sábado, 31 de octubre de 2009

Ingeniero en Todología

Es impresionante notar cómo el argentino ha sabido instruirse en prácticamente todos los temas que acaecen a la humanidad, en tan sólo 200 años de historia de independencia de su país.
Su instrucción es tal que puede disertar por horas sobre gastronomía regional, nacional, internacional y mundial, dando pinceladas de historia americana para explicar la diferencia entre el origen del dulce de leche argentino y la cajeta mexicana; el café tomado en Colombia y el Caribe, el servido por las sucursales Starbucks, y el consumido en Francia e Italia; y además puede detallar cómo el brasileño cocina su churrasco, el uruguayo su asado con cuero, y el argentino su parrillada.
Al hacerlo, obviamente, sugiere condimentos y sazones de acuerdo a cualquier tipo de pregunta que tengan sus interlocutores, ya sean estos simples amas de casa o chefs profesionales, y ante la duda sobre algún detalle dado por él, se detiene para disiparla y a la vez argumenta sobre la filosofía que hizo saltar tal cuestionamiento en la mente de los que le escuchan.
Puede hablar sobre las emociones que envuelven a los seres humanos durante la charla o en estos tiempos de modernidad tecnológica y comunicacional, mientras discurre en las sensaciones producidas en el espíritu ciudadano por las desavenencias causadas por la práctica de una política corrupta, y al notar que un par de escuchas hablan entre sí sobre un caño del baño trancado, interrumpe pacientemente la oratoria original para explicar la mejor manera de destrabar la cañería con soda cáustica, algún cable-pasador, alambre, o en casos extremos con ácido muriático. Claro, también sugiere en qué momento del día hacerlo para que resulte mejor para todos, y aconseja no realizar nada sin consultar a la gente que sabe.
Pero, quizás lo más sorprendente de la intelectualidad de un argentino es la tranquilidad y seguridad con que se explaya sobre cualquier temática y en cualquier circunstancia. No hay manera que pueda intranquilizarse, ni siquiera si entre los que le escuchan está Gabriel García Márquez mientras él expone sobre “Cien años de soledad” y las características de la literatura latinoamericana contemporánea. Y no siente ningún tipo de reparo para sugerir alguna corrección en una nueva herramienta informática a Steve Jobs, al que encontró de casualidad en un vuelo a New York. Imagínese entonces la serenidad con la que aconseja a una madre a cómo comportarse durante su tercer parto, o cómo cocinar un asado, lavar ropa blanca, educar a los hijos, limpiar la caca del perro en la alfombra, o darle el remedio para los gases.
Sin embargo, increíblemente, lo que más resalta en la personalidad de un argentino es su afamada humildad, que lo hace inclusive más superior, ya que al tratar con él esta cuestión de saber sobre todos los temas, simplemente dice que lo único que hace es mantenerse informado y mantener la cultura general que obtuvo de sus padres y la escuela de antes, y que por eso Internet para él es lo mejor que pudiera haberse inventado.
¿Cuál es la profesión del argentino? Cualquiera. Esto no impide su preparación. Puede encontrarlo manejando un taxi y explicando las fallas de las leyes de su país, o puede hallarlo hablando de los errores de la formación de la selección de fútbol mientras repara la turbina de un 747; pero la carrera que eligió, como todos sus compatriotas, es ingeniería en todología, aunque sólo cursó los primeros dos años, porque los profesores no supieron proveer la contención apropiada para su capacidad intelectual.
Quizás por sentirse de la misma manera incomprendido, en estos 200 años de su historia, fue muy difícil para el argentino lograr resultados similares a los otros mediocres ciudadanos del mundo, que necesitan pedir ayuda a sus compañeros de equipo para no ahogarse en una cucharita de agua.

1 comentario:

Juancito Piernera dijo...

Tenés mucha razón,Hugo,al insinuar que somos aprendices de todo y oficiales de nada.Esperamos el momento oportuno para meter el bocadito,en la conversación,mas si vemos flojedad intelectual en el grupo,y si es lejos del lugar que nos conocen ,mas favorece a alimentar nuestro ego,como en una risueña y triste parodia,de sentirnos los sabelotodo,y hasta tener el "tupé" de decir:"Yo de todo se un poco,y de lo que menos sé,se mas que Vos" y pavoneandonos como un pavo real,creer que nos creen,sin darnos cuenta,que la lástima que inspiramos,obliga por respeto,no reirse en nuestra cara,por las sandeces,que tantas veces decimos. Pero...¿no será que creemos ser útiles e ingeniosos,y que son tan necesarias nuestras opiniones,para dilucidar los problemas? al final no lo se,porque soy Argentino.