lunes, 30 de enero de 2012

Si hablás, sos raro


En más de una oportunidad pensé en cuál es la razón por la que los dueños de bares, pubs, y resto-bares ponen la música de ambiente a tan altos decibeles, obligando a levantar la voz inclusive para ordenar al mozo, quien en poco tiempo de trabajo se transforma en un experto lector de labios.

“¡¡Una cerveza!!” – grita uno.

¡¡Disculpe!! ¡¿Qué me pidió?! – responde el garzón

¡¡U-na-cer-ve-za!! –grita otra vez

¡¡Aaah ok!! –asiente el mozo con la cabeza.

Y así sucede varias veces hasta que el comensal detalla la marca de la cerveza, si la hamburguesa viene con fritas o no, completa o simple, y el mozo intenta interpretar los labios mirándolos a centímetros de distancia.

Confieso que en varias ocasiones quise pedir al encargado del local que considere la posibilidad de bajar el volumen de la música, pero no me atreví. No quise parecer un anticuado, tipo pesado, que no está en la onda y pide cosas que nada que ver con la noche de la actualidad. Y aparte me imaginé hablando con el dueño tratando de parecer amable y piola en altos decibeles de voz:

“¡¡¡Hola!!!, ¡¡mucho gusto!! ¡¡me preguntaba si pueden bajar un poco la música!!! ¡¡porque no podemos hablar!!!

“¡¡¿Perdón?!!, ¡¡¡¡¿cómo dice?!!!!

Así que imaginándome esa charla, sufrí sin decir nada, y me puse a pensar cuál es la razón por la que la música, muchas veces a gusto exclusivo del Dj de turno, está tan alta. Quizás es algo marketinero, quizás es para atraer a los que pasan por la vereda, quizás para competir con los locales de al lado y del frente que también ponen música fuerte, o por algo que sinceramente desconozco por ser un vetusto ignorante de temas comerciales del presente.

Esto analizaba, hasta que mirando a mi alrededor noté una mesa en la que los cuatro integrantes estaban zambullidos en sus celulares, cada uno riendo sobre lo que veía en ellos, y mostrando al resto el aparato para reír todos juntos, asintiendo con la cabeza, señalándose, tocándose, golpeando la mesa, y aplaudiendo.

La escena, además de hacer tambalear mi fe en la creación y hacer que crea un poco más en nuestro parentesco con los monos, me hizo comprender un poco más la razón del por qué la música a tan alto volumen en estos lugares: ¡ya no hablamos!, ¡no charlamos!, ¡no utilizamos la expresión verbal audible!

Los amigos y conocidos se reúnen a “tomar algo” para enviarse mensajitos, mostrarse fotos, y comentar en el Facebook del que está sentado al lado, mirar a los que pasan o a los que llegan para sentarse cerca, y hacer señas, guiños, y reir como entendiendo lo que pasa; entonces la música con su volumen alto no molesta, simplemente rellena el espacio que en otra época ocupaban las palabras.

Es raro hoy ver a un grupo de amigos sentados en un bar, pub, resto-bar, (lo que sea), hablando. Simple y llanamente hablando. Y si encontrar esto es extraño, escuchar algún debate sobre algún tema es como querer toparse de frente en pleno centro de Iguazú con un elefante con bikini fucsia escribiendo en su notebook.