos balbuceos del Tacuara enamorado, los pasos de estos días sin vos, sin el dulce aroma de tu piel de mango y su roce de lluvia calma. Los rasgos te dirán en qué rumbo caminan mis ojos, bajo que luna busco tus besos, en qué arena sueñan mis pies, después de haberlas desperdiciado en las playas que tanto añoramos.
Con los trazos irán mis horas viviendo con la garganta carente del mate que siempre tuvo sabor a mañana de amores y ocasos de ternura. Irán a buscarte para rodearte de anécdotas conocidas por risas sinceras de origen gurí, de color verde, de color rojo.
Espéralos sin ansias, espéralos deseando, espéralos en silencio, espéralos sin apurarlos, llegarán seguros, sin importar tu soledad o compañía, llegarán aunque no los creas, aunque no los quieras, te buscarán para contarte que ya no será, que fueron sin comparación los rasgos del pincel del amor los que no pudieron hacer lo suficiente, te encontrarán para narrarte que es, hoy, lo que será siempre, sólo espéralos para regalarles tu mirada recorriéndolos, como recorrimos siempre nuestros ojos, aun cuando ningún ojo lo viera.