jueves, 3 de diciembre de 2009

Sombra y agua fresca

La siesta traía consigo el incomparable calor misionero, arrastrado con letanía por el silencio de sudor constante, de ojos entreabiertos hacia las hojas que mecía el Jasy Jateré, entre recuerdos y sueños de otros días perdidos en las nubes de plomo.
La mano buscaba reposo en el apoyabrazos invisible, y de vez en cuando se estiraba inconciente para encontrar la otra allí cerca, tibia, con pequeños pliegues trigueños, y caricias tan inconfundibles, que llevaban al reposo inmediato a la misma hora, todos los días. Pero, volvía resignada, cansada, sudorosa, triste. Ya no estaba allí.
Los ojos la buscaban igual, insistiendo a que la vida regrese con sus sentidos y su aroma. Miraban largos ratos a la derecha, eternos lapsos a la izquierda. Nada.
Entonces la cabeza se hundía en un dormitar sin sueño ni sueños, como en las tardes que allí corría un pequeña silueta que lo hacía sonreír, sin importar que el planeta fuese una esfera o un plato, hasta que una chicharra hacía que el mundo lo tocara de nuevo con las hojas de sus dedos.
Allá sonaba un martillo persistente entre la brisa de los pensamientos que dibujaban su piel de tierra roja, inmensos verdes, mate y araucarias. Acá, la humedad subía mientras de la frente bajaba una gota amarga surcando el día, silencioso de nuevo. El Jasy ahora no mueve ninguna hoja y la vida cae en un aire denso, pesado, pegajoso.
Ayer no más se le escaparon las historias, que hoy deben andar vagando aguas abajo. Ayer no más las mismas flores que hoy lo miran caliginosas fueron una sonrisa cómplice. Ayer no más los surcos no eran vestigios, eran caminos de la mano. Ayer no más la siesta era otra.
Una hormiguita pasa oronda sobre el dedo gordo del pie, buscando su propia picada hacia el manjar lejano; y un pitogüé perdido festeja su cascarudo. Cada cual andando su trilla, volando su existencia, tocando la vida. Ahora las manos se tornan hacia arriba desganadas y roban a los ojos una pena: no está más, ya no hay roces, no están las otras manos.
La quietud embarga el corazón de entre la saliva que baja casi alcanzando los huesos. El mundo es el mismo pero otro, con la misma siesta de acá, ignorada tantas veces entre los sonidos del monte, pero con otro aire; con el mismo verde, pero de tono distinto, con el mismo misterio, pero con otro Jasy. Ya no hay retozos infinitos, ya no suena el aire de su aliento.Entonces vuela hasta el recuerdo, sueña despacito, cabecea sin sentido, mueve la vista, orea el ambiente, vacila entre la ciudad ideal y la que hoy grita en las calles, muere entre el deseo de verla diferente y las ganas de no volver a verla nunca más, sigue vagabundo entre el misterio del pueblo y la incomprensible gente, muerde la lengua que quiere gritar te amo y la suelta entre lágrimas mudas, remueve los pies entre el polvo omnipresente y los brazos del sol que verdeaban sus ojos, y la ve hermosa, única, sinceramente inolvidable, entre la sencillez de la sombra y el agua fresca.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que pasó señor lopez que se le borro esa incomparable sonrisa? fuerza!!! estamos con usted, aunque no crea aca en Iguazu hay gran cantidad de personas que piensa que usted es el mejor periodista de la ciudad y da catedra en la profesion... sonria de nuevo!!! Claudia

Anónimo dijo...

La mano buscaba reposo en el apoyabrazos invisible, y de vez en cuando se estiraba inconciente para encontrar la otra allí cerca, tibia, con pequeños pliegues trigueños, y caricias tan inconfundibles, que llevaban al reposo inmediato a la misma hora, todos los días. Pero, volvía resignada, cansada, sudorosa, triste. Ya no estaba allí.
El pitogué sigue cantando, como todos los dias... pero ya no hay roces, no están tus manos, y la siesta se volvió nostálgica...