viernes, 12 de marzo de 2010

Iguazú, un desagüe tapado

“No hay que tenerle miedo a la crisis de la demanda” –dijo el gobernador a Lavozdecataratas en el Radisson Montevideo, después de ofrecer su discurso de presentación del Destino Misiones ante los agentes de viaje y prensa orientales. Ocurrió que, aunque no podríamos estar más de acuerdo con este concepto expresado por el mandatario, Lavozdecataratas le planteó una de las necesidades más importantes que aparece como consecuencia del progreso: la mano de obra.
“El inversor se adapta a la crisis de la demanda, el problema es cuando no hay demanda, cuando tus hoteles están vacíos y tus restaurantes no tienen gente, por eso vinimos a provocar demanda”, continuó Closs su respuesta, dando también una fuerte carga de verdad a la que nos tiene acostumbrados este gobernante, que a diferencia de muchos otros anteriores, y actuales también, denota conocimiento sobre turismo a la hora de hablar. Y en realidad no es que él haya descubierto la fórmula mágica ni que tenga la verdad absoluta, sino simplemente es notable que su gestión, equivocada o no, al menos hace lo que predica.
Sin embargo, nuestro inquieto espíritu periodístico, por más que sea favorable a la búsqueda de la demanda practicada por el gobierno provincial y concuerde con la afirmación que el inversor se adapta a la demanda, insistió inquiriendo sobre la responsabilidad del estado en la previsión de mano de obra a través de la educación más allá de las largas escuelas técnicas, principalmente en oficios que suplan al mantenimiento de los hoteles, restaurantes, y comercios que, afortunadamente, hoy están llenos en Iguazú, pero que a la vez sufren una cada vez más notable escasez de mano de obra calificada para su sostenimiento edilicio.
Y es verdad, señor gobernador, el inversor se adapta a la crisis de la demanda: en el caso de Iguazú pagando 50 pesos el simple cambio de una lámpara o 500 pesos la pintura de cinco metros cuadrados, si es que se tiene la fortuna de conseguir un electricista y un pintor calificados justo en el tiempo y forma que se los precise. Pero no creemos que usted se refiera a esta adaptación que el inversor –y todos los vecinos de nuestra ciudad –deben sufrir, porque en Iguazú quizás la demanda turística sea más vertiginosa que en el resto de la provincia, sino que creemos que aún no le han informado cuán difícil es conseguir en la capital del turismo un solo albañil confiable, un carpintero realmente capacitado, un plomero que arregle y no rompa peor las tuberías, o un técnico en refrigeración que esté disponible cuando el calor no puede hacer esperar a los turistas ni a los vecinos.
Ante este planteo usted nos dijo: “la salida es proveer capacitación rápida de tres o cuatro meses en oficios y el control de calidad, pero todo llega a su tiempo”, y otra vez estamos de acuerdo, pero, aunque sonemos impacientes, no creemos que es hora de esperar, porque apoyamos la idea de la prevención y no la de la cura. Disculpe, es que el tiempo al que hace referencia ya llegó a Iguazú, y tal vez ya sea tarde para algunos que no logran recuperar lo invertido inicialmente porque deben invertir cada mes casi el mismo monto capacitando a sus mozos para que atiendan las mesas y a la vez destapen desagües, sin decir el pago de la demanda de un turista al que se le cayó encima una ventana mal puesta, y sin dar detalles del caso fatal de electrocución ocurrido en nuestra ciudad.
Al mismo tiempo, sin embargo, queremos aclarar que no hacemos responsable absoluto al estado en este problema, y mucho menos a su gestión que ha apostado y progresado en la búsqueda de la demanda turística, pero sí reclamamos “la responsabilidad compartida” tan mentada por usted en cada intervención ante la misma gente que lo eligió y ante el inversor que se beneficia con la creciente demanda. Y también es porque creemos que Iguazú llena de solamente técnicos y licenciados en turismo puede terminar siendo una ciudad sumamente amable e intelectual, con paredes mal pintadas, cortos circuitos, desagües tapados y olor a caca.

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