miércoles, 14 de diciembre de 2011

Cualquier cosa llamále a

Es natural que en un cambio de gobernantes haya un periodo de organización y adaptación. Y también, es normal que el gobierno saliente entregue el mando al entrante, en un acto de celebración democrática madura y pacífica, tan mentada por los mandamás del partido de la Renovación, que con un ojo guiñó la salida de uno y la entrada del otro.

En Iguazú no ocurrió lo democráticamente maduro, a pesar que los gobernantes salientes y entrantes afirman con voz en cuello que son fieles al mismo partido renovador. Claudio Filippa (justicialista antes, y ahora Renovador) no entregó el mando a Marcelo Sánchez (radical, vecino unido, frente unido, frente para el cambio antes, y ahora Renovador).

Era de esperarse, como muchas otras cosas, que por ser del mismo equipo no haya habido tanta separación entre los que gustan tanto del trabajo en conjunto y compartir responsabilidad; pero suponemos que fue porque el gobierno entrante ganó las elecciones bajo un sublema opositor a la Renovación, y debían mantener “esa línea”, (así hablan los políticos).

Pero esto ya es historia, y las cosas pasadas parecen no estar de moda en la memoria de los memoriosos de hoy, que quizás tienen el memory stick formateado, y no recuerdan a un tal Harry Foos y un tal Telmo Albretch, como parte del gabinete de Filippa, y que renunciaron justamente cuando Claudio se hizo Renovador. La explicación es “que la política es así, muchachos”. Ahora los nuevos gobernantes, afortunadamente muchos jóvenes entre ellos, se están organizando y buscando la manera de empezar lo mejor posible.

Buscan papeles, cambian contraseñas, presentan nuevos jefes y encargados (esto le encanta a los que se “ganaron” su puestito), cambian de sector a los de planta permanente –no tan lejos porque por varios meses van a tener que preguntarles muchas cosas –y los nuevos tienen ganas de concretar muchos proyectos, que curiosamente la gestión anterior decía que quería hacer pero no podía por falta de presupuesto.

Por eso no es muy sorpresiva la intención de declarar emergencia económica-financiera-contable-eñemoíke del municipio, porque las deudas dejadas desde la vuelta de la democracia que tuvieron que pagar primero los Velásquez, Llera, y lo que dejó Filippa, suman muchos pesos, como los miles que se debe por el servicio de Internet, luz, combustible, y que “no dejaron concretar los proyectos” a las gestiones anteriores.

Lo que sí causa sorpresa (bueno, no tanto) es que después que quisieron revisar los infinitos mails que reciben desde Buenos Aires, Posadas, Suiza, la Unesco, New Seven Wonders, y Piray, no pudieron porque… ndaipóri la Internet chamigo… los nuevos gobernantes declararon que va a ser imposible concretar los proyectos porque no contamos con suficiencia financiera, es decir ¡¡lo mismo que nos decían Filippa, Llera, y todo el resto!!

Honestamente, ojalá que estos nuevos jóvenes encuentren los papeles que necesitamos para que después de la declaración de emergencia económica, y que cada uno de ellos se organice, delegue funciones, y generen un ambiente laboral excelente en el municipio, nos sorprendan con nuestros basureros vacíos temprano en la mañana, postes y tendido eléctrico nuevos hasta la última casita de las 2000, y en concordancia con la nación haya “agua para todos”.

Seamos pacientes, ya va a llegar. Esperemos un poquito que se acomoden para mejorar las cosas. Si no, cualquier cosa llamále al intendente… Closs.

lunes, 5 de diciembre de 2011

La Argentina de los porteños

Algo se repite en Buenos Aires de la imagen del porteño turista que tenemos. Ese con andar decidido, grandes lentes de sol, decibeles de voz altísimos, a quien hay que explicarle que no hay que dar de comer a los coatíes porque no son como el perro de Moria ni el gato de la Alfano (me refiero a la mascota de Graciela), y que la presencia de insectos en plena selva del parque nacional es normal.

Es así, como nosotros, cuando vamos para allá y estamos perdidos entre tantas luces y cemento, y no tenemos idea a cuál de los semáforos mirar para cruzar una avenida.

