viernes, 14 de febrero de 2014

Agustín: el santo africano que amó a un hombre

Arrogante, amante de la farándula y los aplausos, mentiroso, asiduo a los placeres, incluyendo la homosexualidad; no tomó cargo de un hijo que tuvo con una esclava, y siendo político oportunista, y gran orador, llegó a la cúspide de los halagos de la sociedad, hasta que como el amor mismo, sorprendió dejando todo por enamorarse de alguien.
  
Lejos del aura de hombre perfecto, romántico, y caballero, que cumple con la lista de las más exigentes de hoy,  Aurelius Agustinus Hipponensis, más conocido como San Agustín, fue un personaje arrogante, mentiroso, y farandulero, a quien muy probablemente ninguna de las enamoradizas de hoy prestaría atención.  

Nacido en Tagaste, Numidia una provincia romana del norte de África, hoy conocida como Souk Ahras, Argelia, Agustín no fue bautizado en el cristianismo, a pesar de tener una madre conocida como una “mujer cristiana”, y comenzó a formar una personalidad más bien vanidosa y soberbia en un centro de estudios paganos de Maduara, donde fue enviado a formarse por su padre.

Pero fue más adelante, cuando avanzada ya su adolescencia, que empezó a transformarse en todo lo contrario respecto del amor y el romanticismo al llegar a Cartago. En esa gran ciudad, contó él mismo en su famoso libro Confesiones, “contaminé el agua primaveral de la amistad con la suciedad de la concupiscencia”.

Allí también comenzó a practicar el Maniqueismo, una mezcla de religiones que condenaba los placeres sexuales, pero no el placer homosexual por asegurar que estas relaciones “no atrapan las almas dentro de la materia como la intimación heterosexual”. En esos años las relaciones homosexuales eran inclusive mejor vistas que las heterosexuales.

En otra parte de sus Confesiones dice: Cuando llegué a Cartago, a mi alrededor bullía un caldero de amores ilícitos. Yo nunca había amado y estaba ansioso por amar. ( ... ) Me parecía dulce amar y ser amado, y mucho más si podía disfrutar del cuerpo de la persona amada. Enlodé su limpia corriente con el infierno de la lujuria y, a pesar de ser impuro e inmoral, con mi exceso de vanidad solía comportarme como un hombre de mundo que frecuenta los lugares elegantes que están de moda. Me zambullí de cabeza en el amor, ya que anhelaba que me atrapase".

Por su confesa vanidad, gustaba mucho de los aplausos y halagos, que conseguía con su gran habilidad retórica, con palabras a veces “incomparables” como las describían sus propios contrincantes políticos del momento, a quienes casi siempre vapuleaba con sus argumentaciones. Fue entonces, cuando Agustín ahondó su amistad con un joven que había conocido en su infancia, a quien describió como “mi otro yo” y “era la mitad de mi alma”.

Cuando este amigo fallece, Agustín queda devastado y confiesa “fue lo más dulce que experimenté en toda la vida”, y describe la relación con él diciendo “Había llegado a sentir que mi alma y la suya eran una sola alma dentro de dos cuerpos”.

Aparte de estas características, muy alejadas de un hombre ideal para el amor, debe sumarse una amante esclava con la que Agustín tuvo un hijo llamado Adeodato, con quien compartió poco de su infancia y adolescencia. Y por los años de la década 380 abandonó rápidamente a la amante, y regresó al África.

Fue en estos años en los que Agustín sorprendió a todos, abandonando por completo su vida vanidosa y de farándula en las grandes ciudades, y vendiendo todas sus posesiones para entregarlo a los pobres, y escribiendo los más dulces poemas y reflexiones, por haberse enamorado de otro hombre, quien había dado inclusive su vida por los demás.

San Agustín no fue ni es, entonces, un ejemplo perfecto para enamorar a las mujeres, pero es una esperanza y una lección ideal para todos los hombres imperfectos que elegimos enamorarnos, abandonando todo lo demás, aunque nos partan el corazón.  






miércoles, 12 de febrero de 2014

El comerciante especulador es como el chismoso, existe porque tiene clientes

Nos molesta el aumento de precios, pero seguimos comprando. Y no nos instruimos para saber quiénes son los responsables verdaderos del aumento. Así también nos molestan mucho los chismes, pero seguimos creyendo y escuchando a los chismosos.

En una oportunidad, hace varios años, mi padre quiso comprar un hermoso canasto de tacuapí que un aborigen ofrecía a la vera de la ruta, y al ver que el precio había aumentado respecto de unos días atrás, le pregunta al nativo por qué, y éste le responde “oyupí la nafta” (subió la nafta, en guaraní). Ante tal respuesta, mi padre rió con ganas y compró el canasto igualmente, no sin antes regatearle un poco el precio, que el mbyá no quiso bajar mucho.

