sábado, 27 de diciembre de 2008

Hoy es diferente: hay interné


Alguna vez pregunté a un cuarentón casi cincuentón cuál era su opinión sobre la diferencia entre los jóvenes de su época y los de hoy. Me respondió muy profundamente: “hoy es diferente”. Como soy medio corto, me quedé con ganas de que me explique más. Entonces insistí en que sí, claro es diferente (por eso pregunté), pero necesitaba saber cuál era su opinión del por qué “el sistema”, “la circunstancia”, “el milenio”, o lo que quieran, hace o hizo que el joven de hoy prefiera dedicarse a crear una dirección en My Space o en Facebook, y no reunirse en casa de fulano para hablar cómo se crea un partido político o una asociación civil para ayudar a los cangrejos y después tomarse un vino en el río más cercano, y al otro día salir a protestar por los desaparecidos. “A ver si me entendés, nene” -me dijo- “hoy es diferente”. Y para no quedarme con que hoy es diferente por eso los chicos son diferentes, le di vuelta y le pregunté qué hacía con los amigos en su época de pibe, cuando tenía tiempo libre. Entonces me empezó a contar todo (esta vez la pegué con la pregunta, pensé). Me contó que iba mucho a pescar -porque los ríos estaban sanos-, que jugaba al “fulbo” -porque había un potrero en cualquier lado-, que se reunía a la noche con los pibes del barrio para charlar sobre minas, política, y cuántas cosas pasaban, reunidos en el “clú”, -porque había “un clú en cada barrio”. Ahí jugaban al truco, renegaban con el equipo del domingo, y organizaban salidas “por ahí, porque todo era diferente entendés, nene” -me explicaba- “hoy vos no podés pedirle a un pibe que haga todo eso como antes porque hoy tienen otras cosas, tienen interné, tienen tele, tienen esos mp3, cuatro, siete, no se cuánto, ¿entendés?”. Y la verdad no entendí mucho, porque no encontré ninguna diferencia entre lo que me contó de antes y hoy: excepto eso de los “clú” en los barrios, porque acá en Misiones no son tan populares. Todo el resto es exactamente igual. Pero según el cuarentón casi cincuentón, seguramente padre de un pibe de hoy, “no se les puede pedir que hagan todo como antes, porque tienen interné”. Entonces le pregunté si eso de no pedirle que hagan lo de antes incluye el pensamiento, la razón, el argumento, la responsabilidad, las ganas de laburar, el interés por el desarrollo social, que tenían antes, y hoy ni siquiera saben qué es.
Hubo un gran silencio. (Metí la pata de nuevo, pensé).
Pregunto, le dije, porque si bien hoy las luces de navidad se pueden pedir por Internet, la navidad sigue siendo la celebración del nacimiento de Jesús. Y si bien, los diarios se pueden leer por Internet, siguen siendo noticias escritas. Y por más que hoy uno pueda escribir un diario personal (como este) en Internet, lo que escribe es de elección personal, propia del pensamiento de cada uno, ¿no? ¿O porque hay Internet y más tecnología hoy -que antes no había- la inteligencia y el pensamiento tiene que ser saber manipular un DVD y no cuántos bloques hay en el Concejo Deliberante?
Quizás metí la pata en serio, porque el silencio se extendió demasiado, y con una mirada que daba miedo.
Hasta que de pronto se me iluminó la cabezota y le entendí al cuarentón casi cincuentón: “claro, hoy pensamos en pavadas y nos dedicamos a hacer lo que todos hacen, por culpa de interné, ¡por eso lo pibes de hoy son diferentes, porque hoy es diferente!”.

jueves, 18 de diciembre de 2008

Al vésre


Una señora una vez escribió sobre un reino al revés, en donde “nada el pájaro y vuela el pez” y “dos y dos son tres”. Y encima le puso música a lo que escribió, y le salió tan bien que a todos les gustó. Es que esta mujer no sólo supo traer hasta nosotros ese mundo que no conocíamos, sino que nos hizo reír con bebés que usan barba y con un año que dura un mes, y todas esas situaciones que para nosotros son totalmente diferentes, porque en nuestro planeta ni siquiera nos imaginamos que “nadie baila con los pies” y que “un oso cabe en una nuez”. ¡Qué mina esta! Me hizo reír en serio. Sinceramente creo que justo antes de escribir recibió un gran golpe en la cabeza y se quedó al revés. Pero lo hizo tan bien que parece que vino de verdad de un reino en donde “hay mil quinientos chimpancés que si mirás no los ves”. A parte tiene una voz tan dulce para contarlo que en vez de convencerte con gritos y ruidos, te vacuna despacito con suaves acordes de guitarra para llevarte a ese universo tan absurdo para nosotros los normales. Creo que por eso nadie le dio un cinco de bolilla. ¡Como se le va a ocurrir semejante cosa! Imagínense un país en donde “un ladrón es vigilante y otro es juez”. ¡Qué tipa loca! Con razón en las casas de música la ponen en el sector de los chicos, porque sólo los nenes se pueden tragar esa bobada. Voy a presentar un proyecto en el concejo para que esa clase de cantautores inmaduros no lleguen a nuestra ciudad a meternos ideas taradas. Total estoy seguro que existen la cantidad necesaria de concejales que van a entender y aprobar por mayoría esta idea de proteger nuestras mentes.

lunes, 8 de diciembre de 2008

Fiestas políticas


“Hoy todo es política”, me dijo uno los tantos choferes de los colectivos locales, que siempre tienen algo para contar. Sólo hay que escucharlos, porque está prohibido hablarles mientras manejan. “Hasta las fiestas están politizadas”, me contó. “Si vos querés un chanchito o un chivito, acercáte no más a uno de los que anda en la política y te consigue”, se reía, mientras yo también, pensando que era una broma. “¡No! En serio”, me aseguró transformando el rostro en uno serio. Fue tal mi consternación ingenua, que además de sentirme un total boludo, reaccioné con una expresión que se me pegó más por influencia de la que persona con quien trabajo todo el día, que por incredulidad: “¡no te puedo creer!”, le dije. Y sí, señoras y señores, ciudadanos y ciudadanas, argentinos y argentinas, ustedes también tienen acceso a estos pedidos especiales. Pero, como principal regla, no podemos publicar quién es la persona que consigue su carne preferida ni su contacto. Usted debe averiguar solo. ¿Cómo?, preguntando como yo. ¿Tiene problemas de timidez?, no importa, consiga alguien que pregunte por usted. Trate que sea del mismo partido. Si le dicen que el que consigue es “un compañero”, no envíe a “un correligionario” para conseguir lo que desea, porque en vez de un chivito pueden mandarle un perro. O si le dicen que todo viene por la vía “Pro”, es porque el origen del chancho es el mismo chiquero que el de los demás, pero lo tiene que ir a retirar en un “chill out” organizado especialmente en un cinco estrellas. Obviamente, para este caso vaya en un auto en buen estado y que no pase de los cinco años de antigüedad. Que no se le ocurra bajarse de un colectivo con una conservadora de tergopol y pedir que le den “el chochan que le pedí al tipo aquel”. ¡No sea ignorante, no se lo van a dar! Todo cambia si el contacto es “un K”. Si es así, no diga que es “peronacho de nacimiento” pero tampoco diga “que tiene la sangre roja y blanca”. Que ni se le pase por la cabeza decir que es zurdo y a la misma vez condene la época infame de la dictadura. No olvide que si quiere ver a su corderito abierto de par en par en su estaca, use frases como: “nosotro’ lo’ descamisados sabemo’ que la casa está en orden con Néstor, ¿viste?” o “todo bien con los del campo ¿viste? -no se olvide de incluir “viste” en todas las oraciones, si es posible sin la “s”-, pero los tipos se zarparon con no mandar la carne, ¿viste?” O también puede zafar si se manda con una como “está bien conservar lo’ bichos, el monte y los hielo’, vi’te, pero tampoco la pavada loco, nosotro’ también nos merecemos una buena vida como los yanquis”. Con esto puede llegar a cenar muy bien en las fiestas. En el caso que no le vaya “la onda política” y se le haga imposible, le sugiero que consiga el contacto a través de un colega, de esos que saben todo y no dominan nada, que gritan para adentro porque por ahí les escuchan, y seguro que llega hasta los más grandes. Bueno, por ahí no le dan el bicho que usted quería, pero seguro va a tener un análisis socio-político-cultural-psico-filosófico como ninguno. Algo es algo. Total las fiestas es para juntarse, hablar un rato, perdonarse, morfar, chupar, y pelearse de nuevo hasta la próxima joda. ¡Qué coincidencia! ¡Como los políticos! ¡Ahora le entiendo al chofer!

