domingo, 26 de octubre de 2008

¡Cómo sabe ese nene!


A veces se me ocurre que se aprende más de alguien que no sabe nada que de alguien que sabe demasiado. Digo, porque escuchar o ver -observar- a una persona que “domina” un tema en específico o que “habla de lo que sea” tiene el mismo resultado que escuchar o ver a alguien “que no sabe nada”, y en ocasiones éste enseña mucho más que aquél. Resulta lo mismo, decía, porque el que se explaya en todos los temas existentes con aire de seguro con una humildad que esfuma cuando le argumentás en contra, y el que habla sin cazar un fulbo de nada, demuestran a la misma vez que ambos viven en una nube de flatos. Sin embargo, el que no sabe nada tiene una especie de ángel que le ayuda a por lo menos servir de mal ejemplo. El otro, el que domina todo -guaú- , ni siquiera sirve de mal ejemplo, porque para bueno es malísimo, y para malo está el otro. Se me ocurrió esto porque, sin querer, en estos días escuché decir a un niño de 11 años que no lee los diarios porque no tiene idea de qué es un fiscal, un diputado, un concejal, un legislador, y porque no sabe qué hacen ni qué tienen que hacer. Y por otro lado me escucho a mí y a mis colegas periodistas que dominamos todo, y a los propios legisladores, concejales, y fiscales, que dominan más, y a algunos oyentes súper inteligentes y críticos, que además de conocer todo saben la solución de todo, y descubro que el niño en unos pocos segundos me enseñó más que todo el resto. Confieso que al escuchar al niño decir lo que dijo me embargó una tristeza muy grande, pero no por el niño ni su reflexión, sino por la culpa que me toca como mayor: recién ahora me doy cuenta adónde permitimos que lleven al niño a donde va. ¡No sabe qué es ni qué hace o tiene que hacer un funcionario del estado! Sé que habrá algún lector que dirá: “pero no tiene por qué saberlo”, “depende de la edad que tenga no tiene por qué ocuparse de eso”, “para qué enseñarle, si no sirve de nada”, o “mejor que no lo sepa, así es más feliz”, o quizás “sí, se le enseña, sólo que a los chicos no les interesa”. Y qué tiene que ver esto con el tema de aprender más de los que no saben nada que de los que saben mucho. Bueno, justamente que entre todos los adultos que dominamos los temas del universo no supimos ni sabemos enseñar al niño lo que tiene que saber, y de paso sufrimos nuestra propia inteligencia, dejando que los que no saben nada dirijan nuestro pueblo, ciudad, provincia y país. Y parecerá contradictorio, pero los que dicen saber mucho son los mismos que nos dirigen hoy, y encima elegidos por nosotros, los sabios sabelotodo. Así es como sucede que el niño dirá de memoria la tabla periódica y todo el proceso informático, y nosotros diremos: ¡cómo sabe ese nene, qué inteligente!, mientras en el Concejo Deliberante de nuestra ciudad aprueban otro estúpido proyecto para gastar nuestra plata, y ni el niño ni nosotros nos enteramos. ¡Qué inteligentes que somos!