Y aunque el ejemplo puede resultar simpático, es realmente un reflejo exacto de una de las perfectas excusas que escuchamos los consumidores finales históricamente en la Argentina, cuando tenemos que comprar en los almacenes, despensas, kioskos, y supermercados o cargar el tanque del auto, especialmente acá en Iguazú.  Por eso el aborigen dio esa excusa, porque a él también le dieron esa explicación en el almacén.

A esa famosa excusa “subió la nafta”, se sumó después “subió el dólar” y así nos aumentaron siempre los precios al nivel de 100, 200, 300, y acá en Iguazú hasta el 400% más, y nosotros entendíamos a los comerciantes porque realmente subió la nafta y el dólar, hasta que después de pagar tan caro todo, empezamos a leer un poco, preguntar otro poco, y supimos que no todos los productos tienen que ver con la nafta (como el canasto del mbyá) y que tampoco todos los precios tienen que ver con el dólar.

Sin embargo, los comerciantes siguen vendiendo sin parar, y al parecer cada vez más, en un país al que todos –sí todos, incluyendo los comerciantes y empresarios –critican y describen como un desastre, y en el que no hay movimiento, y apenas se vive día a día.

Algo no se comprende: los comerciantes abren un negocio, contactan un productor, un distribuidor, “pagan los impuestos”, el flete, y ponen el precio, pero ¿quién les compra? Y por otra parte, si los que compran lo hacen por necesidad y no tienen opción de compra en otro lado, ¿pagan lo que sea en el lugar que sea y van a comprar obligados al mismo lugar sin quejarse o dejar de comprar?

Claro que molesta que haya un gobierno inepto que no sepa garantizar la producción y distribución sin aumentos, pero eso nada tiene que ver con que el comerciante que te saluda en el mismo pueblo todos los días, te mienta en la cara (o escondido) aumentando los precios al porcentaje que se le ocurra para ganar mucho más poniendo como excusa la nafta, el dólar, el gobierno, la lluvia, y el agua de Cataratas.

En el caso específico de Iguazú, también molesta que nos traten de estúpidos haciéndonos creer que el comerciante, además de pagar al distribuidor debe pagar la tasa de abasto (un engendro inventado por el asesor legal de este gobierno municipal Harry Foos, en la época del intendente Filippa, de quien fue amigo y luego enemigo), como si no supiésemos que todos los grandes comerciantes no pagan esa tasa y “arreglan” a su manera, y los que sí la pagan después lo incluyen en el precio final de los productos, y la terminamos pagando todos nosotros.

O en el caso de la famosa nafta que de repente “desaparece” de nuestra ciudad cuando hay alguna información que puede afectar su distribución, y “aparece” repentinamente con un precio más alto, como si no supiésemos que la esconden para especular y venderla después con aumento para ganar unos míseros centavos más a costa de nuestro trabajo. Y con esto no tiene nada que ver el gobierno, sea cual fuere, los responsables de estos aumentos de precio descontrolados son los dueños, empresarios, comerciantes, distribuidores, como usted quiera llamarlos, que especulan con nuestra necesidad y nos venden a precios exagerados.

¿Quiero decir que el comerciante no debe ganar? No, no digo eso. Digo que debe ganar lo justo, poniendo un precio al que pueda acceder el consumidor sin que tenga que quejarse que el sueldo no le alcanza. No es muy difícil entenderlo. Digo que tiene que mantener sus clientes (compatriotas, no enemigos) respetándolos, y no mintiéndoles en la cara sin importarle que toda la economía se vaya al demonio.

Lo peor de todo esto es que nos molesta muchísimo que los comerciantes especuladores nos mientan pero ¡nosotros le seguimos comprando! Igual que nos molestan muchísimo los chismes que inventan de nosotros, pero los chismosos nunca desaparecen sino que siguen aumentando, ¡porque nosotros les seguimos escuchando!   
  

lunes, 3 de febrero de 2014

Mi ventana


Allí donde bailan las hojas del otro lado es mi ventana.
En el pedacito de sol que dibuja tus ojos
En el que aparecen suaves mis mañanas
En el que sueño que me arrojo
Y me despierto en tus pestañas

Ahí, detrás de la calle cuadriculada,
Donde solía esperarte ansioso
Estirando al máximo mi mirada
Soñando esos días perezosos
De anchas sonrisas inopinadas

Por ahí veo pasar las continuas luces
Cada cual con la honda cicatriz
De las palabras que se dan de bruces
Unos contra otros, enredados, peleados
Olvidando abrazar al país

Mirando las curvas de las hormigas
Pegado al vidrio, aprieto mi nariz
Los gorriones alegres comen las migas
Mostrándome con sus saltos
Como extrañarte y ser feliz

Apoyado de este lado del cristal
Sosteniendo largos mis días
No entiendo esta única vida
En la que elegimos hacer mal

El cielo me trae de a pedacitos,
Tus manos como una brisa
Que se cuela en los rinconcitos
Muy pegados a mi corazón
Haciéndome caricias para dormir
Añorando suavecito
Un roce de tu amor

Quizás alguna estrella en la mañana
Escapando de la noche
Me recuerde buscarte sin reproches
Pegando de nuevo los ojos a mi ventana.