domingo, 30 de noviembre de 2008

Sensaciones


Me da la sensación que estamos en una época muy similar a las épocas anteriores, es decir a nuestra historia, esa serie de eventos que nos cuentan los mayores cuando somos chicos y las que leemos cuando somos grandes. Tantas veces en actos, ceremonias, protocolos, conferencias, congresos, y todo tipo de reunión en donde se recuerda mucho, siento una especie de comezón en las entrañas que me dice que todo es igual a lo que se vivió en 1680, 1776, 1810, años en los que también se realizaban actos similares. Digo que siento que todo es igual, porque cada vez que me toca estar parado para cantar el himno -y ahora “Misionerita también- retumban en mi cabezota las palabras de muchos de los presentes, que a la misma vez que aplauden y sonríen, están pensando cosas totalmente diferentes. Si hay algún homenajeado, puede estar seguro que entre sus conocidos y los no tan conocidos, muchos dirán “nadie sabe en realidad quién es este”, o “está todo arreglado”, o “chupándole la media a los de arriba, cualquiera recibe honores”. Si, sí, ya sé, eso no es culpa de la historia ni de los historiadores y que siempre hubo gente envidiosa y malpensada. El tema es que hoy también tenemos gente mal pensada, como Felipe Pigna y Jorge Lanata, entre otros, que “de casualidad” revisando “la sacra historia de nuestro país” además del Boletín Oficial del Gobierno, se dieron cuenta que Domingo Sarmiento no era tan buenito como decía la maestra y los libros aseguraban, y que Cornelio Saavedra era un comerciante-político tan aprovechador y corrupto que compraba voluntades y varias veces le hizo la camita a Mariano Moreno, ese pibe secretarito de quien prácticamente nadie habla en la escuela y en los libros de los grandes sólo le dedican un recuadrito, y quien tampoco fue un santito, y que cuando podía “vacunaba” a los que no pensaban como él, o le mandaba a su amigo Juan José Castelli (¿algún nene de hoy sabe quién fue Castelli?), para que liquidara a los que no amaban la libertad como ellos. Además, estos malpensados y envidiosos Pigna y Lanata, y otros que no tienen nada qué hacer y revuelven detalles de nuestra historia socio-política, también descubrieron que el gran presidente y “primero en registrar la historia oficial argentina”, Bartolomé Mitre, hizo pisar el palito a más de un colega suyo de los países vecinos y especialmente al Mariscal Francisco Solano López de Paraguay, quien le pidió permiso por escrito para pasar por territorio argentino, y Mitre con letra de los brasileros se hizo el sota, dijo que no recibió nada, y esperó que López urgido por defender al Uruguay tocara territorio argentino y le declaró la guerra, que se transformó en la más sanguinaria de la historia regional: “La guerra de la triple alianza”, (pregunto de nuevo: ¿algún padre le habla de esto a su hijo?, ¿le cuenta lo alcahuetes y corruptos que fuimos siempre?). Y de la historia reciente y los políticos y presidentes de años cercanos ni les cuento porque ya saben (¿saben? o ¿el Boletín Oficial del Gobierno será la historia que guíe a nuestros hijos?) ¡Qué extraño, ¿no?! La Gazeta de Buenos Ayres, era el órgano oficial de los revolucionarios, y con el paso del tiempo se transformó en Boletín Oficial del Gobierno. Bueno, por eso tengo esa sensación que los reconocidos y grandes de hoy son una copia de los que fueron antes. Qué envidioso, resentido y malpensado que soy, ¿no? o debe ser que ando filosofando demasiado.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

¡¡Econoqueeeée!!


Ricardinho no habla pero entiende el españou. Digamos que se llama Ricardinho. No porque me lo haya dicho, sino porque parecía un Ricardo brasileño, de esos que se ven caminando por algunas de las calles de esta famosa “frontera caliente”. Pero por más que Ricardinho no hable españou, se mueve y maneja muy bien por toda nuestra ciudad. Conhece tudos os lugares pra’ negociar. Con eso no le hace falta nada más. Él “pergunta” a todos los del otro lado lo que necesitan y se lo lleva. ¿Y la aduana? ¿Aduana?, ¿a receita?, aah nao tein problema nao, porque a gente leva na bicicleta, nao é um trasporte grande, ¿vos me entiende? No, en realidad no, porque las reglas aduaneras son muy especiales y complicadas. Pero no importa, Ricardinho hace el enorme esfuerzo de cargar todo tipo de mercadería en grandes cajas sobre su bicicleta amiga hasta o Brasil, más de 20 kilómetros, para acercar a sus hermanos un precio mais barato. Y así logra hacer una pequeña diferencia que lo ayuda a soportar la crisis económica actual. ¿Está mal también la economía en el Brasil no? ¡Econoqueeeéee!, a gente nao sabe de isso, cara, nos solo vivemos no dia, a gente nao tein tempo para politica, jajajaja. Claro, que boludo, uno siempre preocupado por prepararse y estar al tanto de lo que sucede en todo el país, la región, y el mundo, para poder analizar qué vamos a hacer, se viene fea la mano, ¿y si se va todo a la a la lona?, mientras hay gente como Ricardinho que no tiene tiempo para política porque se muere de hambre. ¿Se muere de hambre? Nao, a gente nunca vai mori de fome aqui, tampouco voceis, lá no Foz temos muitos argentinos o ano tudo, é mesmo, Argentina tein muito dinheiro, cara jajaja. Pero, ¿cómo puede ser, si hay reclamos por todos lados y la pobreza en Argentina es cada vez peor? Sí, es verdad, pero Ricardinho dice que el argentino no dejó nunca de viajar ni a las playas del Brasil ni a ningún lugar, inclusive en las peores crisis vividas a nivel nacional. Un solo dato: ¿saben en qué década se formó la ciudad de Camboriú, Brasil, y con la plata de quién? Nao sei, mais Camboriu e tudo argentino. Sí, y no importa, Ricardinho, no hace falta que lo sepas, vos vivís igual, como se pueda, aunque no sepas qué es la economía, mientras el argentino sabe mucho, es muy preparado, fala bein, é muito inteligente, se queja que no hay trabajo, reclama, es un ciudadano comprometido, el más culto de Latinoamérica, y no anda pasando vergüenza como vos con mercadería arriba de una bicicleta desparramando ignorancia por ahí. ¡Nao entendi nada! jajaja, a gente se ve na praia, o Messi é o melhor do mundo, jajajajaja Nos vemos, Ricardinho. No sé donde, pero seguro vas a encontrar algún economista argentino por ahí, disfrutando su pobreza.

domingo, 9 de noviembre de 2008

Un joven millonario y enfurecido

¡Adiós Cholo!… ¿Hola Tolo? ¿Hola Ramón? ¿Hola a quien?
Las tensiones en Núñez son cada vez peores. Tras haber jugado los primeros 60 minutos de manera excepcional, el pasado jueves el club de la banda se quedó de manera inexplicable fuera de la Copa Nissan Sudamericana, en los cuartos de final contra las Chivas en Jalisco, Guadalajara. Pero en realidad, en tan solo 5 minutos la historia se repitió, como en aquel 8 de mayo de 2008 cuando el combinado del “Cholo” quedó eliminado de la Copa Santander Libertadores en manos del equipo de “Ramón”, San Lorenzo de Almagro, en un partido en el que River se desconcentró unos minutos y fue eliminado prácticamente igual que en esta oportunidad. El equipo intentó de manera continua conseguir un gol que lo clasifique, pero jamás lo encontró y murió de pie como un verdadero grande, a pesar de las soberbias actuaciones de Radamel Falcao García y Sebastián Washington Abreu. Como consecuencia de este trágico resultado y la posición del club en el Torneo Apertura, el “Cholo”, Diego Pablo Simeone, renunció a su cargo de entrenador del club millonario.
Hoy, si bien el presidente José María Aguilar no dio declaraciones acerca del sucesor en el cargo, sabemos que los principales nombres que suenan son los de Américo Rubén "el Tolo" Gallego y Nery Alberto Pumpido, y de manera más lejana Ramón Ángel Díaz, debido a los conflictos que tuvo con la dirigencia millonaria. Recordemos que Américo Rubén Gallego y Ramón Ángel Díaz ya han ocupado este cargo en la entidad de Núñez. ¿Será la solución?
River Plate marcha último con 9 puntos en el Torneo Apertura, cuando se llevan jugadas 13 fechas, y muy lejos de los punteros San Lorenzo, Boca Juniors y Tigre, que suman 26 unidades.
Ángel Cappa, será el encargado del grupo de millonarios que no sabe qué hacer con tanta desgracia. ¿Qué le pasa a este River?, ¿se olvidó de su historia? Esperemos que no. Alguien tiene que calmar la furia de la hinchada.
Rodrigo Grün - 15 años, del Barrio La Loma, Km 9,5, Eldorado, Misiones

domingo, 26 de octubre de 2008

¡Cómo sabe ese nene!


