domingo, 21 de septiembre de 2008

La luna de primavera


La noche llegó tímida. El sol había dejado sus luces en inmensas pinceladas de fuego que se extinguían detrás del río. Por allí, en algún lugar, en esa dirección, estaba ella. Pero no había manera de saberlo. Sólo existía en sus venas una urgencia de verla. Cada segundo se perdía con el ruido de los que volvían, y ninguna mirada descubría sus ansias tan evidentes. Nadie notaba que sus ojos sólo querían los de ella. El aire tenía otras manos, los pasos otro compás, la sangre otra vida, y la respiración agitada buscaba un descanso en su piel. Pero nadie lo sabía. Una brisa le hizo suspirar. Su piel recibió el vértigo de sus manos. “Hola, mi amor -pensó moviendo los labios- estaba pensado en vos”. Nadie respondió. Sólo un angustioso silencio lo vio bajar la mirada: “sólo quería que lo sepas”. Volvió sobre todo lo rasguñado por los dos en papeles insondables. Regresó por las marcas de los poros. Giró sin fin sobre el espacio recorrido en íntimo desafío. Desdobló sensaciones imborrables, y recostó el corazón en la espera, casi eterna. Una vez más sintió el silencio entre las luces, que no le dejaban descubrir que estaba siendo observado. El tiempo sólo trajo más ansias de su piel y el espacio se acortaba mientras recorría hasta su lugar, sin saber que la encontraría. Quizás ella también esperaba, quizás no. Quién lo sabía. De repente estaba con ella. No cabía en su ser, no había palabras, no encontraba el espacio para descargar todo guardado en la espera. Los ojos parecían rebelarse de su lugar, para introducirse en los suyos y no salir jamás. Por alguna necesidad las manos dijeron todo, pero faltaba. Había entre los dos una añoranza a más, que algo desde arriba les recordaba. Esta vez era imposible escapar. Quedaba poco tiempo, y el trecho recorrido insistía en vislumbrar la meta. Él se acercó y sintió las manos de su aire, la sangre de sus días, y el paso del corazón. Llegó el momento. Y pasó para esperar miles más, cada vez más dulces, más esperados, más profundos, como la mirada la mirada de esa luna de primavera que los vio confundirse en un primer beso que aún florece sin detenerse jamás.

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