viernes, 1 de abril de 2011

Un viaje con mi hija

¡Cómo nunca me di cuenta que las hormigas suben hasta lo más alto de los árboles para ver mejor y comer las hojitas más verdes, porque las del piso están marrones en otoño! Tuve que andar muy entretenido con otros temas más importantes, que me alejaron de ese detalle, y de otros, como que las campanitas que viven en la orilla de los caminos se cierran porque está oscureciendo, descansan con don solcito, y dejan que brillen las otras flores con la luna.

¡Qué distraído soy para no haber notado que la gente pinta las casas del color que quiere, pero el cielo es azul para que todos lo miren! Es que probablemente yo jamás presté atención al por qué de los colores. Por eso tampoco me percaté que hay que cruzar la calle por las rayas blancas que parecen un piano, porque uno toca con los pies la música para que paren los autos.

¡Qué tonto! ¿Cómo no voy a saber esas cosas fáciles? ¡Cómo nunca supe que los alfajores se eligen por el color del dulce de leche y no por el papel de afuera! Claro, ¡para eso está el dibujo del alfajor! Además, primero se toma el jugo para descansar, y después se come el alfajor cuando uno llega a la casa.

¡En qué andaba pensando para desconocer que el color amarillo no es para las manzanas, es para los duraznos y los pomelos, que se enojan si uno usa el color de ellos para otra fruta! Pero el jacarandá no se enoja porque es un árbol que tiene flores celestes y prestan su color a otras flores y al cielo.

¡Tan ocupado en otras incumbencias estuve que tampoco pude observar que los caminos duros son para los autos que maneja gente apurada, y el pastito de al lado es para la gente que tiene pies para andar despacio! Y si no pude ver eso, menos iba a captar que cuando uno camina tiene que juntar las semillas, los palitos y las plumas que encuentra porque pueden servir para hacerle una casita a un cascarudo que vive en la playa.

¡Qué lejos vagaba mi mente para no interpretar que el sol hace las sombras largas porque está cansado a la tarde y ya tiene que ir a dormir! Por eso las cabezas son estiradas y largas como los brazos y las piernas, que al otro día son más cortas y rápidas.

Aprendí además algo que nunca supe: los edificios se ven rápido por la ventana del colectivo porque están quietitos, y no hablan, para que la gente viva tranquila. Toda esta clase magistral de la vida la adquirí por el simple costo de buscar del jardín a mi hija Fiorella, de tres años y nueve meses.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Lopez, me llamo Javier y opine en la entrevista que le hizo la señora Kelly y no estuve muy de acuerdo con usted en principio pero despues lo escuche nuevamente y me di cuenta que tiene razon aunque hay cosas que todavia no entiendo y otras en que no estoy de acuerdo. Ahora me doy cuenta que tiene este blog de Tacuara, no lo sabia y tambien me entere que es escritor y gano un premio o algo asi, y le digo que estuve leyendo su blog y me gusta como escribe y este ultimo tiene tambien mucha verdad, uno no escucha a los hijos ni los disfruta, y veo que usted si lo esta haciendo y lo felicito.

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Tu vecina dijo...

Huguito gracias por escribir cosas tan sencillas pero con motivos muy profundos, felicitacione. saludos a tu familia