sábado, 2 de agosto de 2008

Blanco o negro


No. Este texto no tiene nada que ver con el racismo. Bueno, en algún sentido tiene que ver, pero esta vez vamos a discriminar al propio racismo, y vamos a hablar sobre los extremos y los extremistas. Sí, ya sé, eso también incluye al racismo, ¡pero no quiero hablar del racismo! He dicho.
Confieso que presenté el tema de esa manera, porque justamente es la forma que tratamos todos los asuntos de nuestra vida: decimos que no somos extremistas, pero con los hechos demostramos lo contrario. Y al usar “nosotros” podríamos incluir a todos los seres humanos del planeta, quienes han comprobado sobradamente adorar los extremos, pero para quedar como maduros autocríticos, digamos que hablamos solo de nosotros, los argentinos.
Nosotros sí amamos los extremos. Basta con que alguna persona charle en la fila del banco con alguien conocido como “izquierdista”, para que la tilden de “guevarista”, o para ser más actuales, “golpista”. ¿O acaso no les pasó que al opinar sobre el conflicto del gobierno y el campo en cualquier lugar, se les escapó alguna frase como “todo bien con el campo, pero la guita se la llevan cuatro monos”, y para cuando dijo todo bien con el campo los ojos de “la mayoría” brillaron contentos y para cuando dijo “se la llevan cuatro monos”, los mismos ojos no sólo dejaron de brillar sino que también lo querían comer vivo? Si no les pasó, les cuento que a mí sí, pero no sólo porque me haya pasado a mí es algo absoluto, sin embargo, es tan común que suceda que a conocidos y colegas que se mantuvieron imparciales en el tema, pasaron de tildarles de oficialistas a golpistas de un segundo para otro. Además, para que se pase de un extremo a otro en milésimas de segundos no es necesario tomar ese tema de nivel nacional, sólo pensemos qué sucede en cuando decimos que no nos gustan las cosas dulces: nunca más en toda la vida te inviten una torta o un alfajor. Y lo mismo con las cosas saladas: por las dudas no lo digas, porque jamás te invitarán a un asado. No, ni siquiera al cumpleaños de tu amigo, porque cuando llegues habrá una ensaladita sin sal en la punta de la mesa “porque consideraron tus gustos”. Y no te gastes en explicar que no quisiste decir que en realidad hay algunas cosas saladas que comés, porque pasarías a ser un tipo fluctuante que no sabe lo que quiere, y nunca más te escucharán con seriedad cualquier opinión que tengas. Sí, aunque opines sobre el Papa o el último partido de Boquita.
Lo más triste de esto es que traté de no ser extremista al tratar el tema, y me costó. Pero descubro que no, que realmente soy y somos así. Sólo es necesario que alguien opine lo contrario de lo que acabo de decir, y ya no será más amigo mío, y si no era mi amigo, nunca lo será. He dicho.
(Gracias Benetton por la foto)

No hay comentarios: