sábado, 11 de febrero de 2012

De qué Iguazú sos


En los momentos en los que me asusto por estar solo conmigo, me pregunto ¿de qué Iguazú soy y por qué?, ¿por qué es tan difícil unir las partes?, y ¿quién decidió que así sea? Confieso que en más de una oportunidad terminé sin saber cuál es mi lugar, entre tantos sitios separados en el mismo pueblo, tantos sectores diferentes pero iguales, tantas castas a veces imperceptibles, y tantas opiniones arraigadas en otras tierras y con brotes en Iguazú.

“Es que acá hay grupos” –me dijo una colega docente –“están los que nacieron acá, los que vinieron hace mucho, y los que llegaron hace poco. Con el tiempo los identificás rápido, pero no por su acento sino por lo que dice”.

Según ella, los que nacieron y se criaron acá defienden el pueblo pero sólo delante de alguien que lo critica; que los que vinieron hace mucho encontraron la forma de adaptarse con algunos amigos que “piensan igual”, y que los que recién llegan se unen a los criticones de siempre para decir que “Iguazú es un desastre”, pero se queda.

Otros coincidieron con esta opinión, pero complicaron un poco más las pocas neuronas que tengo diciendo que dentro de esos tres grupos hay subgrupos, conformados por los hijos de cada uno de los sectores, algunos hijos de pioneros, otros con padres de otras provincias, otros hijos de recién llegados, y otros hijos de los que viven de traslado en traslado por trabajo.

A esta altura de la explicación mi cabeza hervía con humo arriba, tratando de ubicar los grupos, subgrupos, y cada uno de los hijos y descendientes de cada uno, que según me decían los que opinaron al respecto, también tienen su propia forma de pensar con algo heredado de los padres pero actualizado al 2012. Es decir una versión nueva de “Pensamiento Ultimate 2.0 for Facebook only”.

Algunos más osados, me aseguraron que esa mezcolanza está muy bien dividida geográficamente en Iguazú. “Un tiempo era muy claro” –me dijo un iguazuense de nacimiento –“antes estaba bien dividido, entrando desde la rotonda podías distinguir fácilmente el Iguazú de la Victoria Aguirre hacia la derecha y el otro hacia la izquierda, pero ahora encontrás gente de la derecha con impresionantes chacras usurpadas en los terrenos más alejados de la izquierda”. Cualquier coincidencia con las tendencias políticas (derechistas e izquierdistas) es pura coincidencia.

Sin embargo, esta división territorial-social aún sigue siendo clara “solo hay que caminar un poco”, me aseguró otro que también piensa que en Iguazú “la unión es muy difícil, porque está lleno de envidia”. Me dijo: “acá ganar plata es muy fácil, y eso hace que cualquiera pueda tener un auto, una moto, y encima una casa o un terreno y un negocio porque nadie te dice nada si usurpás y nadie te pide los papeles”.

También me aseguró haber ayudado a “recién llegados que apenas sabían hablar”, y que pasado el tiempo, “consiguieron trabajo en algún hotel lindo, se sacaron un par de fotos con estos boluditos de la tele de Buenos Aires, y ahora no me conocen y me hablan como expertos en turismo sin darse cuenta que siguen siendo los mismos ignorantes de siempre”.

Al escuchar esto, otro me aseveró que esa es la razón por la que es casi imposible unir a los residentes de Iguazú bajo una causa común, y que los grupos que cuentan con más personas influyentes son los que “manejan” el pueblo. Y que los que “están cómodos ganando su platita no les interesa involucrarse”.

