domingo, 27 de julio de 2008

De ningún lugar


Esa tarde el aire reverberaba sobre el suelo cargado de sol, y hacía que las pupilas cayeran incontrolables hasta casi el sueño. Entre las ilusiones de agua fresca y la garganta rasguñando la saliva, los ojos entreabiertos la vieron acomodarse en el banco bajo la pequeña sombra del joven timbó. Su aspecto extremadamente turístico le advirtió que alguien estaba más que observándole, y se acomodó en su asiento del puesto de informes. Los minutos parecían no moverse, ni siquiera con la suave brisa que acariciaba de vez en cuando ni con los esporádicos visitantes perdidos que prenguntaban siempre lo mismo. Entonces, pensó en jugar a las miradas con ella, y se dió cuenta que ella hacía mucho tiempo ya jugaba sola. Se entusiasmó sonriendo solo, pensando que en la vida hay oportunidades como estas que no vuelven jamás. Pero no pudo evitar pensar que estaba trabajando, y entre el conflicto que ya se había instalado en su interior, ir a hablarle o no, imaginaba las consecuencias de salir de su puesto. Se acordó del tereré que trajo para menguar un poco la pesada temperatura, y que podría servir de gancho para empezar una conversación del tipo cultural, con la escultural rubia que insistía en mirarlo pícaramente desde unos metros. Se desanimó cuando sintió el termo totalmente vacío. Inmediatamente miró hacia todos lados tratando de encontrar entre el inmenso verde que lo rodeaba, algún detalle que lo acercara a una idea de diálogo. Sólo encontró una ráfaga caliente en su rostro y en toda la cabeza. Giró nuevamente hacia ella y justo la descubrió bajando la mirada sonriente. Cobró ánimo, sacó fuerzas de donde suele sacar el que siente que está desperdiciando un sueño, y frunció el ceño pensando en todas las posibilidades para un acercamiento. Los guaraníes que venden sus artesanías en frente del puesto habían desaparecido hacia las sombras, buscando algún oasis, y ya la piernas le latían fuertemente, como si la sangre le hirviese en las venas. No podía perder más tiempo. Se relamió los labios varias veces, y repentínamente entre sus pocas ideas calientes aparecieron las encuestas. "¡Claro!", se le escapó en voz alta. Y fue a la conquista. Al salir de la sombra lo sacudió la luz del sol cerrándole los ojos calientes, y tuvo que fruncir nuevamente el ceño mientras llegaba hasta la princesa. Se sentía en el aire, triunfador, caminando lentamente, casi con dificultad, disfrutando cada paso, cada milímetro que avanzaba. La imagen de ella parecía acercarse de forma mística, como un hada sonriendo a la vida. Al llegar, no tuvo que esforzarse en el saludo, ella se había encargado de decirle "hola, cómo estás", con un acento casi erótico. Allí pareció desvanecerse de amor. Había pensado que hablaba otro idioma y que la conquista tardaría por eso, pero al descubrir sus ojos, su pelo, su piel de un lugar celestial, y con un acento castellano tan pero tan dulce, su sangre aminoró su velocidad, y ya no encontraba más lugar para abrir los ojos, y más saliva para tragar. Pidió, como rogando unas migajas de amor, que rellenara la encuesta. Era una en inglés. Ella lo miraba fíjamente, y no se percató del idioma en el papel. Tomó la carpeta con el bolígrafo atado y la puso en su regazo. Y empezaron el diálogo más tierno que jamás se había oído hasta entonces. Las miradas parecían hablar más que cualquier pensamiento. Nada importaba, volaban los dos, y el intenso calor era sólo un detalle. Él se sentó cerca de ella, y después de unos pocos minutos, le tomó la mano, le pidió un beso, totalmente indiferente a las consecuencias que se significa involucrarse con una visitante mientras se trabaja, y ella accedió. Fue el beso más sublime de toda su vida. Algún día se lo contaría a sus compañeros, y nunca a su prometida, que podía enterarse de igual manera. No le importó. Se dejó llevar, sintió el calor que avanzaba descontrolado en todo su cuerpo, y se dejó caer en los brazos de ese amor increíble, tan irresistible que le quemaba todo su interior, y cerró los ojos con poco ánimo de abrirlos nuevamente. Cuando los volvió a abrir estaba en la camilla de la ambulancia, con el enfermero de la empresa muy cerca de su rostro, diciéndole que en esos días de calor es muy importante hidratarse, y que no esperara caerse peligrosamente cerca de un banco o de cualquier otra cosa para pedir ayuda. En sus manos tenía la carpeta con una encuesta en inglés, que en la sección procedencia decía: de ningún lugar.

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