viernes, 19 de abril de 2013

Un docente de Mbororé es ladrón

En los mismos días cargados de millones que van y vienen, desenfundados de trajes inalcanzables, y honorables intercambios de halagos entre los de allá en la gran aldea y entre estos de acá, yo también fui víctima de un robo.

Quizás más culpa tengo yo cuando pienso en cómo este docente, sin pedirme permiso, se hizo de algo que yo tanto cuido. Solo vino, sin ningún tipo de aviso, y se llevó lo que no era de él.

Ahora sólo me queda la bronca por haber descubierto, que no solo soy víctima a sabiendas de aquellos ladrones que hoy y siempre llenan las pantallas y las radios, sino también de este tal David, un maestro de la Comunidad Mbororé.

Y me pregunto, como ya lo hice mil veces, si David se detuvo tan siquiera a pensar en todo lo que causa una semejante actitud como la que con total desparpajo se animó a hacer en estos días en los que la tecnología  puede dejarte en evidencia con un simple click de cualquiera.

Creo que no. Ni siquiera lo pensó. Ni siquiera se dio cuenta.

Llegué a la conclusión que una persona así comete esas acciones porque le ocurre adentro, sin tener la capacidad de razonarlas, elaborarlas, digerirlas, o al menos planificarlas para lograr algún beneficio, como hacen en la actualidad quienes realmente se preocupan por una educación digna.

¿Cómo se atreve?, no dejo de preguntarme;  si dentro de su actividad de enseñanza seguramente encontrará quienes puedan disuadirlo de tan inimaginable actitud.

Y me duele más aún, porque amo su misma profesión, que la practico pensando en que enseñar es tocar una vida, y éste irreverente osa hurtarme como si nada le conmoviera y sin saber al menos quién soy y qué hago.

Qué dirán o qué harán, también me pregunto, esos otros que han decidido invertir millones en proveer una escuela a los aborígenes, después de casi 30 años, cuando sepan o se enteren lo que hizo David, ellos que tanto se preocupan honestamente por la educación de todos.  

Quiero denunciar ante todos, que David da Luz, maestro de cuarto grado de la Escuela Mbororé, es un ladrón al igual que muchos otros maestros escondidos en las afueras y en los montes.

En abril de este año, ese tal David, desvergonzadamente con su guardapolvo blanco, próxima a llegar una tormenta, no dudó un segundo en subir al techo de la precaria escuela para clavar mejor las chapas y solucionar los infinitos problemas que trae la desvencijada techumbre.

Señores, ¡David da Luz es un maestro ladrón! ¡Me robó el corazón!


(Foto: Gentileza Facebook: Javier Rodas)