Sin dudas, tengo que decirlo, al recopilar este improvisado arrojo de sociólogos populares, que en definitiva son los que viven la realidad, creo que pertenezco a todos los grupos, a algunos por ser latinoamericano, a otros por ser argentino, a otros por ser misionero, a otros por ser docente, a otros por ser comunicador, a otros por ser amigo, a otros por compartir defectos, a otros por vivir acá, y a todos por ser humano, quizás la razón principal porque que deberíamos unirnos.

lunes, 6 de febrero de 2012

La gata flora es argentina


Hace un tiempo atrás me atreví a decir que “el argentino es mujer, porque no sabe lo que quiere”, y algunos me elogiaron, otros me condenaron, algunos se rieron, y otros me apedrearon desde lejos con magnánimas rocas filosóficas, denominándome resentido, racista, sexista, y otras flores que por mucho tiempo afectaron mi sueño: antes dormía 8 horas, ahora duermo 10.

Hoy, en la lejanía de aquel atrevimiento de 2009, noté que el paso del tiempo no logró cambiar al argentino y razoné que quizás es porque tenemos algún gen de la gata Flora, pero si usted tiene ganas de ponerme algún otro apodo por lo publicado antes, le invito a leer aquella reflexión en este link http://www.lavozdecataratas.com/index.php?mod=noticia_ver&id=10802 , no se olvide copiarlo y pegarlo en la barra de direcciones.

Mientras, piense en cuántas ocasiones ha escuchado a argentinos y argentinas (hoy hay que referirse a ambos por eso de las susceptibilidades ¿vio?) contradecirse de tal manera en sus dichos y acciones que realmente desestabiliza al cerebro más firme. Para esto, usted sabrá, no es necesario alejarnos demasiado de nuestras calles iguazuenses, por donde hoy más que nunca circulan argentinos y argentinas de todas las latitudes.

Aquí, en esta nuestra querida ciudad, podemos encontrar a representantes de todas las regiones, asociaciones, grupos, índoles, maneras, y caracteres, quienes mientras callan nos hacen dudar de su origen, pero al hablar despejan nuestra duda de si son o se hacen descendientes directos de la felina Flora; y en la gran mayoría de los casos resultan ser parientes directos de ella.

La mayor prueba que nos muestran nuestros parientes Florianos es casi siempre relacionado con el tema de nuestra cultura misionera-guaraní. Los Florianos tienen la costumbre, desde su primera hora de residencia en nuestro terruño, defender a los indios con garras y dientes, y hasta nos condenan a los misioneros por no respetarlos. Inclusive al solo nombrarles a nuestros hermanos Guaraníes, los Florianos se declaran tan protectores de ellos que emociona escucharlos; pero que no se le ocurra saludarles en el idioma guaraní porque no tienen idea de cómo responderle.

Y no cometas el tremendo pecado ante los Florianos advenedizos de mezclar algo del idioma indoamericano con el sagrado español porque te tildan de ignorante. Obvio que invitarles a jugar fútbol con los aborígenes o pasar con ellos una tarde cualquiera, está fuera de todo análisis, por eso del polvo, los mosquitos, y algunas basuritas ¿vio?

Pero claro, sin duda puede usted pedir a cualquiera de los Florianos que escriba y firme un acta de apoyo a los Guaraníes ante el flagelo del racismo, la indiferencia social, y la indigencia. Estoy seguro que cualquiera de ellos redactará la nota a la perfección, mientras detrás de ellos Madonna observa sexy desde un poster, y en el ambiente suene suave algún tema de la tan profunda Lady Gaga… por eso de ser “open mind” ¿vio?

Otro gen de nuestros familiares Florianos, que resalta a leguas de distancia, es la poca tolerancia a los argumentos y pensamientos diferentes, que los propios felinos critican aceradamente de sus contrincantes. No se le ocurra decirle, por ejemplo, a la tan inteligente juventud Floriana de hoy que usted no está de acuerdo con lo que ellos predican, porque probablemente reciba algún rasguño, seguido de un fuerte ¡miiiiiááaaaauuuuuu!