A veces se me ocurre que se aprende más de alguien que no sabe nada que de alguien que sabe demasiado. Digo, porque escuchar o ver -observar- a una persona que “domina” un tema en específico o que “habla de lo que sea” tiene el mismo resultado que escuchar o ver a alguien “que no sabe nada”, y en ocasiones éste enseña mucho más que aquél. Resulta lo mismo, decía, porque el que se explaya en todos los temas existentes con aire de seguro con una humildad que esfuma cuando le argumentás en contra, y el que habla sin cazar un fulbo de nada, demuestran a la misma vez que ambos viven en una nube de flatos. Sin embargo, el que no sabe nada tiene una especie de ángel que le ayuda a por lo menos servir de mal ejemplo. El otro, el que domina todo -guaú- , ni siquiera sirve de mal ejemplo, porque para bueno es malísimo, y para malo está el otro. Se me ocurrió esto porque, sin querer, en estos días escuché decir a un niño de 11 años que no lee los diarios porque no tiene idea de qué es un fiscal, un diputado, un concejal, un legislador, y porque no sabe qué hacen ni qué tienen que hacer. Y por otro lado me escucho a mí y a mis colegas periodistas que dominamos todo, y a los propios legisladores, concejales, y fiscales, que dominan más, y a algunos oyentes súper inteligentes y críticos, que además de conocer todo saben la solución de todo, y descubro que el niño en unos pocos segundos me enseñó más que todo el resto. Confieso que al escuchar al niño decir lo que dijo me embargó una tristeza muy grande, pero no por el niño ni su reflexión, sino por la culpa que me toca como mayor: recién ahora me doy cuenta adónde permitimos que lleven al niño a donde va. ¡No sabe qué es ni qué hace o tiene que hacer un funcionario del estado! Sé que habrá algún lector que dirá: “pero no tiene por qué saberlo”, “depende de la edad que tenga no tiene por qué ocuparse de eso”, “para qué enseñarle, si no sirve de nada”, o “mejor que no lo sepa, así es más feliz”, o quizás “sí, se le enseña, sólo que a los chicos no les interesa”. Y qué tiene que ver esto con el tema de aprender más de los que no saben nada que de los que saben mucho. Bueno, justamente que entre todos los adultos que dominamos los temas del universo no supimos ni sabemos enseñar al niño lo que tiene que saber, y de paso sufrimos nuestra propia inteligencia, dejando que los que no saben nada dirijan nuestro pueblo, ciudad, provincia y país. Y parecerá contradictorio, pero los que dicen saber mucho son los mismos que nos dirigen hoy, y encima elegidos por nosotros, los sabios sabelotodo. Así es como sucede que el niño dirá de memoria la tabla periódica y todo el proceso informático, y nosotros diremos: ¡cómo sabe ese nene, qué inteligente!, mientras en el Concejo Deliberante de nuestra ciudad aprueban otro estúpido proyecto para gastar nuestra plata, y ni el niño ni nosotros nos enteramos. ¡Qué inteligentes que somos!

lunes, 13 de octubre de 2008

Indeciso... creo


Desde un tiempo hacia acá pude observar que soy muy cambiante. No tengo muy claro qué sucede conmigo, pero puedo decir que es algo parecido a la costumbre que tenía cuando era más joven: cambiaba mi personalidad de acuerdo a la que veía en otros y me gustaba. Así pasé por diferentes posturas, maneras de hablar y opinar, y hasta de peinado -cuando todavía tenía qué peinar- y todo acorde a la personalidad que acababa de ver y me gustaba. Podía ser Silvester Stallone como Gustavo Cerati, o bien cambiaba para parecerme a Diego Maradona o a Jorge Luís Borges. También podía elegir parecerme a alguien más cercano, como mi padre, a quien todavía admiro, o mi vecino de la infancia, a quien ni veo ni admiro más. Hoy también me gustan muchas maneras de ser, pero ya no cambio por eso. Prefiero más bien elegir parte de cada carácter e imitar lo que me gusta, o me parece bien. Sí, ya sé lo que están pensando: este tipo no tiene idea quién es, ni sabe lo que quiere, o se olvidó de pensar en definir su personalidad. Y sí, es verdad. Y les confieso que yo también pienso lo mismo, pero de ustedes. No voy a explicar por qué. ¡Porque no tengo ganas! Y no me desvíen del tema. Como les decía, he notado que sigo siendo cambiante. Pero un poco más fino. Ahora elijo características de cualquier personalidad con altura y gran porte, como la de Manu Ginóbili o la Tota Santillán, para que aporten algo mejor a mi forma de ser. Claro que en algunos casos tengo que observar con mayor detenimiento que en otros, para descubrir algo que sirva. Pero, por suerte tuve la posibilidad de leer algo de un tal Howard Gardner, sí ese que descubrió la inteligencia múltiple, y que muy diplomáticamente dijo que “todos tenemos un tipo de inteligencia que con el paso del tiempo se manifiesta, y a veces puede resultar incomprendida”, para no decir que “todos servimos para algo, y que no estamos al pepe en esta vida”. Con el descubrimiento de este tipo, pude entender que no es que los concejales no sirvan para nada, es que tienen otro tipo de inteligencia que nosotros no entendemos, es decir, son un grupo totalmente incomprendido. Por eso, de ellos también elegí características útiles para mi personalidad. Ahora soy totalmente inmune a las críticas como Nolasco, por ejemplo, y soy tan firme en mis propósitos y mantengo mi línea a muerte como Jara. Miro y observo todo, pero todo, detenidamente, como Franconi, principalmente lo que firmo, y me encanta saludar a la gente como Ayala. Además, pude adoptar la claridad y seguridad Gallardo, que liberó para siempre mis dudas sobre cuáles son mis objetivos. Pero lo que más resalta en mí hoy es la generosidad que pude rescatar de Benítez, quien me enseñó a donar todo lo que gano en pro del pueblo, aunque modestamente debo aceptar que la humildad de Spallanzani logró hacerme un hombre superior. Ahora, eso sí, que quede claro: jamás sería como mis colegas que no tienen ningún tipo de personalidad, o no saben que la tienen. Bueno, igual deben servir para algo, como dijo Gardner.

