martes, 5 de abril de 2011

Vo esperá no má

El asfalto de la calle Chacabuco, donde está la casa de mis padres en Puerto Piray, llegó el año pasado. Mis padres suelen recordar que esa casa tiene mi edad, 31 años, porque justamente se mudaron allí cuando nací. Anteriormente, mis otros tres hermanos mayores y mis padres vivían en el mismo terreno, pero en otra casa, hasta que mis viejos pudieron juntar algo de plata y con un préstamo hipotecario hicieron la nueva.

Confieso que siempre quise que mi calle fuese como la de mis compañeros de otro sector del pueblo –empedrada o de asfalto –o como la de otros conocidos de Eldorado, Montecarlo, o Posadas, que solían bromearme sobre el estado de la calle frente a mi casa y las de Piray en general.

Yo me reía con ellos, pero sufría por dentro, porque al parecer que yo supiese más que ellos sobre la historia de Misiones, sobre nuestro idioma y sobre el guaraní y el portugués, sobre política, geografía, y literatura, no servía de nada ante la falta de adoquines o asfalto en la calle frente a casa; eso denotaba a gritos que yo era del tercer mundo por más que supiese lo que supiese.

Un buen día, que no olvido, unos señores fueron testigos que a mi corta edad a la salida de la escuela, yo defendía con garras y dientes a mi pueblito, ante las bromas constantes de unos conocidos de Montecarlo, y me dijeron sin saber quizás que en sus palabras resumirían toda nuestra cultura argentinísima sobre saber elegir: “Tranquilo, chamigo, vo’ esperá no má, ya vas a ver que cuando llegan las elecciones van a arreglar todo”.

Yo no entendí mucho la reflexión y el consuelo que me daban, pero lo acepté como herramienta para defenderme ante mis contrincantes de turno, y me sirvió. Pero luego las palabras de esos señores se convirtieron en una ilusión que carcomía mi alma todos los días. A los doce años me fui a 8 mil kilómetros de mi pueblito, volví a los casi 15; no había asfalto, me fui de nuevo y volví a los casi 17; no había asfalto, me fui y volví a los casi 20; no había asfalto; me fui y volví varias veces de visita hasta que me recibí a los 23; no había asfalto, pero en cada visita mis tíos, amigos, y hasta mis sobrinos me decían que “pasó la máquina, parece que están arreglando para asfaltar”.

En todos esos años, por lo caprichoso que soy, he discutido acaloradamente defendiendo a mi pueblo y la promesa de asfalto, inclusive con mi hermano Marcelo, quien hoy vive en Puerto Rico de las Antillas, y me gastaba siempre diciéndome “vo’ esperá no má”. Pasaron los años, me nacieron dos hijas, se me cayó gran parte del pelo, la barriga me creció y decreció miles de veces, me salieron algunas canas, reconocí algunas arrugas que no tenía, y el asfalto no llegaba.

Por fortuna, tuve la oportunidad de recorrer muchos otros pueblitos de Misiones y de la Argentina en general, y me dí cuenta que no era el único que esperaba. Sin embargo, eso no me consolaba. Mis padres volvieron después de casi 15 años a la casa de Piray, y no tenían asfalto. Seguían regando el interminable polvo al amanecer y en el ocaso con la manguera que le cuidaba por un par de horas la limpieza del hogar. Habían pasado muchas elecciones, y cada dos y cuatro años, me volvía a nacer la ilusión.

Hasta que al fin el año pasado, después de haber pensado que no vería nunca el asfalto frente a la casa de mis padres, llegó. Pero llegó hasta la mitad. Sí, hasta la mitad, terminaba justo en el medio del recorrido del terreno de mis padres. Luego me explicaron que era porque tenían que esperar que llegara el presupuesto que tenía que ganarse el intendente apoyando al gobernador de la provincia ¡en la próxima elección!

Llegó la elección, y terminaron de asfaltar. Me tocó esperar 31 años. Entonces dije, voy a contactar a los amigos y conocidos que me gastaban por esto y les voy a contar, a ver qué me dicen ahora. Los contacté, les conté con fotos y todo, pero me dijeron: “ahora el asfalto ya fue, man, la onda es WiFi en toda la ciudad”.

No me iba a quedar atrás. No me puedo quedar atrás. Fui corriendo a averiguar con un compañero de la infancia, que hoy trabaja para el municipio justamente en el tema de sistemas informáticos, y me contó que está todo listo, está todo hablado, que le vaya comprando a mi viejo una compu nueva. Pero para cuándo más o menos va a estar todo, le pregunté.

“Y viste como e’, ahora la presidenta va a entregar unas notebooks con el gober, y para las elecciones por ahí, yo creo que va a estar todo. Vo’ esperá no má”.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Hugo.

Impresionante , realista y actual lo que escribiste.

Te deseo todo lo mejor.

Dios te bendiga y puedas seguir adelante.

Una persona que sospechó tus circunstancias.

Anónimo dijo...

Hugo impresionante lo suyo, la verdad un poco de humor y bastante real que duele... digno de un aplauso. Hasta me atrevo a preguntarte si puedo enviar para publicar en otros medios. Miguel

Anónimo dijo...

Huguito soy tu vecina y también esperé lo mismo, en Piray llega el avance por con casi medio siglo de atraso... pero igual amamos a el tal de Piray ·Así nomá é·

también tu vecina dijo...

Huguito en Piray se comenta lo que escribís, es cierto muy pocos tienen internet pero se enteran por nosotros que si tenemos y... somos de Piray y demaciado queremos contar lo que sabemos segui escribiendo mas cosas de acá dale que nos gusta, nos quedamos triste cuando pasa muchos dias y no hay notas nuevas