domingo, 7 de febrero de 2010

Otras Cataratas


En todo este incomparable planeta azul, por su 70 por ciento de agua, existen miles de cataratas que suenan trayendo historias de corriente arriba, y generan en todas la superficies que tocan moldes distintos, a veces causando destrozos, otras inundando, y en ocasiones causando pánico. Yo prefiero quedarme con esta voz, de estas cataratas, que me enseñaron que con las caricias se moldea mejor, aunque por momentos duelan.
Es así como decido comparar de qué manera suelen contarse las historias, los cuentos, la información.
“Como el agua –un día me dijo mi abuelo –que es la piedra más blanda, cualquiera puede elegir como moldear la roca”. Era muy chico para entender la reflexión, pero por suerte nunca la olvidé, quizás porque la única virtud que me regaló Dios es la memoria, y tampoco es tan buena que digamos. Sin embargo, el recuerdo alcanzó para que las palabras de ese paraguayo medio guaraní medio criollo me retumbaran una y otra vez, hasta que un día me encontró pensando en ella en el balcón del Mbiguá, del circuito superior del Área Cataratas.
Allí creo haber entendido, al mirar apoyado en las barandas que dan hacia las rocas antes que el líquido se desplome, que el agua puede ser la mano más suave de un artista pacientemente enamorado, que da forma a su arte en la dura roca hasta que a la vista aparezcan sus rasgos delicados sin asperezas, sin puntas agresivas, con sólo finas curvas que hacen olvidar el peligro y llaman a la sensualidad. Y a la vez, fuera de control, la misma agua, puede transformarse en un violento agresor que solo destruye a su paso, trayendo oscuros sedimentos arrancados sin consideración de inocentes islas, bordes, riberas, costas, árboles, y almas, que antes soñaban con el tierno paso de agua clara.
De la misma manera ocurre en nuestra vida cuando nos toca elegir qué tipo de agua ser: la del artista enamorado o la del violento agresor. Es por eso que a la hora de contar historias, cuentos, información, datos, o simples anécdotas, debemos recordar que dependiendo de qué manera desplacemos nuestra agua hecha palabras en nuestra voz, vamos a lograr como resultado una obra de arte o un terrible desastre. Y esto no significa disfrazar o no las verdades, porque eso sería cambiar de líquido, es con la misma agua que se llega a las caricias o a los golpes, todo depende del que decide cómo usarla.
Así también nosotros resolvemos qué cataratas entre las miles que hay en el mundo queremos seguir, preferir, ver, escuchar, o leer, porque al fin y al cabo terminamos siendo lo que consumimos, y a lo que más tiempo dedicamos le debemos luego nuestra forma de ser.
Yo, aunque tenga mucho que aprender de la roca más blanda, y habiendo vivido y experimentado la propia tierra de las cataratas, prefiero quedarme con esta voz, de estas cataratas, que me enseñaron que con las caricias se moldea mejor, aunque por momentos duelan.

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