domingo, 5 de octubre de 2008

Diálogo sincero

Me das pena. Quizás me das asco también, y vergüenza. Y hoy tengo las ganas de decírtelo, porque estoy cansado de tanta contradicción descarada, que pasa impune por tu rostro sin ningún tipo de remordimiento evidente. Yo te conozco y paso con vos todo el día. No hay forma que puedas ocultarme alguna cosa. Conozco tus gestos, tus señales, tus costumbres, tus hábitos, tus reacciones, y cada milímetro de tus movimientos. Puedo asegurarte que pensabas unos años atrás, y también lo que pensás ahora. Y puedo recitarte cuántas de tus acciones marcharon coherentes con tus pensamientos, y cuántas no. No me mires así, sé de lo que hablo, y conozco de tu falta de capacidad para enfrentar las situaciones que pueden hacerte diferente. ¿Acaso tenés idea de cuántos quedaron desilusionados con todo lo que hacés?, y te adelanto que la simple y barata excusa que lo único que importa es ser feliz con lo que hacés, es una mentira para otros pero para mí no. Es muy fácil hacer creer a los demás. Pero muy diferente y difícil es hacer lo que decís que creés y pensás. ¿O ya te olvidaste que te vi haciendo gambetas para entrar primero que los demás en el banco o en el hospital, y que te considerás lo máximo cuando no pagás lo que todos deben pagar, mientras te llenás la boca hablando de la falta de moralidad actual? No creas que soy olvidadizo. Yo te vi y estuve con vos mientras evadías los controles en las rutas, y contactabas a tus compañeros de tu propio lugar de trabajo para lograr hacer lo que a los demás se les prohíbe, ¿y ahora te quejás de fulano que no usa casco mientras va en su moto, y de fulana que está colgada de los cables para tener luz, y de mengano que no pide el ticket fiscal cuando compra, del vecino que comparte el cable con el de al lado, y del concejal que antes era piquetero? ¡Por favor! No trates de engañarme. ¿Conocés el famoso y antiguo refrán “colar el mosquito y tragarse el camello? Bueno, yo lo concozco, y lo comprobé en vos, porque mientras te quejas de la menchada ignorante, que se conforma con las chapas y el choripan en las campañas, buscás la manera de pagar menos los servicios que se te dan, y si es posible, ahorrás un poquito más comprando del otro lado evadiendo todo tipo de impuestos y controles en la aduana. Sí, y mientras inventás una excusa para todo lo que te estoy soltando desde adentro de mis venas, por qué no me decís qué vas a hacer en tus vacaciones, ¿lo mismo que el año pasado?, ¿llamar a fulano, mengano, y sultana, para no pagar alquiler o recibir descuentos en hoteles, y que la excursión que tanto querés hacer te la liberen por ser conocida del primo de un amigo del encargado de cobrar las entradas? No seas tan ingenuo en pensar que sos ejemplar en todo lo que hacés. No desvíes la mirada. No hace falta, porque por más que rompa este espejo, siempre voy a encontrar tus ojos en cualquier otro, y me vas a seguir dando vergüenza.

domingo, 21 de septiembre de 2008

La luna de primavera


La noche llegó tímida. El sol había dejado sus luces en inmensas pinceladas de fuego que se extinguían detrás del río. Por allí, en algún lugar, en esa dirección, estaba ella. Pero no había manera de saberlo. Sólo existía en sus venas una urgencia de verla. Cada segundo se perdía con el ruido de los que volvían, y ninguna mirada descubría sus ansias tan evidentes. Nadie notaba que sus ojos sólo querían los de ella. El aire tenía otras manos, los pasos otro compás, la sangre otra vida, y la respiración agitada buscaba un descanso en su piel. Pero nadie lo sabía. Una brisa le hizo suspirar. Su piel recibió el vértigo de sus manos. “Hola, mi amor -pensó moviendo los labios- estaba pensado en vos”. Nadie respondió. Sólo un angustioso silencio lo vio bajar la mirada: “sólo quería que lo sepas”. Volvió sobre todo lo rasguñado por los dos en papeles insondables. Regresó por las marcas de los poros. Giró sin fin sobre el espacio recorrido en íntimo desafío. Desdobló sensaciones imborrables, y recostó el corazón en la espera, casi eterna. Una vez más sintió el silencio entre las luces, que no le dejaban descubrir que estaba siendo observado. El tiempo sólo trajo más ansias de su piel y el espacio se acortaba mientras recorría hasta su lugar, sin saber que la encontraría. Quizás ella también esperaba, quizás no. Quién lo sabía. De repente estaba con ella. No cabía en su ser, no había palabras, no encontraba el espacio para descargar todo guardado en la espera. Los ojos parecían rebelarse de su lugar, para introducirse en los suyos y no salir jamás. Por alguna necesidad las manos dijeron todo, pero faltaba. Había entre los dos una añoranza a más, que algo desde arriba les recordaba. Esta vez era imposible escapar. Quedaba poco tiempo, y el trecho recorrido insistía en vislumbrar la meta. Él se acercó y sintió las manos de su aire, la sangre de sus días, y el paso del corazón. Llegó el momento. Y pasó para esperar miles más, cada vez más dulces, más esperados, más profundos, como la mirada la mirada de esa luna de primavera que los vio confundirse en un primer beso que aún florece sin detenerse jamás.

sábado, 13 de septiembre de 2008

Bueno vs. Mejor


Alguna vez escuché decir que lo mejor siempre es el peor enemigo de lo bueno. Y me costó entenderlo la primera vez. Nunca había pensado que esos dos conceptos podrían ser enemigos. Al contrario, pensaba que eran lo mismo. Pero a medida que pasaba el tiempo fui comprendiendo de a poco, y quizás hoy no lo entienda a cabalidad, pero pude corroborar que en muchos casos que es así: son enemigos y de los peores. Es tan evidente en ciertas circunstancias, que es ahí cuando menos nos percatamos que estamos haciendo que estos enemigos se vuelvan más enemigos. Elegimos a uno de los dos y decidimos que eso es lo mejor, cuando en realidad es solamente bueno, y hasta nos peleamos con nosotros mismos, queriéndonos convencer de una mentira frente al espejo. ¿O nunca se descubrieron tratando de mentirse? Defendemos delante del profesor un proyecto de estudio, o delante del jefe un plan de trabajo, que sabemos a ciencia cierta que podría estar mucho mejor, con más detalles, más especificaciones, más datos, más profundidad, más descripciones, y lo peor de todo es que lo hacemos con tanta energía que convencemos a los demás que eso bueno que estamos entregando es lo mejor que se puede hacer. Esto aun cuando en la noche anterior no pudimos dormir pensando en todo lo que le faltó al proyecto, o cuando dormimos a pata suelta porque sabemos que siempre se convence a los demás que lo bueno es lo mejor. Por eso, cuando estamos esperando en una fila nos preguntamos si hubo alguien o algunos que pensaron en erradicar la espera en los servicios, y ¿saben qué? ¡Sí los hubo! –Entonces ¿por qué hay filas?- se preguntarán. Simple: porque siempre se prefiere lo bueno a lo mejor. Es increíble la cantidad de leyes y proyectos escritos y en vigencia en nuestro país sobre el tema que a usted se le ocurra, inclusive sobre lo que más nos da bronca diariamente, pero resulta que a los que las escribieron se les olvidó buscar lo mejor, es decir, nunca se dedicaron a que en nuestro país se apliquen y se cumplan esas leyes, y aún peor ¡nosotros no las cumplimos ni nos molestamos en hacerlas cumplir! Simplemente porque nos conformamos con lo bueno. Parecerá tonto, pero es real: para los argentinos es mejor que alguien de afuera hable bien de nuestro país que nuestro país sea verdaderamente el mejor. Porque que hablen bien de nosotros es bueno, pero es mejor que nuestro país sea el mejor de verdad, y aquí nuevamente encontramos a los enemigos peleando. Por eso -se darán cuenta- que a la misma vez que afirmamos que odiamos a los yanquis por todo lo que son, cuando viene alguna autoridad a visitarnos y dice que Argentina es líder en Latinoamérica y que somos ejemplo, nos convencemos que lo bueno que somos es lo mejor que podemos ser. Así vivimos todos los días de nuestra vida, eligiendo a uno de los enemigos en todos los ámbitos. Para descubrirlos antes de elegirlos, sólo hace falta pararse frente al espejo, sonreír, y decir: “por todo lo que viviste hasta ahora en tu vida, ya comprobaste una y mil veces que lo bueno no es lo mejor, así que no trates de convencerme de lo contrario”. Por ventura, diciendo eso, se descubrirá que lo bueno que puede ser recibir de alguien lo que le sobra, no es mejor que recibir de otro lo que le hace falta.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Yo te soñé una tarde


Yo te soñé una tarde de sol escondido y pupilas cargadas. Te soñé como llegaste, detrás de unos ojos cansados, tímidos, ajenos, viajeros de tantas apariencias, y soñadores quizás, como el que espera. Te soñé con el sueño pesado de los días solos. Te soñé entre mis brazos después de esa mirada. Te soñé con el calor de la tierra, en el polvoriento recorrido del monte. Te soñé entre las risas repentinas de las mañanas, y la espera de las noches. Te soñé con el sol del alba, y en la esperanza del ocaso. Te soñé buscando el alivio entre la inmensa miseria, y entre las almas que quieren vivir. Soñé tu piel de barro, usada y despreciada, tiritando de amor inmersa entre las caricias que jamás fueron tan reales. Te viví en el mundo de nadie, como nadie. Te soñé entre las lágrimas que nunca se supieron. Te soñé alegre entre las movedizas copas verdes, verdísimas. Te soñé pequeña, otra que no era, otra que no estaba, otra que no se mostraba, otra que me esperaba. Te soñé buscando una mirada entre la gente que pasaba. Te soñé enamorada. Te soñé de la mano de la vida. Te soñé en la arena de una playa perdida. Te soñé aguardando la verdad detrás de la puerta incierta. Te soñé escuchando el tiempo para que no sea tarde. Te soñé en las aguas de una melodía nuestra. Te soñé en las cuerdas de la vida misma. Yo te soñé una tarde, inconciente, perdido, sin notar que tanto para mí, puede ser tan sólo un sueño.

