domingo, 6 de julio de 2008

La primera impresión es la que cuenta


Estar bien, es decir, estar bien vestidos, es tan importante para nosotros que desde chiquitos nos enseñan que tenemos que estar “presentables” para toda ocasión. Más de uno de nosotros habrá sufrido mientras nos peinaban, nos limpiaban veinte veces los oídos, nos hacían lustrar los zapatos, nos hacían cepillar los dientes de tres a cinco veces al día, nos hacían cambiar la ropa porque estaba sucia, nos hacían cuidar la que teníamos puesta para que no tenga ni una ínfima mancha, y nos cortaban las uñas de las manos y los pies cuantas veces fuera necesario en la semana. Y si bien personalmente agradezco que hayan sido tan exigentes conmigo en la higiene personal, tengo que aclarar que mientras lo eran, no me causaba mucha gracia que mi viejo me agarrara del mentón haciéndome mirar para arriba para pasarme sesenta veces el peine de dientes chiquitos humedecido, y ¡peinarme a su gusto! Pero también confieso que ésta es una imagen que no olvido más por su ternura y por su gracia, que por alguna frustración de las que tanto abundan hoy en nuestra era. Recuerdo también, que en nuestro caso -mis hermanos y yo- siendo niños hasta teníamos que pasar por una especie de control de rigor hecho por mi madre cada vez que salíamos del baño para poder salir al mundo con toda autorización. Orejas, manos, tobillos, uñas, peinado, olor, y bueno, la ropa “de pobres, pero limpia”, decía mi progenitora. Una vez cumplido y pasado satisfactoriamente el control, podíamos salir afuera. Así con mucho sacrificio lograron, hasta cierto punto, que tuviese en cuenta la presencia para andar por este universo, como un ser humano. Pero para cuando me di cuenta que era un homo sapiens y aprendí a presentarme como tal, todos los de mi especie tenían una moda totalmente diferente a la mía. Mi peinado hacia el costado con la línea bien definida, mi camisa dentro del pantalón, y los zapatos pulcros, ya no eran parte de una “buena presencia”, sino más bien de una mala. Me explicaron que cambiaron las costumbres porque los que se vestían como yo casi siempre aparentaban ser una buena persona pero que en realidad no lo eran. Entonces ahora se peinan, pero con los pelos desordenados, las zapatillas son de marca pero sólo están limpias por dentro, y la camisa va afuera porque da la impresión de tranquilidad y sosiego. Sin embargo, los mismos que me pusieron al tanto de la moda aún dicen que para ir a buscar un trabajo hay que vestirse de traje, si es posible, y peinarse algo parecido al peinado de mi viejo. Además, me aclararon que es mejor ser bueno por dentro, y que lo de afuera no tiene importancia. Y como notaron mi mirada confundida, me ayudaron a entender que hay que dar una buena impresión a los de afuera sin mostrarnos como somos en realidad, y a la misma vez no aparentar ser alguien que no somos. Entonces se me abrieron los ojos, y pude entender por qué cuidamos tanto la imagen de Iguazú y de nuestro país.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Es cierto y coincido plenamente con vos, no hay que aparentar y hay q ser uno mismo, pero fijate que no todos tienen la madre que vos tuviste y que tanto te cuidaba, asi tambien hay gobernantes que descuidan la imagen de nuestra ciudad, la ventaja es q lo podemos cambiar cada 4 años, y a la madre no.
Un abrazo...

Anónimo dijo...

Una vez una compañía cosmética realizó una competencia pidiéndole a la gente enviar la foto de la mujer más hermosa que conocieran y la ganadora sería la imagen de su próxima campaña publicitaria. Una carta que llamó la atención, era de un pequeño muchacho.
Él dijo que la mujer más hermosa vivía más abajo en la calle de él. Ella jugaba a las escondidas con él, escuchaba sus problemas, y decía siempre que estaba orgullosa de él cuando él se despedía de ella. Él dijo: tengo la esperanza de que un día tendré una esposa tan bonita como ella.
Cuando la carta y la foto llegaron a manos del presidente de la compañia, él vio en la misma la imagen de una mujer mayor, con arrugas en cada pulgada de la cara, con su pelo enmarañado amarrado atrás por un moño apretado, y le faltaban varios dientes.
El ejecutivo sonrió y dijo:"nosotros no podemos utilizar a esta mujer, porque entonces el mundo sabría que no necesitan nuestros productos para ser hermosos".
Esto me hace pensar un par de cosas:
Primero,la belleza es más que una imagen externa. Lo que vemos en las portadas de revistas puede no ser real. Sin embargo nuestra apariencia externa es importante.

Segundo, nos sentiremos bellos dependiendo del espejo en que nos miramos.En el espejo del mundo nos sentimos feos e inadecuados, nunca damos la talla, pero cuando nos miramos en el espejo de Dios (La Biblia)nos damos cuenta que somos su especial y única creación y que nuestro valor personal no depende de nuestra apariencia.
"El corazón alegre hermosea el rostro" Proverbios 15:13
Dios le bendiga