¡Sho no puedo creer! – me decía un tachero (así le dicen a los taxistas en Buenos Aires) –esta gente de barrio Norte, Belgrano, Alto Recoleta (para mí era chino básico) y todos los demás bananas de capital se quejan porque se quedaron sin subsidios y ahora la tienen que poner para pagar la luz, el gas, y las expensas, ¡que sho pagué toda mi vida! ¡¡¡Por qué no se van a la ·$%&/()=?¿* que los parió!!!”.

-¿En esos barrios vive gente de plata? –pregunté ingenuo.

-¡Claro! ¿No conocés tu país vos, flaco? –me reclamó.

-Y… es como que yo le pregunte si usted conoce que clase de barrios son Las Leñas, Santa Rosa o Villa 14 de Iguazú.

-Y sí, tenés razón, es que estoy re caliente con esta gente de mierda que nos cagó el país y nos siguen ·$%&//(()=?¿* y la ·$%&/=?¿?¿***!!!

Se enojó de nuevo, y confieso que me hizo reír, pero más por la gran capacidad que tienen los porteños para saltar con grandes y largos insultos a tan gran velocidad y con tanta fluidez, que parece un libreto estudiado durante mucho tiempo.

El punto irrisorio fue la opinión de una mujer en una de las tantas FM porteñas que escuchaba el chofer cuando subí. La vecina explicaba por qué estaba enojada con los K (así le dicen al gobierno central en Buenos Aires), diciendo que la quita de subsidios para ella era terrible, porque ella no había calculado esos gastos para el año que entra, y porque además el gobierno fue el que implementó los subsidios sin que nadie les pida.

¡¡¿Quéeeeee?!! –reaccionó mi conductor –esta tipa está loca, esos subsidios para los bananitas de capital los implementó el cabezón (así le dicen a Duhalde en Buenos Aires), porque ellos fueron los que le pusieron como presidente… ¿que no planificó los gastos?, claro, ahora la tipa va a tener que pagar la luz durante los dos meses que se va a Punta del Este, a quién se piensa que jode esta panqueque!

-¿Tan así es? –pregunté nuevamente para saber una opinión de alguien fuera de todos los medios.

-Yo los llevo al puerto, mi querido, los mandan a los nenes en taxi porque se levantaron tarde para ir con papi y mami en el BM, ¿me entendés? Se pierden dos meses a Punta, después a Miami, o donde sea. Esa gente es la que recibía subsidios para pagar la luz y el gas, y encima se quejan porque se los sacan. ¿No saben de esto en Misiones?

-Sí, claro, pero lo que sabemos nos llega a través de los medios, a favor y en contra del gobierno.

-Y sí, me imagino… pero sabés que al grupito caguín no tenés que leer ni escuchar, y menos creer ¿no? (se refería a los medios del Grupo Clarín).

-Yo escucho y leo todo, porque así me hago una idea de la situación general, porque para serte sincero la mayoría de los beneficios sociales que anuncia el gobierno sólo les toca a ustedes acá en Buenos Aires, yo por ejemplo en Iguazú a pesar del programa “Carne para todos” y la canasta navideña de Moreno por 100 pesos, sigo pagando el kilo de carne a más de 20 pesos y la canasta más barata para cuatro me sigue costando 250 mangos. Y me queda un poco lejos venir a comprar al Mercado Central de Abasto cada fin de semana.

-Claro, es que uno acá vive en un cubo y piensa que todos reciben todo. ¿Pero no tienen subsidios en Misiones? ¿O sos fanático del gordito Lanata?

-Sí, tenemos –me reí –a nosotros nos llegó el beneficio del aceite comestible más barato, por ejemplo, pero podés comprar solo un litro por persona, y si no, tenés que hacer la gran avivadita argentina de que te saquen tickets fiscales por cada litro, así queda registrado como compras separadas. Y subsidios para pymes hay, para emprendedores también, pero para pagar servicios de luz, agua, expensas, jamás tuvimos, apenas tenemos algún buen servicio, te digo. La vida en la frontera alejada es muy diferente, chamigo. Ah, y Lanata para investigar algo de la triple frontera tiene que buscar en Google o venir con un helicóptero para que no le molesten los mosquitos.

-Ya veo. El país es grande –se largó una carcajada.

-Ojo, algunas medidas festejamos, pero no todo es color de rosa.

-¡¡Movéte la re $%&/(=?¿* que te parió!! –tocó la bocina mi chofer, y me hizo reír nuevamente con una andanada de ingeniosos insultos, mientras me miraba por el retrovisor –perdón flaco, la vida acá en esta jungla es muy diferente.