domingo, 24 de agosto de 2008

No digas nada


-No digas nada -me dijo- no digas nada más, y me dio un beso que no me dejó decir nada más. Pero como siempre hay algo para decir, no fue fácil volverla a mirar sin que se escapara una palabra. Así que intenté que saliera lo mejor que podría decir, y no me salió. Sus ojos seguían rogándome que me callara, que no dijera nada, y los míos lograron detener las palabras pero no la mirada. Pasaron unos segundos, casi minutos, en un completo e infinito silencio. No dijimos nada. Alrededor sonaban las gotas de alguna pérdida de agua, una música lejana, y afuera el indeseable pero acostumbrado sonido de los motores. Se podían escuchar nuestras caricias, nuestro aire, nuestro pestañeo de ojos grandes. Parecía imposible. Uno de los dos tenía que decir algo. Nos soltamos para lograr cierta distancia tal vez, y una sonrisa mutua nos volvió a juntar, pero sin una sola palabra. Por dentro volaban imperceptibles y veloces millones de pensamientos, recuerdos, halagos, admiración, cariños, pero de nada servían. No hacían falta. La piel ocupó el enorme espacio vacío, que nada podía llenar hasta el momento, y con su sabor, me fui sin entender.
Pasaba la gente, los árboles, los niños, sonaban de nuevo los motores, y como un complot en mi contra, todos hablaban de sobra, reían, decían libres lo que querían y expresaban como nunca lo que le viniese a la mente. Y no fue hasta que después de intentar comprender por varias horas en silencio, que pude deducir un pedacito de su pedido: después de todo, el amor es vivir y no explicar. Entonces decidí callarme, y llevarle en completo silencio esas flores tan preciosas que vi en el camino, sin importar que el silencio suene frío. Mis ojos dijeron todo cuando ella tomó el ramillete: “Todavía no es primavera” -me dijo. “No hace falta -pensé sonriendo y sin decir nada- al fin y al cabo el amor es vivir y no explicar”.

lunes, 18 de agosto de 2008

Opinión, gusto, o verdad


Sí, en algún momento todos opinamos. Y también contamos qué nos gusta, y lo que no nos gusta, sea cual fuere la oportunidad o el tema. El problema es que por más que estemos de acuerdo o no con el que opina o dice lo que le gusta, y seamos de los que hoy apoyan la tan mentada y defendida libertad de expresión, los conflictos de comunicación siguen existiendo. “Yo escuché que vos dijiste que no te gusta el intendente, por eso no te creo cuando le felicitás por haber puesto esta loma de burro”, sentencian algunos, con los ojos saltones y la sonrisita de omnisciente juez improvisado. A este tipo de magistrados es muy difícil hacerles entender que el gusto no tiene nada que ver con la opinión, y ésta no tiene nada que ver con la verdad. ¡¡¿Qué?!! – preguntarían los soberanos, exhalando un aire entre los dientes, y retirándose del diálogo para no perder el tiempo con ignorantes, que no saben de lo que hablan. Pero también resulta que el que quiere explicar tampoco entiende mucho qué tiene que ver un tema con otro, y entonces sí se arma el lío, porque parece ser que en nuestra manera de hablar se encuentra inherente la ambigüedad del gusto, la opinión y la verdad. Si alguna vez decimos que nos gusta o no algo o alguien, ¿qué exactamente estamos diciendo?, y ¿qué diferencia hay cuando opinamos sobre algo o alguien? Bueno, tomando literalmente las palabras “gusto” y “opinión” podríamos ocupar todo el espacio virtual que existe para explayarnos sobre significados, acepciones, e interpretaciones, que nos dejarían en el mismo lugar que empezamos, y esto también está en nuestra naturaleza y en nuestro lenguaje. Sin embargo, si solamente eligiéramos decir e interpretar el gusto como algo o alguien que nos agrada o no por su apariencia, su forma de ser, o su sabor; y de la misma manera tomásemos la opinión como un dictamen o juicio que hacemos de aquello que nos gusta o no, podríamos empezar a entendernos mejor. Es decir, a mí me gustan las curvas, la sonrisa y la esbeltez de Julia Roberts, y también me gusta mucho cómo actúa, pero opino que es una mujer triste y solitaria. Y acá puedo aclarar que por más que opine eso de la actriz, nunca me dejó de gustar, y además seguramente mi gusto y mi opinión no tienen nada que ver con la verdad absoluta. Lo mismo sucede cuando hablo de los helados, del asado, del intendente, del deporte, del vecino, de La Voz de Cataratas, de los perros, del peinado de mi mamá y de cuántos temas existan. El problema radica, al parecer, cuando mezclamos el gusto con la opinión, y queremos que así sea la verdad. Si no nos gusta algo o alguien, siempre opinamos mal sobre ello y si nos gusta, siempre opinamos bien, por más que la verdad sea evidentemente otra. Y así queremos justificar la verdad de lo malo que es el alcohol para el cuerpo, simplemente porque nos gusta la cerveza, y de la misma forma justificamos la muerte de un ladrón porque lo mató un amigo que nos gusta cómo es. Para cuando eso sucede, estamos afirmando el relativismo que dice que porque a mí me gustan las armas y me siento bien usándolas, puedo tirar a qué y a quién quiera, y lo mismo con temas como el abuso, masoquismo, homosexualidad, corrupción, y cuánto tema se le ocurra, por más que la verdad diga algo totalmente distinto y usted se pregunte hasta el final de sus días quién tiene la verdad.

sábado, 9 de agosto de 2008

El tiempo presente


El presente ya pasó, y volvió a pasar mientras decíamos que pasó. Es un tiempo que no existe, se atrevieron a decir algunos, y otros dicen que es el mejor tiempo que existe. Es quizás como un río, o como un segmento de un río. Fluye continuamente. No se detiene. No espera. Vivir en el presente es vivir prácticamente en el futuro. Es adelantarse más de lo que pensamos que podemos adelantarnos. Mientras ocurre el ahora nos perdemos pensando en los minutos, horas, días, semanas, meses y años que vienen. El ahora no existe. Ya pasó. Al menos que nosotros vayamos con él, sintamos con él, vibremos con él.
Es así que el agua que pusimos a calentar para el mate hace escasos minutos, es simplemente un recuerdo que no nos dejará tranquilos para no dejar que el agua hierva, mientras nos dedicamos a vivir en el futuro: ¿le gustará el yuyo que le pienso poner?, ¿y si no le gusta?, ¿y si me sale mal?, ¿y si no viene más?, ¿y si dice por ahí que no sé hacer ni siquiera un mate?, y el agua se calienta, se pasa, hierve, tenemos que agregarle agua fría, no es lo mismo, y la preocupación pasa a ser algo del presente, que ya pasó, y ahora nos toca pensar en las consecuencias del futuro, cuando ni siquiera tuvimos la oportunidad de sentir el sabor del primer mate. Eso no es vivir. Eso es sufrir sin vivir.
El paraguas lo llevamos en realidad porque está nublado, no porque está lloviendo. La lluvia nunca es consecuencia del paraguas. Porque si fuese así, entonces cada vez que quisiéramos que llueva, nos pondríamos de acuerdo entre unos cuantos para salir con paraguas y mover los sempiternos cielos que para que manden una lluvia. Es por eso que rabiamos cuando la lluvia nos encuentra sin paraguas, y nos olvidamos de disfrutarla mientras cae.
Entonces, quizás sea mejor que fijemos los ojos en los ojos de ella, para disfrutar del vértigo que causa en nuestras venas mientras nos sonríe, y no pensar en un posible beso futuro que aún no está, y que cuando llegue seguramente nos hará disfrutar del amor en su momento.
La brisa tiene tantas caricias que no disfrutamos por estar preocupados en que debemos volvernos a peinar.

