jueves, 16 de diciembre de 2010

Días sin vos – Tu piel, mi piel

Dicen que me odian, porque sólo necesito treinta minutos bajo el sol para quedarme morocho, negro para ellos acá. Aunque te cuento que Uruguay tiene muchas personas de origen afro, con un color impresionante, pero más bien en la zona de Montevideo o en los departamentos de su alrededor, en donde la mayoría de ellos deambuló en la época de la conquista y luego la colonia. Se movían más bien en la zona del puerto, y en las estancias del sur del Brasil, y en algunas cercanas a la zona de la capital oriental.
Sin embargo, en Colonia, en todo el departamento y acá en Colonia del Sacramento, la capital del departamento, tiene más bien personas de origen europeo, quienes llegaron en varias inmigraciones de finales del siglo XIX y principios del XX. Igual que en Argentina, miles de italianos, franceses, suizos, alemanes, y españoles, llegaron para instalarse en estas increíblemente ricas tierras agroganaderas. Así que la mayoría es de piel y ojos claros, aunque hoy ya se ven también muchos criollos con la mezcla de colores indescriptibles.
El tema es que como nuestro sector requiere que estemos mucho tiempo bajo la mirada del gran astro, algunos sufren la reacción en su piel mientras otros disfrutamos que nos mire todo lo que quiera. Afortunadamente también gozamos de una brisa constante, desde el inmenso río que trae tus aguas, y con eso los que tenemos la pigmentación del amor de pieles Mbya e ibérica, nos deleitamos viendo la bendición Divina que nos regaló un dorado color barro que aparece ante un simple guiño del sol.
Extraño mucho tu piel. Esa que conozco en cada pliegue, en cada milímetro, en cada roce. Añoro su sabor a mango y su cálida recorrida hasta los atajos más escondidos de mi piel. Suspiro hondo ante el deseo de su dulce humedad de durazno mientras me encierro negándome a dejar ir su frescura de ciruelas. Siempre amaré su suavidad de manzana, sus sabrosos bocados de uva, su sorpresa de yaboticaba, su picardía de nísperos, su complejidad de araticú, y su deseo de sandía.
La extraño porque la amé de mil maneras, la saboreé con ansias, la mastiqué con ganas, la engullí deseoso, la mordí apasionado, la sentí enamorado siendo tuya de sabor a fruta dulce y muy mía de color barro. Te confieso que sueño encontrarla una tarde bajo la misma mirada del sol, y transformar el atisbo de un rayito en una contemplación eterna de la estrella que me diga que tu piel es alegremente mi piel.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mi piel siempre será tu pielll te iijeeee