Algo que provocaría que los Florianos no vuelvan a hablarle más y lo condenen al grupo de los mentes cerradas es decirles, por ejemplo, que levantar banderas del Che y de Gandhi es un poco diferente, y que ir a vitorear a Cristina –presidente de turno –o aplaudir al intendente, o disimular zalamerías al gobernador, es lo mismo que hacían con el mismo derecho los que iban a chupar las medias a Menem, en la misma plaza, pero con textos diferentes en sus banderas y pancartas,.

Y así, podría seguir describiendo genes de nuestro origen argentino Floriano, pero usted se aburriría mucho, querido lector. Entretanto, manténgase usted alerta y evite argumentar cuando nota algún rasgo de este gen Floriano, porque le resultará muy difícil comprender cómo los Florianos pueden declararse tan abiertos de mente y condenar al que piensa diferente; o demonizar al Guaraní que viste una remera de Boca Juniors mientras él está vestido como un jazzero yanqui.

viernes, 3 de febrero de 2012

Para la foto


Desde pequeño miraba las diferentes poses de las autoridades políticas y personajes afines “para la foto” de inauguración, de apertura, de comienzo de temporada, de lanzamientos de proyectos, de inicio de obras… y, confieso, me gustaba la correría urgente de fotógrafos para obtener la toma que parecía ser exclusivísima y por la cual eran justificados los golpes, empujones, tropezones, codazos, y caídas.

Tanto era así que, en ocasiones, el show más apreciado era la lucha por la obtención de la foto y no tanto los personajes farandulescos, que también disfrutaban del espectáculo de piñas y flashes. Recuerdo que los reporteros, en su afán por lograr una miradita de los fotografiados, gritaban:

¡¡Gobernador, acá, acá!!

¡¡Intendente, acá, acá!!

¡¡Presidente, acá, mire acá, ahora acá!!

Y algunos de los que observábamos queríamos, en nuestra inocencia, formar parte más bien de los camarógrafos luchadores que de los personajes, porque éstos una vez que terminaban de posar con sonrisas de maniquíes, se retiraban a seguir admirándose entre ellos, mientras los gladiadores de cámaras, transpirando, buscaban un lugar en donde apoyarse para descansar del peso de sus armas, y prender un cigarrillo para esconderse detrás del humo, entrecerrando los ojos, al mejor estilo John Wayne o publicidad de Marlboro.

Pero, con el paso del tiempo, como sucede con prácticamente todas las ilusiones infantiles, mi deseo de ingresar al mundo de gladiadores gráficos se vio frustrado ante la realidad, que decidió mostrarme con un chipaí que las tomas por las que los soldados de cámaras tanto batallaban, salían riéndose con las mismas caretas de muñecos de piedra, y con las mismas poses de modelos de inauguración, en todas las tapas de los diarios que veía en los kioskos.

Lo más triste, y desilusionante, sin embargo, fue que la modernidad con toda su informática y digitalización, no logró mantener esas imágenes de soldados rudos con pesados armatostes gritando con vozarrón grueso, peleando robustos por una toma de los personajes de turno, sino que las transformó a escuálidos cuerpecillos sosteniendo las mínimas cámaras, vociferando finamente otros tipos de nombres:

¡¡Amadito, Amadito, aquí, aquí!!

¡¡Ricky, acá, acá, pliiiisssss!!

¡¡Mauri, Mauri, acá, acá por fa, daalee!!

Todo, con una lucha un poco más educada que las de antaño cuando éramos bárbaros. Los codazos son seguidos de un “sory, estoy trabajando como vos”; los empujones son más suaves y los anticipa un “vamos, vamos, plis”; el humo del cigarrillo no sale de la boca de un rudo vaquero sino es expulsado con finura de labios delicadamente en "u"; y los choques generalmente son seguidos de una explicación estilo vedettes de verano, para que los muñecos salgan en todos los diarios de papel y digitales con la misma sonrisa de piedra, y la pose de inauguración que hará creer a los que vean la foto años más adelante, que los políticos realmente se arremangaban para palear, carpir, y juntar cacharros con los peones.