lunes, 13 de octubre de 2008

Indeciso... creo


Desde un tiempo hacia acá pude observar que soy muy cambiante. No tengo muy claro qué sucede conmigo, pero puedo decir que es algo parecido a la costumbre que tenía cuando era más joven: cambiaba mi personalidad de acuerdo a la que veía en otros y me gustaba. Así pasé por diferentes posturas, maneras de hablar y opinar, y hasta de peinado -cuando todavía tenía qué peinar- y todo acorde a la personalidad que acababa de ver y me gustaba. Podía ser Silvester Stallone como Gustavo Cerati, o bien cambiaba para parecerme a Diego Maradona o a Jorge Luís Borges. También podía elegir parecerme a alguien más cercano, como mi padre, a quien todavía admiro, o mi vecino de la infancia, a quien ni veo ni admiro más. Hoy también me gustan muchas maneras de ser, pero ya no cambio por eso. Prefiero más bien elegir parte de cada carácter e imitar lo que me gusta, o me parece bien. Sí, ya sé lo que están pensando: este tipo no tiene idea quién es, ni sabe lo que quiere, o se olvidó de pensar en definir su personalidad. Y sí, es verdad. Y les confieso que yo también pienso lo mismo, pero de ustedes. No voy a explicar por qué. ¡Porque no tengo ganas! Y no me desvíen del tema. Como les decía, he notado que sigo siendo cambiante. Pero un poco más fino. Ahora elijo características de cualquier personalidad con altura y gran porte, como la de Manu Ginóbili o la Tota Santillán, para que aporten algo mejor a mi forma de ser. Claro que en algunos casos tengo que observar con mayor detenimiento que en otros, para descubrir algo que sirva. Pero, por suerte tuve la posibilidad de leer algo de un tal Howard Gardner, sí ese que descubrió la inteligencia múltiple, y que muy diplomáticamente dijo que “todos tenemos un tipo de inteligencia que con el paso del tiempo se manifiesta, y a veces puede resultar incomprendida”, para no decir que “todos servimos para algo, y que no estamos al pepe en esta vida”. Con el descubrimiento de este tipo, pude entender que no es que los concejales no sirvan para nada, es que tienen otro tipo de inteligencia que nosotros no entendemos, es decir, son un grupo totalmente incomprendido. Por eso, de ellos también elegí características útiles para mi personalidad. Ahora soy totalmente inmune a las críticas como Nolasco, por ejemplo, y soy tan firme en mis propósitos y mantengo mi línea a muerte como Jara. Miro y observo todo, pero todo, detenidamente, como Franconi, principalmente lo que firmo, y me encanta saludar a la gente como Ayala. Además, pude adoptar la claridad y seguridad Gallardo, que liberó para siempre mis dudas sobre cuáles son mis objetivos. Pero lo que más resalta en mí hoy es la generosidad que pude rescatar de Benítez, quien me enseñó a donar todo lo que gano en pro del pueblo, aunque modestamente debo aceptar que la humildad de Spallanzani logró hacerme un hombre superior. Ahora, eso sí, que quede claro: jamás sería como mis colegas que no tienen ningún tipo de personalidad, o no saben que la tienen. Bueno, igual deben servir para algo, como dijo Gardner.

domingo, 5 de octubre de 2008

Diálogo sincero

Me das pena. Quizás me das asco también, y vergüenza. Y hoy tengo las ganas de decírtelo, porque estoy cansado de tanta contradicción descarada, que pasa impune por tu rostro sin ningún tipo de remordimiento evidente. Yo te conozco y paso con vos todo el día. No hay forma que puedas ocultarme alguna cosa. Conozco tus gestos, tus señales, tus costumbres, tus hábitos, tus reacciones, y cada milímetro de tus movimientos. Puedo asegurarte que pensabas unos años atrás, y también lo que pensás ahora. Y puedo recitarte cuántas de tus acciones marcharon coherentes con tus pensamientos, y cuántas no. No me mires así, sé de lo que hablo, y conozco de tu falta de capacidad para enfrentar las situaciones que pueden hacerte diferente. ¿Acaso tenés idea de cuántos quedaron desilusionados con todo lo que hacés?, y te adelanto que la simple y barata excusa que lo único que importa es ser feliz con lo que hacés, es una mentira para otros pero para mí no. Es muy fácil hacer creer a los demás. Pero muy diferente y difícil es hacer lo que decís que creés y pensás. ¿O ya te olvidaste que te vi haciendo gambetas para entrar primero que los demás en el banco o en el hospital, y que te considerás lo máximo cuando no pagás lo que todos deben pagar, mientras te llenás la boca hablando de la falta de moralidad actual? No creas que soy olvidadizo. Yo te vi y estuve con vos mientras evadías los controles en las rutas, y contactabas a tus compañeros de tu propio lugar de trabajo para lograr hacer lo que a los demás se les prohíbe, ¿y ahora te quejás de fulano que no usa casco mientras va en su moto, y de fulana que está colgada de los cables para tener luz, y de mengano que no pide el ticket fiscal cuando compra, del vecino que comparte el cable con el de al lado, y del concejal que antes era piquetero? ¡Por favor! No trates de engañarme. ¿Conocés el famoso y antiguo refrán “colar el mosquito y tragarse el camello? Bueno, yo lo concozco, y lo comprobé en vos, porque mientras te quejas de la menchada ignorante, que se conforma con las chapas y el choripan en las campañas, buscás la manera de pagar menos los servicios que se te dan, y si es posible, ahorrás un poquito más comprando del otro lado evadiendo todo tipo de impuestos y controles en la aduana. Sí, y mientras inventás una excusa para todo lo que te estoy soltando desde adentro de mis venas, por qué no me decís qué vas a hacer en tus vacaciones, ¿lo mismo que el año pasado?, ¿llamar a fulano, mengano, y sultana, para no pagar alquiler o recibir descuentos en hoteles, y que la excursión que tanto querés hacer te la liberen por ser conocida del primo de un amigo del encargado de cobrar las entradas? No seas tan ingenuo en pensar que sos ejemplar en todo lo que hacés. No desvíes la mirada. No hace falta, porque por más que rompa este espejo, siempre voy a encontrar tus ojos en cualquier otro, y me vas a seguir dando vergüenza.