sábado, 2 de agosto de 2008

Blanco o negro


No. Este texto no tiene nada que ver con el racismo. Bueno, en algún sentido tiene que ver, pero esta vez vamos a discriminar al propio racismo, y vamos a hablar sobre los extremos y los extremistas. Sí, ya sé, eso también incluye al racismo, ¡pero no quiero hablar del racismo! He dicho.
Confieso que presenté el tema de esa manera, porque justamente es la forma que tratamos todos los asuntos de nuestra vida: decimos que no somos extremistas, pero con los hechos demostramos lo contrario. Y al usar “nosotros” podríamos incluir a todos los seres humanos del planeta, quienes han comprobado sobradamente adorar los extremos, pero para quedar como maduros autocríticos, digamos que hablamos solo de nosotros, los argentinos.
Nosotros sí amamos los extremos. Basta con que alguna persona charle en la fila del banco con alguien conocido como “izquierdista”, para que la tilden de “guevarista”, o para ser más actuales, “golpista”. ¿O acaso no les pasó que al opinar sobre el conflicto del gobierno y el campo en cualquier lugar, se les escapó alguna frase como “todo bien con el campo, pero la guita se la llevan cuatro monos”, y para cuando dijo todo bien con el campo los ojos de “la mayoría” brillaron contentos y para cuando dijo “se la llevan cuatro monos”, los mismos ojos no sólo dejaron de brillar sino que también lo querían comer vivo? Si no les pasó, les cuento que a mí sí, pero no sólo porque me haya pasado a mí es algo absoluto, sin embargo, es tan común que suceda que a conocidos y colegas que se mantuvieron imparciales en el tema, pasaron de tildarles de oficialistas a golpistas de un segundo para otro. Además, para que se pase de un extremo a otro en milésimas de segundos no es necesario tomar ese tema de nivel nacional, sólo pensemos qué sucede en cuando decimos que no nos gustan las cosas dulces: nunca más en toda la vida te inviten una torta o un alfajor. Y lo mismo con las cosas saladas: por las dudas no lo digas, porque jamás te invitarán a un asado. No, ni siquiera al cumpleaños de tu amigo, porque cuando llegues habrá una ensaladita sin sal en la punta de la mesa “porque consideraron tus gustos”. Y no te gastes en explicar que no quisiste decir que en realidad hay algunas cosas saladas que comés, porque pasarías a ser un tipo fluctuante que no sabe lo que quiere, y nunca más te escucharán con seriedad cualquier opinión que tengas. Sí, aunque opines sobre el Papa o el último partido de Boquita.
Lo más triste de esto es que traté de no ser extremista al tratar el tema, y me costó. Pero descubro que no, que realmente soy y somos así. Sólo es necesario que alguien opine lo contrario de lo que acabo de decir, y ya no será más amigo mío, y si no era mi amigo, nunca lo será. He dicho.
(Gracias Benetton por la foto)

domingo, 27 de julio de 2008

De ningún lugar


Esa tarde el aire reverberaba sobre el suelo cargado de sol, y hacía que las pupilas cayeran incontrolables hasta casi el sueño. Entre las ilusiones de agua fresca y la garganta rasguñando la saliva, los ojos entreabiertos la vieron acomodarse en el banco bajo la pequeña sombra del joven timbó. Su aspecto extremadamente turístico le advirtió que alguien estaba más que observándole, y se acomodó en su asiento del puesto de informes. Los minutos parecían no moverse, ni siquiera con la suave brisa que acariciaba de vez en cuando ni con los esporádicos visitantes perdidos que prenguntaban siempre lo mismo. Entonces, pensó en jugar a las miradas con ella, y se dió cuenta que ella hacía mucho tiempo ya jugaba sola. Se entusiasmó sonriendo solo, pensando que en la vida hay oportunidades como estas que no vuelven jamás. Pero no pudo evitar pensar que estaba trabajando, y entre el conflicto que ya se había instalado en su interior, ir a hablarle o no, imaginaba las consecuencias de salir de su puesto. Se acordó del tereré que trajo para menguar un poco la pesada temperatura, y que podría servir de gancho para empezar una conversación del tipo cultural, con la escultural rubia que insistía en mirarlo pícaramente desde unos metros. Se desanimó cuando sintió el termo totalmente vacío. Inmediatamente miró hacia todos lados tratando de encontrar entre el inmenso verde que lo rodeaba, algún detalle que lo acercara a una idea de diálogo. Sólo encontró una ráfaga caliente en su rostro y en toda la cabeza. Giró nuevamente hacia ella y justo la descubrió bajando la mirada sonriente. Cobró ánimo, sacó fuerzas de donde suele sacar el que siente que está desperdiciando un sueño, y frunció el ceño pensando en todas las posibilidades para un acercamiento. Los guaraníes que venden sus artesanías en frente del puesto habían desaparecido hacia las sombras, buscando algún oasis, y ya la piernas le latían fuertemente, como si la sangre le hirviese en las venas. No podía perder más tiempo. Se relamió los labios varias veces, y repentínamente entre sus pocas ideas calientes aparecieron las encuestas. "¡Claro!", se le escapó en voz alta. Y fue a la conquista. Al salir de la sombra lo sacudió la luz del sol cerrándole los ojos calientes, y tuvo que fruncir nuevamente el ceño mientras llegaba hasta la princesa. Se sentía en el aire, triunfador, caminando lentamente, casi con dificultad, disfrutando cada paso, cada milímetro que avanzaba. La imagen de ella parecía acercarse de forma mística, como un hada sonriendo a la vida. Al llegar, no tuvo que esforzarse en el saludo, ella se había encargado de decirle "hola, cómo estás", con un acento casi erótico. Allí pareció desvanecerse de amor. Había pensado que hablaba otro idioma y que la conquista tardaría por eso, pero al descubrir sus ojos, su pelo, su piel de un lugar celestial, y con un acento castellano tan pero tan dulce, su sangre aminoró su velocidad, y ya no encontraba más lugar para abrir los ojos, y más saliva para tragar. Pidió, como rogando unas migajas de amor, que rellenara la encuesta. Era una en inglés. Ella lo miraba fíjamente, y no se percató del idioma en el papel. Tomó la carpeta con el bolígrafo atado y la puso en su regazo. Y empezaron el diálogo más tierno que jamás se había oído hasta entonces. Las miradas parecían hablar más que cualquier pensamiento. Nada importaba, volaban los dos, y el intenso calor era sólo un detalle. Él se sentó cerca de ella, y después de unos pocos minutos, le tomó la mano, le pidió un beso, totalmente indiferente a las consecuencias que se significa involucrarse con una visitante mientras se trabaja, y ella accedió. Fue el beso más sublime de toda su vida. Algún día se lo contaría a sus compañeros, y nunca a su prometida, que podía enterarse de igual manera. No le importó. Se dejó llevar, sintió el calor que avanzaba descontrolado en todo su cuerpo, y se dejó caer en los brazos de ese amor increíble, tan irresistible que le quemaba todo su interior, y cerró los ojos con poco ánimo de abrirlos nuevamente. Cuando los volvió a abrir estaba en la camilla de la ambulancia, con el enfermero de la empresa muy cerca de su rostro, diciéndole que en esos días de calor es muy importante hidratarse, y que no esperara caerse peligrosamente cerca de un banco o de cualquier otra cosa para pedir ayuda. En sus manos tenía la carpeta con una encuesta en inglés, que en la sección procedencia decía: de ningún lugar.

