lunes, 11 de julio de 2011

¿Cuánto valés?

Algunos son del pensar que todo se puede comprar, más cuando descubren que los más remotos datos de la historia afirman que se han comercializado desde frutas hasta voluntades, pescados y destino de pueblos enteros. Dicen que no existe nada que no se pueda adquirir por algún precio, y que hasta los campeonatos deportivos más atrapantes están todos decididos por dinero.

Tal es este convencimiento para algunos, que prefieren creer en solamente aquello que pueden adquirir comprando; no hay absolutamente nada, ni el amor, que los convenza de lo contrario. En ciertos casos crónicos, la creencia de que nada hay puro, los lleva a la depresión y a un agnosticismo hermético que los enfría hasta el congelamiento más duro.

Todo y todos tenemos un precio, dicen. Y escupen datos concretos de lo sucedido con fulano, con mengano, con el último campeonato de fútbol, con las elecciones, y apoyados en esto aseveran no confiar en nada ni en nadie, excepto en lo que ellos ven o compran.

Interesantemente, la mayoría de estos incrédulos aseguran haber sido creyentes en algún momento, y cuentan que la misma vida les hizo cambiar de opinión. Yo confié en fulano, dicen, y me salió mal. Yo puse todas mis fichas para apostar por esta causa, dicen, y todo era una farsa. Desde entonces, comentan, nunca más confié, nunca más creí, nunca más seguí a ciegas, no creo en nada ni en nadie.

“El que se quemó con la empanada, sopla hasta la sandía”, escuché decir una vez, y cuanta verdad hay en la reflexión. Sin embargo, por más que más de 2 mil años de historia hayan demostrado que millones se hayan quemado con la empanada, existe algo que hace que el ser humano siga creyendo, siga confiando, siga siguiendo a ciegas.

Algunos filósofos explican que esto es porque nuestra raza precisa de algo superior al entendimiento humano para creer y vivir, y que hasta el más agnóstico y el más anarquista se ajusta a normas sociales como vestirse o cubrirse para hacer caca o pichi, porque hay algo dentro suyo que les obliga a hacerlo, más allá que existan penas por andar mostrando el pito por ahí o meando en la calle.

Es por eso, dicen los sabios, que cualquiera de estos rebeldes contra nadie buscan un lugar privado para hacer sus necesidades y se visten por más que nadie los esté mirando. Y puede ser cierto. Algunos llaman Dios a esto que trasciende la comprensión humana, otros la llaman Conciencia, otros Remordimiento, otros Vergüenza, otros Cola de Paja, otros Alá, otros Ancestros, y con esto ajustan sus vidas para creer en algo que no se compra.

Así, esto que “no se compra”, también ha recibido nombres: espiritualidad, moralidad, humanidad, ética, sentimiento, voluntad, actitud, y amor; pero lamentablemente la historia ha demostrado que también estas cosas que no se ven han sido compradas, a veces por mucho valor a veces por poco. Si fueron comprados, no eran reales, dicen algunos. ¿Pero cómo saber si eran reales sin creer en ellos?

Entonces, en el fin de tanta vuelta, si todo se compra, la pregunta es ¿cuánto valgo yo en este gran mercado? Algo debo tener que cotice entre los productos más deseados. Y si es así, debo ponerle un precio, porque algunas cosas valen más que otras, y con el tiempo algunas pierden o ganan valor. En algún momento alguien me querrá comprar.

1 comentario:

Gustavo López dijo...

Que loco pensar en sentido numerico... a veces uno no se da cuenta si vale o no. Actuamos, siguiendo un estilo de vida y quizá reciba en concecuencia una asignación de parte del otro que hace que nos sintamos evaluados en cierta menera y pensemos- creo que para esta persona valgo algo o no valgo nada...