sábado, 19 de julio de 2008

El ocurrente


No sé, digo, se me ocurre que Don José le habrá dicho algo de esto a Andresito. Aquél era siempre tan previsor, que hasta prefirió retirarse al Paraguay a disfrutar sus días de jubilado y morir tranquilo siendo el Karai Marangatu, sabiendo que si se quedaba iba a sufrir más de lo que ya sufría la indiferencia de los supuestos patriotas de este lado del Paraná. Por eso supongo que algo le habrá dicho a Andresito, sobre estas tierras de las misiones. Es que de otra manera resulta difícil creer que éste luchara sólo por propia convicción y visión turística-económica. ¿Quién puede asegurar que no conoció las cataratas y que no apoyó el emprendimiento misionero, asegurando para sus herederos la concesión de servicios en tan lucrativos recursos? Yo creo que Don José tuvo algo que ver. Tengo la mala espina que ese viejo zorro lo tenía todo planificado y se eligió un mestizo a quién regaló su apellido y delegó poderes, para que aprovechara lucrar, bien tapado, y mandarle lo que ganaba vía Río Paraguay sin que nadie se enterara. Total él podía decir que el ya casi autónomo gobierno paraguayo lo mantenía por haber defendido a estas tierras olvidadas por los malditos ganaderos del Río de la Plata. Me parece que sí, porque de la misma manera, es casi imposible pensar que hoy existan tan inteligentes y emprendedores empresarios que buscan el bien de nuestra sociedad por suspicacia y convicción propia. De alguien tuvieron que haber aprendido. Si no, ¿entonces por qué tanta coincidencia? Don José vió todo con muchos años de antelación y escribió con su vida el manual que hoy siguen sus pupilos, quienes de alguna manera u otra se encargaron de ir agregándole una lección más acorde a lo que vivían año tras año. En aquellos años era difícil llegar a los bancos suizos o a las Islas Caimán, pero como ahora, se encontraban soldados tan leales, quienes eran capaces de arriesgar su vida para entregar la fortuna que cargaban por leguas sobre sus lomos, sin siquiera imaginar el pecado de revisar lo que llevaban. Entonces, para qué quedarse y arriesgar el cuero entre unos cuantos idiotas que lo único que querían era repartirse entre ellos sus vacas y la torta de las aduanas portuarias. Era mucho más saludable hacer un lindo discurso de despedida para la banda de oriente, y retirarse a tomar tereré a más de mil kilómetros, después de haber iniciado el incendio de la tan deseada independencia. Los que se quedaban seguramente seguirían peleando para ser libres y lograr un puestito en las oficinescas del nuevo estado. Pero, para cuando eso ocurriera, los años le complicarían la existencia a Don José y jamás disfrutaría del merecido sosiego. Así es totalmente comprensible que haya elegido lo que eligió: un retiro reposado para dictar sus cartas nostálgicas y sus máximas de glorioso soldado cansado, que adornarían los cómicos manuales escolares y los patéticos discursos políticos de estos días. Obviamente con mucha diplomacia e incluyendo a todos en sus objetivos personales, el mismo Andresito utilizó sus palabras para arengar a su pobre ejército valiente, porque sabía que con ellas lograría motivarlo a matar a sus hermanos brasileros que querían adueñarse de su herencia. Curiosamente no lo logró, como lo lograron años más tarde estos líderes de hoy sin batallas y a pura firma. Mil disculpas Don José, es que hoy, sinceramente, nos enseñan a pensar en estas ocurrencias, lo cual es muy complicado entender e interpretar con nuestra mente tan limitada llena de preocupaciones tontas, como la educación de nuestras familias y su comida diaria.

sábado, 12 de julio de 2008

YO


Yo siempre fui así. Yo nunca mentí. Yo hice mi parte. Yo logré mis objetivos. Yo soy buen alumno. Yo tengo buenas notas. Yo cumplo las reglas. Yo persigo mi sueño. Yo entrego todo a tiempo. Yo soy diferente. Yo trabajo. Yo lucho todos los días. Yo tengo mi plata. Yo pago en término. Yo soy correcto. Yo soy limpio. Yo juego bien. Yo cuido. Yo sigo lo bueno. Yo gano poco. Yo merezco más. Yo me junto con gente buena. Yo tengo todo en orden. Yo tengo mis razones. Yo busco lo mejor. Yo soy sano. Yo tomo precauciones. Yo hablo con todos. Yo soy sincero. Yo soy buen vecino. Yo intento. Yo defiendo lo mío. Yo me lo gané. Yo me esfuerzo. Yo estudio. Yo soy inteligente. Yo aprendo rápido. Yo leo. Yo me instruyo. Yo lo aprendí solo. Yo soy mejor. Yo no caigo. Yo soy adelantado. Yo enseño. Yo trato bien a todos. Yo busco mejorar. Yo lo dije. Yo advertí. Yo sabía. Yo entiendo. Yo aconsejo. Yo busco. Yo encuentro. Yo lo hice antes. Yo lo previne. Yo lo voy a hacer. Yo sé la solución. Yo amo. Yo quiero. Yo analizo todo. Yo soy solidario. Yo abrazo. Yo beso. Yo dono. Yo doy. Yo trato. Yo sueño. Yo no estoy de acuerdo. Yo no pertenezco a este lugar. Yo soy más. Yo pienso. Yo no fui. Yo no pienso así. Yo no soy corrupto. Yo nunca hice eso. Yo estuve en contra. Yo siempre estuve a favor. Yo siempre apoyé. Yo me ilusiono. Yo me amargo. Yo vuelvo a levantarme. Yo defiendo a cualquier costo. Yo hablo. Yo opino. Yo tengo derechos. Yo creo todo. Yo voté por otro. Yo soy argentino. Yo nunca crecí.

domingo, 6 de julio de 2008

La primera impresión es la que cuenta


Estar bien, es decir, estar bien vestidos, es tan importante para nosotros que desde chiquitos nos enseñan que tenemos que estar “presentables” para toda ocasión. Más de uno de nosotros habrá sufrido mientras nos peinaban, nos limpiaban veinte veces los oídos, nos hacían lustrar los zapatos, nos hacían cepillar los dientes de tres a cinco veces al día, nos hacían cambiar la ropa porque estaba sucia, nos hacían cuidar la que teníamos puesta para que no tenga ni una ínfima mancha, y nos cortaban las uñas de las manos y los pies cuantas veces fuera necesario en la semana. Y si bien personalmente agradezco que hayan sido tan exigentes conmigo en la higiene personal, tengo que aclarar que mientras lo eran, no me causaba mucha gracia que mi viejo me agarrara del mentón haciéndome mirar para arriba para pasarme sesenta veces el peine de dientes chiquitos humedecido, y ¡peinarme a su gusto! Pero también confieso que ésta es una imagen que no olvido más por su ternura y por su gracia, que por alguna frustración de las que tanto abundan hoy en nuestra era. Recuerdo también, que en nuestro caso -mis hermanos y yo- siendo niños hasta teníamos que pasar por una especie de control de rigor hecho por mi madre cada vez que salíamos del baño para poder salir al mundo con toda autorización. Orejas, manos, tobillos, uñas, peinado, olor, y bueno, la ropa “de pobres, pero limpia”, decía mi progenitora. Una vez cumplido y pasado satisfactoriamente el control, podíamos salir afuera. Así con mucho sacrificio lograron, hasta cierto punto, que tuviese en cuenta la presencia para andar por este universo, como un ser humano. Pero para cuando me di cuenta que era un homo sapiens y aprendí a presentarme como tal, todos los de mi especie tenían una moda totalmente diferente a la mía. Mi peinado hacia el costado con la línea bien definida, mi camisa dentro del pantalón, y los zapatos pulcros, ya no eran parte de una “buena presencia”, sino más bien de una mala. Me explicaron que cambiaron las costumbres porque los que se vestían como yo casi siempre aparentaban ser una buena persona pero que en realidad no lo eran. Entonces ahora se peinan, pero con los pelos desordenados, las zapatillas son de marca pero sólo están limpias por dentro, y la camisa va afuera porque da la impresión de tranquilidad y sosiego. Sin embargo, los mismos que me pusieron al tanto de la moda aún dicen que para ir a buscar un trabajo hay que vestirse de traje, si es posible, y peinarse algo parecido al peinado de mi viejo. Además, me aclararon que es mejor ser bueno por dentro, y que lo de afuera no tiene importancia. Y como notaron mi mirada confundida, me ayudaron a entender que hay que dar una buena impresión a los de afuera sin mostrarnos como somos en realidad, y a la misma vez no aparentar ser alguien que no somos. Entonces se me abrieron los ojos, y pude entender por qué cuidamos tanto la imagen de Iguazú y de nuestro país.

sábado, 28 de junio de 2008

El reflejo del charco


Pensamiento u opinión, dijo Rolón. Sí, Gabriel, ese excelente psicoanalista que participa en varios programas de radio en Buenos Aires, entre ellos La venganza será terrible, con Alejandro Dolina, y escribió el libro “Historias del diván”. Bueno, en realidad, no importa si lo conocen o no, el tema es que dijo algo muy cierto sobre los argentinos, sobre nosotros, sobre mí, sobre usted, y me hizo pensar en muchas de mis conductas como tal. Rolón dijo: “el argentino cambió el pensamiento por la opinión”, y claro está que es muy, muy diferente opinar que pensar. Que uno tenga la oportunidad de opinar donde y sobre lo que sea es muy bueno, y nosotros, me refiero a los argentinos, nos hemos acostumbrado a opinar nuevamente después de una época en donde la opinión propia podría significar la vida misma. Entonces, ante cualquier tema y oportunidad, salimos disparados a dar nuestro parecer, como perritos que por mucho tiempo estuvieron atados, y generalmente causamos lo que causan los perritos cuando salen disparados en esos casos: risas, simpatía, lástima, y algún que otro adorno del patio destrozado. Esto lo supo explicar Rolón muy bien en la entrevista que salió publicada en Clarín, el día viernes 27 de junio. Y como yo soy argentino, inmediatamente formé mi opinión sobre el tema.
En realidad al leer el título de la entrevista y sin escucharla, ya había formado mi opinión. Esa fue la prueba más contundente -después de unos segundos me di cuenta- que lo que dijo el psicoanalista es muy cierto, y que de verdad soy argentino. Pero me costó aceptar que soy sólo yo el problema. Primero empecé a criticar “al argentino”. Sí, a ese personaje que odia a los brasileños, y al segundo día de estar en una playa del Brasil de vacaciones, habla portugués, ama la vida carioca, y al volver a su “pésimo país”, cuenta orgulloso que el color de piel que tiene es de la playa que va a volver seguro a fin de año. Pero después me di cuenta, que por más que yo también opinaba de los hermanos vecinos de la misma manera: sin pensar. Entonces, empecé a criticarme a mí también, porque les aseguro que soy muy bueno criticando. Y me di cuenta de infinidad de veces en las que opino sin pensar, y que todos en nuestro país lo hacemos, siempre tenemos que decir algo, porque es una vergüenza decir “no sé sobre eso”.
Si cualquier extranjero pregunta a cualquier argentino sobre el conflicto del campo y el gobierno, puede estar más que seguro que el compatriota le dará una cátedra sobre la situación real de las exportaciones, los subsidios, los cortes -de carne y de ruta-, y sobre el proyecto de retenciones que en estos días debate el congreso, pero todo con sólo un pedacito de información que escuchó en los discursos de la presidente, y con, obviamente la posición a favor del campo. Claro, y sin tener la más pálida idea de lo que son las retenciones. El extranjero -quiero aclarar que puede ser de cualquier país, porque acá en Iguazú extranjero significa rubio de ojos claros- lo más probable se quedará asombrado ante tanta sabiduría ciudadana, y luego quedará absorto pensando cómo un país de tantos sabios esté como está. Y seguramente porque para el argentino, para mí, para usted, para nosotros, es preferible que un extranjero se lleve una excelente opinión sobre nuestra capacidad de opinar que una excelente opinión del país. Es que tenemos que aprender que las rutas no tienen los postes de luz al revés, es que nosotros estamos mirando el reflejo del charco.

domingo, 22 de junio de 2008

Yo no te dije eso, vos entendiste mal


Alguna vez me preguntaron por ahí, en esos lugares en donde creen que saben todo, y adonde obviamente yo soy asiduo visitante, si la comunicación es algo inherente del ser humano. En realidad quisieron preguntar si uno ya viene de fábrica con ganas de hablar y escuchar, y yo les dije que sí. Después me costó explicar, como siempre me pasa, pero pude de alguna manera exponer lo que creo. Y sí, yo creo que la comunicación o las ganas de hablar y escuchar vienen con el producto original de fábrica, es decir, con uno, con usted, conmigo, con todos. Pero por más que ya tengamos el software instalado –aun los que naturalmente están “callados”- es muy notable que no todos hacemos el mantenimiento que corresponde. Los que lo hacen, la pasan bastante bien, porque dicen lo que quieren y sienten, pero su vida no es del todo perfecta porque la mayoría de los que los escuchan ni siquiera limpia lo de afuera del aparatito. Y acá empiezan los conflictos.
Yo te dije que “parece” que te gustan los hombres, no dije que vos “sos” gay, explican algunos a su interlocutor, mientras éste trata de todas las maneras posibles de no colocar sus manos sobre las piernas cruzadas. Además vos “me conocés”, y “sabés” que yo “jamás” diría algo para lastimarte, agregan con un golpecito “de hombres” en uno de los hombros y una mejilla. Entonces viene el abrazo y todo está bien, pero para eso ya uno está convencido que su amigo es gay y éste empieza a dudar de su masculinidad cuando le mira las nalguitas al tipo que acaba de pasar con una impresionante mina. Los mismos conflictos de falta de mantenimiento del chip de comunicación ocurren en las parejas que son el “uno para el otro”, sin especificar qué “otro”. Mi amor, yo “nunca” dije que vos “sos” fría en la cama, solo dije que “me hubiese gustado” un poco más de acción, trata de convencer el tipo al que no le están por aflojar esa noche por haberle soltado esa frase a la novia la última vez. Los dos “se miran” y ella no entiende si tiene o no tiene ganas de olvidarse de todo o hacerse rogar un poquito más, o si en realidad tiene ganas de decirle la verdad de por qué no quiere. Lo que pasa es que vos “siempre” me tratás así -refuta ella- por más que “yo me esfuerzo” por agradarte en todo, y “pienso” que ya no te gusto más y que “andás por ahí” diciendo esas cosas. Y así en todos los ámbitos de la vida, continúa la pelea entre decir lo contrario de lo que pensamos en realidad, sabiendo que el que nos escucha sabe que la interpretación es exactamente lo antagónico de lo que acaba de oír, y que para “contradecir” va a inventar algo que nos guste, sabiendo que no le creemos pero que nos “convence”. Así se vende, así se compra, así se presentan unos a otros, así se habla, así no se habla, y así vivimos. Entonces, mientras todos no le hagamos un service completo al software comunicador, vamos a seguir pareciendo “pesados” y “agrios” cuando le decimos a nuestra amiga “che, cambiáte eso que te queda horrible”, y el jefe seguramente va a ponernos en la lista de próximos despidos cuando le digamos “sinceramente su plan está totalmente fuera de tiempo y de lugar”. Es que es muy fácil hacer un larguísimo informe sobre la incomunicación en la era de la comunicación, nombrando a los máximos exponentes de la ciencia, entre ellos a los afamados periodistas, que “ya no son más tus amigos” cuando le decís que no estás de acuerdo con ellos, y otra muy diferente es vivir entendiendo que por más que exista el absolutismo, hay millones de puntos de vistas y experiencias.

miércoles, 30 de abril de 2008

¿Por qué Tacuara?

Este es un lugar para que miremos y comentemos cualquier tema desde todos los puntos de vista, como dice la presentación, pero todos quieren una explicación de Tacuara.
Muchos, desde mis primeras participaciones en La Voz, me preguntaron por qué el nombre Tacuara. Y, claro, tuve que explicar. Como es obvio, hubieron mil tipos de reacciones. Hubo conocidos que me miraron sorpredidos y luego dejaron de hablarme, por creerme un tipo no muy serio -según dijeron- y hubo otros, los no tan conocidos, que primero se creyeron lo que les decía y luego hablaron con los conocidos. Otros, aparte de éstos que desaparecieron del círculo que me rodea, empezaron a leer las primeras historias y por la incomprensible curiosidad que afecta a todo ser humano, también me preguntaron por qué Tacuara. Esta vez, para evitar los resultados anteriores, tuve que esmerarme en la invención de una explicación un poco más prolongada, de esas que les gusta a todos (y a todas). Les dije que la tacuara, o el bamboo para los fashion, tiene muchas características dignas de admirar y que entre todas ellas la que más me gusta es su versatilidad. Por eso -les comenté- en algunos países de oriente, además de usarlas para hacer andamios, las usan para hacer preciosas viviendas y artesanías increíbles. También -les dije- otra característica, que muy pocos saben, es que la tacuara se divide en varias especies y cada una de ellas con sus propias y únicas formas, utilidades, y forma de vida: las tacuaras crecen juntas y en un ritmo galopante, de manera tal que es muy difícil deshacerse de ellas en cualquier terreno. Ésta es otra particularidad que me gusta. Y así fui añadiendo detalles a mi explicación que, les confieso, hasta a mí me empezaron a convencer. Los resultados fueron muy buenos. Creció el número de personas que buscaban que les cuente u opine de algo, y a pesar que yo estaba transformándome en un engendro de tamaño cada vez mayor por los elogios recibidos, todo iba bien. Pero como el mundo no es tan grande como dicen, los últimos conocieron a los primeros, y volvieron a preguntarme entre todos la verdad del por qué del nombre Tacuara. Y así fue cómo tuve que aprender a decir la verdad o por lo menos mentir en una sola versión. Elegí ese nombre por dos cosas: una, porque me gusta cómo suena, y otra, porque es un nombre indígena de acá. Como ven, elegí decir la verdad y ahora nadie me cree. La gente es incomprensible.